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Viaje literario por el Parque

Una apoteósica orquesta marina recorre las páginas de Exilio en Caridemo (Instituto de Estudios Almerienses, 1998, premio «Ciudad de El Ejido», 1995) del poeta cordobés, y almeriense por devoción, José Antonio Santano (Baena, 1957). La amplia melodía de su canto se despliega por lo que hoy es el Parque Natural y un poco más allá, Mojácar. Los paisajes emblemáticos, recorridos por otros ilustres escritores, se hallan representados en cada uno de los poemas del libro: Agua Amarga, el faro del Cabo de Gata, Carboneras, la playa de los Muertos, La Isleta del Moro, San José, Níjar, la playa de los Genoveses, las Salinas de Cabo de Gata, Mojácar, Almería (sus barrios: Pescadería y la Chanca), finalmente la síntesis de todos ellos: Caridemo. En una entrevista realizada por Yolanda Cruz, para la revista Almería-Verde, el propio poeta explica el sentido del poemario, «se escribe con los recuerdos de lo vivido aquí pero se escribe en el interior, en Córdoba». Es un libro de sensaciones, pero escrito con la clara conciencia de dar a conocer «un lugar paradisíaco dentro de un mundo que rivaliza». Por eso su obra se presenta como un canto de recuperación de los valores humanos. En esta misión va bien acompañado por numerosos poetas, tanto los de la «experiencia» como los del «silencio». Así su poesía se presenta integrando ambas opciones líricas, complementarias antes que antagónicas. José Antonio Santano lee en la piedra las huellas del dolor impreso en ellas, su memoria; pero en Exilio en Caridemo además se despliega el dulce canto balsámico que, unas veces, canta gozoso el encuentro con las orillas bañadas del levante y, otras, el arrobo íntimo de la voz ante tanta belleza. Silencio y experiencia desde una clara conciencia ética. Para Erasmo Hernández «se rompe con el orden anterior y nace el poeta del mar, del viento y del azul, que relaciona la experiencia amorosa con el paisaje almeriense, con mayor libertad expresiva y menor dolor que en los libros anteriores». Además, por su gusto y respeto hacia la cultura popular (lírica tradicional, el flamenco, etc.) desdeña el retoricismo y su inspiración oscila entre A. Machado y Juan Ramón Jiménez: la fusión de la ética y la estética. La palabra al servicio noble de engrandecer el motivo del canto, su materia. Por eso en Caridemo, situado el Cabo de Gata como centro, se despliegan los poemas hacia el norte hasta Mojácar, por el oeste hasta los barrios más antiguos de Almería: Pescadería y la Chanca. Un monumental homenaje que encuentra su centro poemático «Donde la noche sucumbe después del largo camino de arena y sol», un lugar indeterminado de la costa que resume la emoción que le producen estos paisajes: «¡Noches y luna que tanto amé!».


Foto: Playa de Genoveses, © OM
 

Nos resulta difícil seleccionar algún poema, por ello preferimos destacar algunos versos de cada uno de los lugares visitados, pueden ser versos para un futuro comentario:

Carboneras:
Invado tu playa y tu desierto
de voces y de espuma,
hasta caer vencido en la agonía
si hallo mi boca sin la tuya.

Playa de los Muertos:
Solar y refugio de mil náufragos.
Qué atesorada claridad declaras
aún bajo el templo sagrado de Tritón,
para que el hombre se atreva a invadirte
destruyendo tus azules entrañas
y el celoso aleteo que te habita.

Faro de Cabo de Gata y playa de las Sirenas:
me pierdo en tu isla de cantiles,
y azules me parecen tus valles,
y eterna la luz de tus pupilas;

Agua Amarga:
Agua amarga, que sola y triste
estás, cuando luce la luna
y ruge el viento sobre tu playa
ocultando nombres y signos.

Amargas son las horas/ sin el fuego de tu boca,

sin tu soledad y el aire que respiras.

La Isleta del Moro:
El velero que nos lleva
hacia ti -ínsula de olvido-,
manantial de arias y perfumes.
... y emana labios de litoral y acantilado
cuando las aguas desnudan la tibieza del aire,
no más allá de las dunas que afloran
como puntas de fuego en el ocaso.

San José:
no encuentro sino un vasto mar de fuego
que se adentra en mi sangre y mis costillas,
y el deseo en cenizas convierte
toda huida, también todo regreso.

Níjar: [una invocación]:
haz que mi horadado pecho
nunca más
habite las tinieblas del exilio.

Playa de los Genoveses:
Todo es azul. Me extingo en el azul.
No sé porqué ni cómo
exploré tu cuerpo aquella tarde
si solo tu silencio,
incesante y trémulo,
rondaba
mi carne en despedida.

Cabo de Gata:
y allí, entre la piel dorada y tersa
de tus templos, renaceré gozando
de tu gozo al verme en ti
apresado y mudo.

Las Salinas:
Blanco sobre blanco, y mar.

Regresa a mí, ahora,
no tardes, vuela
como el águila o el cóndor,
al jardín que yace en estas rocas
que mi arcana levedad soporta;

 
  Foto: Arrecife de Las Sirenas, © MA
   
     

Un guiño cómplice se establece en los títulos de los poemas. No sólo precisan coordenadas espacio-temporales, sino también adelantan la materia del canto. Los poetas barrocos, entre ellos Góngora, así acostumbraban a titular sus sonetos, sobre todo aquellos relacionados con una experiencia inmediata. Por ejemplo, «Del tiempo vivido en el deslumbrante azul de Genoveses», «Del pensamiento en San José mientras doran sus cuerpos los turistas» o «Del amoroso vuelo hacia el cabo de Las Ágatas». Con estos alternan otros títulos que podrían apuntar a la poética del silencio, por ejemplo, «Del silencioso y crepuscular embrujo de Carboneras», «De mi muerte en las mediterráneas aguas de Caridemo». Quizás el más significativo sea este que sintetiza ambas intenciones poéticas: «Donde las aguas golpean el arrecife de las Sirenas y el Faro ilumina las muchas soledades».

Hemos comentado el poemario desde el canto, pero es necesario también llamar la atención sobre la presencia del color, de la luz, de las sombras, de los contrastes, es decir, de una mirada cromática que se dibuja en la melodía. El azul es predominante, hasta el punto de que «azules me parecen tus valles» [Donde las aguas...], que alterna con añil, azur, blanco, amarillo, celeste. Así lo confirma su último libro Trasmar (2005) que se inicia con una sección titulada «De colores». Porque es precisamente la experiencia sensorial, la historia proyectada sobre la roca y el agua, los sentimientos y pensamientos vinculados al espacio y al tiempo, los que irónica y épicamente integran Exilio en Caridemo; pues más que un exilio hacia fuera, es más bien un exilio hacia dentro, que escoge como centro de inspiración la magnífica costa del parque natural. Con ella es imposible sentirse exiliado, más bien es después, cuando nos hemos alejado de sus pueblos, de sus gentes, cuando nos sentimos en el exilio, exilio dulce sin duda, puesto que el recuerdo del goce compartido es bálsamo de amor y puede uno entonar su exilio en Caridemo. Finalmente algo de onomástica, el nombre: Caridemo. Nombre primitivo con que identificaron los romanos al Cabo de las ágatas, (de este último deriva su nombre actual Cabo de Gata). Caridemo parece ser un general jonio, mercenario, que señoreó el Ática (s. IV a.C.) y en los mapas de Ptolomeo figura el antropónimo para referirse tanto al mar como al promontorio de Caridemo. Hoy es una referencia técnica de los mapas geofísicos y también presta su nombre a una revista literaria «Cuadernos de Caridemo», dirigida precisamente por nuestro poeta, José Antonio Santano.

Miguel Galindo