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Viaje literario por el Parque

Nunca tuviera mayor fortuna un poeta como le cupo a Teresa Gómez. Premiada en los años ochenta en un concurso de la cuidada y estimable revista granadina titulada Olvidos de Granada. Bajo la inspiración de maestros como Juan Ramón Jiménez, Rafael Alberti, Pablo Neruda y la amistad con Javier Egea, Luis García Montero, Ángeles Mora, Luis Muñoz, Jiménez Millán, se sitúa su importancia literaria desde una posición silenciosa. No ha publicado un libro definitivo de poemas. Su primer poemario Plaza de abastos (1982-1985) permanece inédito. Sólo los poemas premiados y una breve antología (compuesta de 10 poemas) en la editorial Cuadernos del Vigía con el título Subasta en mi ventana (2000), componen el «grueso» de su producción conocida ¿Y? Aquí reside nuestro interés. Cuando tuvo que publicarse el libro no se hizo y el tiempo demostró dónde estaba el poeta y qué había hecho mientras tanto. Siguió viviendo y escribiendo versos, que no es poco. Y el tiempo, como decíamos, los salvó del olvido. Y aquí queremos tributarle una acogida digna de su creación.

Teresa ha vivido durante diez largos años en Carboneras. Le ha dado tiempo para trabajar como docente, a recorrer la costa desde el Cabo de Gata al Sombrerico, a pasear largas horas en silencio con su perra, Baloo, por la paradisíaca playa del Algarrobico y... , a leer y repensar en la poesía. Quizás en su actitud se revele la antigua polémica entre poeta y literato, adoptando una clara actitud poética ante el mundo, el yo y las cosas. Si los tiempos eran malos para la lírica, no dejarán de serlo para la razón poética (María Zambrano). Nuevas causas, nuevas rebeliones (Octavio Paz) están reclamando también la voz de los poetas. La reflexión, la retirada a los cuarteles de invierno (García Montero) se vivió en Teresa acunada por las aguas azules de nuestra costa durante los años dorados de la recién estrenada democracia.

Foto: Cala del Plomo y Mesa Roldán, © MS

Pese a esta actitud del No, su obra supone una apuesta constante por la comunicación entre el yo y el otro, dialéctica expresa en el diálogo poemático. Cuando el tono del poema se torna intimista sólo queda la sombra del otro batida por el viento, reflejada acaso por el mar. Paisajes sentimentales construidos desde la distancia irónica de la madurez y la reflexión cuidada y exquisita. Como señaló Juan Carlos Rodríguez, una auténtica metafísica del cuerpo.

Cuatro poemas inéditos, inspirados en este rincón mediterráneo, nos permitirán descubrir la estrecha relación literaria entre la poesía y nuestro entorno. La transfiguración, «Tengo un tacto de arena doliéndome en los dedos», la confidencia, «Búscame en la arena» (del poema Si me buscas), la identificación amorosa «en la arena también están mis labios» (de Sólo conozco tu nombre) configuran una realidad triangular que escapa a la intención de la poeta, pero que unifica la serie de poemas. Nos referimos a la comunión estrecha entre un Yo y un Tú –éste último, cuerpo ausente, en la distancia; anhelado, pero indigente y frágil en la memoria- y una naturaleza reconocible por sus nombres esenciales: barco, velas, horizonte, redes, viento, montañas. (ejemplos de Tu silencio).

[Mientras escribíamos estas líneas nos sorprende gratamente la edición de una «plaquette», formada por dos series de poemas, en la colección Vitolas del Anaïs (Granada, nš 7, octubre, 2004) con el título Tu silencio. Una muestra más de su minoritaria difusión y prodigalidad].

Lo novedoso de estos poemas, que aquí publicamos, debemos buscarlo en la gozosa insinuación erótica que, de manera casual, parecen suscitar algunos versos, escritos como al descuido: «La noche se desviste allá en el horizonte», «El rumor de las olas me estrecha suavemente», «Tus caricias me llegan abrasadas del viento», que iluminan el poema con un gozo y placer inusitados. El sentimiento (ternura, caricias, abrazos), la nostalgia («Y no están tus palabras») y el paisaje compartido y amado, compañero confidente, se torna mundo evocado, sin la presencia del amado, cuyas señales (mar, barco, velas, horizonte) sólo tienen sentido por esa triple conjunción amorosa. Si falta el uno, queda el otro como señal visible, materia amorosa vivida. La realidad del Parque queda teñida por un humus de vacío y frío, una sentimentalidad rota, alimentada por la pasión y el deseo del encuentro cierto en este paraje concreto: «Si me buscas...Pregunta en el puerto....en aquellas olas... muy cerca del cabo...»

La estrecha relación entre el paisaje esencial y el yo poético («Mi destino se agolpa en esta playa,/ como la luna llena») forma parte de una intimidad sin palabras. La ausencia física del otro y su presencia real en las cosas sólo puede sentirse desde el silencio. Un homenaje al silencio supone un triple homenaje al amor, al recuerdo y a la inteligencia. Cuando el hombre calla, habla la naturaleza. Gracias Teresa.

Miguel Galindo

 

Tengo un tacto de arena doliéndome en los dedos.
Tus palabras se acercan y no me abrazan nunca,
como la luna llena, me hieren despiadadas.
El rumor de las olas me estrecha suavemente.
Tengo un tacto de arena doliéndome en la boca.
Tus caricias me llegan abrasadas del viento,
se mezclan con la noche que me mira de frente,
como la luna llena, me azotan la esperanza.
Tengo un tacto de arena doliéndome en las piernas,
tu deseo.
Mi corazón se agolpa en esta playa.
La noche se desviste allá en el horizonte.
Mi destino se agolpa en esta playa,
como la luna llena.

TU SILENCIO

Las brumas del otoño
me enredan en sus hojas
y no está tu mirada
que me descubre el mar,
ni tu silencio como un barco
desplegando sus velas
allá en el horizonte.
Y no están tus palabras
acercándome redes,
ni tu silencio como el viento
alcanzando montañas,
silbando mis anhelos.
Pero tus manos hiriendo mi cintura
serán como una playa descubierta en la tarde,
y tu silencio estallará
arrastrando en la espuma delfines y corales.

III

Si me buscas
hazlo entre la gente que mira en silencio
como cae la tarde.
Pregunta en el puerto
dónde está mi nombre,
dónde mi destino.
Búscame en la arena,
en aquellas peñas,
en aquellas olas que trae el horizonte,
muy cerca del cabo,
cerca de tus redes.

y IV

Sólo conozco tu nombre
y el sonido remoto sereno de tu voz.
Sé que a veces te bebes
la distancia en un vaso
y no le pones hielo,
que te gusta encontrarla
desnuda junto a ti
en las manos extrañas
de todas las mujeres
a las que no amarás.
A veces con las olas casi rozas mi cuerpo
y no me reconoces.
Ignoras que en la arena también están mis labios
que a la tarde en mi boca
me vas poniendo peces
como pones deseo.

Teresa Gómez