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Viaje literario por el Parque

Los artífices de la poetización del parque natural y de su descubrimiento literario constituyen un amplio grupo de escritores, periodistas, profesores universitarios y de enseñanza media, maestros, artistas de todas las disciplinas (gráficas y cinematográficas), alentados, curiosamente, por el ejemplo de dos mujeres precursoras: Carmen de Burgos y Celia Viñas. La primera ha recibido ya los homenajes académicos que la sitúan en los orígenes de la narrativa almeriense y la pionera en el tratamiento literario (novelesco) en torno al valle de Rodalquilar, pero la segunda no. Así que este Viaje literario está dedicado a Celia Viñas.

Nació en Palamós (Lérida) en 1915 y falleció en Almería en 1954. A la ciudad llegó como joven y prometedora catedrática de Lengua y Literatura en marzo de 1943 y desde entonces se convierte en la animadora, maestra y escritora de poesía, teatro, ensayo, cuentos, novelas y artículos de prensa. A través de dos relatos titulados: Tierra del Sur (1945) y Viento levante (1946) obtenemos una panorámica figurativa de Almería durante la década del cuarenta. Además en ellos se observa el impacto emocional de Celia por la luz, el mar, la ciudad, sus calles y personajes, abarcando más allá del recinto urbano hasta adentrarse en los pueblos próximos a la capital. La primera novela fue presentada a concurso al premio Nadal y representa un conjunto de estampas líricas que reflejan, según palabras de la propia escritora, «Dos años de alucinación provinciana aquí, en esta tierra que quiero hacer mía, me llevaron a mi primera novela que quizá fuera la primera novela almeriense, al menos en nuestra generación».

Primero su marido, Arturo Medina, que dio a conocer después de su muerte otras obras suyas: Como el ciervo corre herido, Canto, Poesía última; después sus compañeros (José Mª Artero, Juan Cuadrado, etc.) rememorando su enorme vitalidad y capacidad docente, así como los numerosos proyectos de animación literaria en los que colaboraron; y, por último, sus alumnos, muchos de ellos animados por Celia se dedicaron a las artes, y la relación con ellos no se interrumpió, como demuestra la correspondencia mantenida con Josefa Carretero, Tadea Fuentes, Gabriel Espinar, Cantón Checa, Luis Cañadas o Agustín Gómez Arcos. Gracias a todos ellos su memoria ha perdurado entre los almerienses hasta hoy.

Le tocó vivir un periodo oscuro al cual aportó la luz cristalina del mediterráneo en la que se había bañado durante su infancia y adolescencia en Mallorca. Son palabras de G. Díaz-Plaja, que se completan con estas otras que destacan el estímulo que suponía para Celia el trabajo intelectual, docente, creativo y cultural en Almería, una ciudad bombardeada durante la guerra civil y amedrentada durante la posguerra. Los éxitos académicos la colmaron de satisfacción y generosidad hacia su primer destino como Catedrática de Lengua y Literatura Española. La luz de Almería permitía saltar por encima del dolor bélico y proyectar su sensibilidad hacia el pasado para encontrar en la luz de la adolescencia vivida en Mallorca un estímulo creador desbordante de escritura y poesía. Como han puesto de manifiesto diversos estudios recientes (Mª Adela Naranjo, Francisco Galera, Ana Mª Romero Yebra, etc.) fue la musa del movimiento pictórico conocido como «Indaliano», cuya figura más prominente era Jesús de Perceval, gracias a sus contactos con Eugenio D'Ors, Gerardo Diego y otros escritores e intelectuales.

A nosotros nos interesa, para esta breve semblanza, el legado literario y su pasión por la ciudad de Almería. En poesía destacan: Trigo en el corazón (1946), Canción tonta del sur (1946), Del foc i de la cendra (1952), Palabras sin voz (1954), Como el ciervo corre herido (1955), Canto (1964), Poesía última (1979). Entre la narrativa de ficción hay que destacar El primer botón del mundo... y 13 cuentos más (1951), el libro de relatos con el que consiguió el accésit al Premio Nacional de Literatura y las dos novelas publicadas póstumamente por A. Medina, Tierra del Sur (fragmentos) (1945) y Viento levante (1946). También hay que destacar la biografía de Cervantes, Estampas de la vida de Cervantes (1949).

Los temas de su obra enlazan con la renovación pedagógica recibida durante los años treinta que primaban lo próximo (Almería, el mar mediterráneo), lo telúrico (mar-tierra) y la lírica elegíaca de índole personal y social. En los poemas que reproducimos podemos observar este triple plano:


Vela

Foto: Vela © OM

 
 

Añoranza del verano

Un verde-azul concha y nácar,
hondonada, sombra y pino,
chilla una blanca gaviota,
regusto a hinojo de mar,
sabor a sal en el labio
y el cuerpo sobre la arena,
joya la cala marina
amarillo estío, triunfal...

Canción de vela mecida
por el mar azul y el viento,
beso en la encendida cara
del risueño sol de junio,
la ofrecida claridad
del camino de la estrella...
¿Dónde, lasitud divina
del mediodía de miel?

Y la cala, placidez
de la ola pausada y quieta
con el sencillo rumor
de la música deshecha
palpitante en el timón
a la hora de la llegada...
¿Dónde te hallaré, canción
del tiempo de navegar?

 

La búsqueda de lo nuevo y la añoranza de lo vivido encontramos en las interrogaciones que levantan el poema a su máxima luz («mediodía de miel») y a su próxima estación («tiempo de navegar»). Las descripciones de los motivos marinos (mar, gaviota, cala) se resumen en la octava final con la apoteosis de la música que emana de un mar amigo en una cala íntima: ola pausada, sencillo rumor, música deshecha. El silencio que busca su melodía y su canción en la placidez de las calas solitarias.

Para terminar rindamos un homenaje a su sensibilidad como maestra y mujer entregada a la formación estética de sus alumnos. Ecos de Antonio Machado y de tantos otros pedagogos-poetas encontramos en el siguiente divertimento escolar:

El primer resfriado

Me duelen los ojos,
me duele el cabello,
me duele la punta
tonta de los dedos.
Y aquí en la garganta
una hormiga corre
con cien patas largas.
¡Ay, mi resfriado!
Chaquetas, bufandas,
leche calentita
y doce pañuelos
y catorce mantas
y estarse muy quieto
junto a la ventana.
Me duelen los ojos,
me duele la espalda,
me duele el cabello,
me duele la tonta
punta de los dedos.

La habilidad rítmico-narrativa se observa con claridad en la forma métrica del poema: una redondilla (4 versos), una décima (10) y una quintilla (5). Demostrando una magistral desenvoltura en esa décima central que desarrolla el tema presentado en el estribillo. Su finalidad didáctica es obvia y la sencillez expresiva acorde con los receptores a quienes se dirige.

Reproducimos un fragmento, incluido en De esto y aquello (IEA, 1995, artículos recopilados por Arturo Medina), extraído del magnífico ensayo de Mª Jesús Soler Arteaga dedicado a Celia:

“Los que no somos de Almería”:

No ser de Almería en Almería no tiene importancia. Aquí no hay forasteros. En otras ciudades se distingue escrupulosamente entre los hombres de la ciudad y los forasteros. Almería se hace patria del corazón y, para muchos, es la ciudad media, dulce, soñada y ensoñada, donde el sosiego del vivir se cumple en la más grata soledad y el más escrupuloso silencio íntimo. Los que no somos de Almería sentimos a esta tierra, a esta patria de vocación tan nuestra, tan entrañablemente nuestra que hasta nos ruborizamos cuando un forastero nos pregunta extrañado si somos de Almería. Naturalmente que somos de Almería...

Celia Viñas sintió la vocación de ser almeriense, de establecer su propia soledad en la soledad de Almería, una ciudad tranquila pero de contrastes, rendida al desierto y adormecida en los brazos del mar. El mar que amaba y el desierto que deseaba combatir unidos por la palabra, la palabra poética en sus textos y la palabra con la que enseñaba en clase, la palabra al servicio de los almerienses, porque Celia era almeriense de corazón. (Soler Arteaga, dixit).

Miguel Galindo
Colaborador del equipo de redacción del Eco del Parque