Porque han sido las mujeres de Níjar las que se han movilizado dando ejemplo. Por un lado, las que vinieron de fuera para ser nijareñas por elección, propietarias de un solvente currículo profesional y personal como son: Charo García, Sira Laguna y Carmen Sanz, quienes han tomado la iniciativa de contar la historia de aquellas otras que no tuvieron la oportunidad de formarse, y en consecuencia de construirse un criterio para ni siquiera añorar la independencia económica y por ende la toma de decisión sobre sus destinos. Para ello Cándida Rodríguez ejerce de imprescindible eslabón entre un mundo y otro, entre el de la mujer realizada y libre que en cierta medida ha colonizado el municipio de Níjar y aquellas nacidas en una realidad de precariedad donde no había incentivos para nada que no fuese la propia subsistencia. Y el abismo que en un principio podría separarlas las une en estas páginas y en la vida. Porque todo se resume en el principio que hizo que cada cual habitase en orillas opuestas: la escuela.
Las manos sarmentosas que copan la portada son una gran elección. Huesos gastados, llenos de sol, como sus caras cuarteadas, que con la densidad de su lenguaje y sabiduría, han sabido transmitir el sacrificio de ser mujer en una época y una sociedad tan precaria como fue la suya y que sin embargo, todas coinciden en reconocerse dentro de una vejez de lujo en su pueblo actual.
A través de los dos primeros capítulos se hace un retrato de la época, de la sociedad en la que nacieron y en la que se criaron las mujeres de esta tierra de olvido, y cómo Níjar en estos cien años se ha convertido en tierra de promisión. A partir de aquí, con el formato entrevista, se recogen las voces de once familias a través de sus mujeres, según toman la palabra representantes de tres generaciones. El respeto al léxico de la zona transcrito con gran delicadeza no hace sino aportar verdad a un relato global sobre la pugna femenina intergeneracional. Las fotos de sus protagonista en blanco y negro ilustran el todo con ojos de mujer, reconocibles como un par único.
Me fascina que Carmen de Burgos planee sobre sus páginas, como debe ser, la nijareña más moderna que ha dado la tierra y que dedicó gran parte de su obra a describir el Paraíso de su infancia con sus luces y sus sombras, y del que bebió emocionalmente toda su vida.
Por último, el mapa que representa los núcleos del municipio de Níjar y que abre la publicación es otro acierto de esta bella edición.
Creo sinceramente que Yo no fui a la escuela puede ser un referente cultural para todos los hombres y mujeres, da igual su procedencia, porque es un ejemplo vivo en lo que debemos convertirnos: en una sociedad cooperativa, en el retrato vivo que representa de dónde venimos para elegir hacia dónde vamos. Fruto de esta comunicación recuperamos el trueque, donde unas nos damos a las otras lo que manejamos con soltura para construir la sociedad con mayúsculas: LA DE LA IGUALDAD DE OPORTUNIDADES. Que su cimiento inequívoco es la educación, ya lo saben todas ellas desde hace mucho. Quedaría elegir el modelo de edificio de esa sociedad en la que pretendemos vivir. Pero ese es el otro libro que debemos aspirar a escribir entre todos y todas.
Mar de los Ríos
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> puntos de venta del libro
Presentaciones del libro
Desde enero que presentamos el libro en el Museo Arqueológico de Almería, con un lleno total de la sala y con público que se quedó fuera, siguen mostrándonos su interés por el libro desde distintos ámbitos. |
Coincidiendo con el Día del Libro, El Ayuntamiento de Níjar, presentó el libro en su Centro Artes Escénicas. Contaron con la presencia de la Sra. Alcaldesa Esperanza Pérez Felices, la Concejala de Cultura , Yolanda Lozano así como las protagonistas de Níjar, concretamente de esta localidad es María Nieto y Lola Muñoz, de La Isleta Ángeles Segura, su nieta Almudena y Loli Segura y la protagonista de Fernán Pérez María Fenoy y Maruja Segura junto con las autoras Cándida Rodríguez y Charo García.
Antonio Hermosa como presentador y maestro de ceremonias fue quien dirigió el coloquio entre los asistentes y las protagonistas. Para cierre del acto nuestra amiga Sensi Falan, acompañada de Chochi Duré nos deleitó una vez más con su simpatía y sus canciones maravillosas.
Como motivo del Día del Libro y de la Feria del libro, fuimos invitados a una firma de libros en la Librería Picasso y la Librería Nobel de la capital.
Amigos del Parque
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Muestras de interés por el libro
Acabo de leer Yo no fui a la escuela y me ha fascinado desde el prólogo hasta cada uno de los testimonios. La primera generación de estas mujeres-heroinas, sus relatos, me ha llevado a recordar conversaciones con mis abuelas; de lo mucho que tuvieron que luchar para sobrevivir, de lo mucho que sufrieron, no tuvieron acceso a la educación y, aún así, eran poseedoras de gran sabiduría y transmisoras de buenos valores, muchos de ellos hoy en día, olvidados. También reconozco como muy próximos los testimonios de las siguientes generaciones.
Es increíble el cambio experimentando en nuestra comarca en un espacio de tiempo relativamente corto. De una tierra árida, semidesértica hemos pasado a un vergel, bajo plástico, sí, pero vergel. De ser tierra de emigrantes a recibir a personas de múltiples nacionalidades. Son muchos los progresos y dificultades que el libro recoge y sobre todo y muy importante la visión de distintas generaciones de mujeres ante los mismos.
Me gustaría dar las gracias a las autoras y protagonistas del libro así como a Amigos del Parque Natural de Cabo de Gata-Nijar por la publicación de este libro y les animo a que tengan más iniciativas como esta. Mi más sincera enhorabuena y gratitud.
Al igual que las protagonistas del libro creo que la educación y preparación de la mujer es fundamental; para ser más conscientes de nuestro presente y poder trabajar por un futuro mejor debemos saber de nuestro pasado. Animo a la lectura de este libro que a nadie dejará indiferente por su cercanía. De nuevo, ¡gracias!
Amary Hernández García
Libro de lectura obligada para los que amamos el Cabo de Gata. Hay que ponerlo en nuestra estantería junto a Campos de Níjar de Juan Goytisolo.
Miguel García-Moreno
He disfrutado leyendo las historias contadas con voces sencillas pero de personajes auténticos. He descubierto, aunque siempre he estado vinculada a la zona, noticias y hechos que desconocía. Por mi profesión, la enseñanza, he podido corroborar aspectos, en el desarrollo de las personas, que he defendido en cualquier foro: si quieres avanzar intelectualmente, conocerte y comprenderte, tienes que salir de tu entorno y descubrir, conocer y comprender otros lugares, personas, culturas...; para poder mover los hilos de tu destino y así tener la libertad de elegir tu forma de vida.
Mari Ángeles
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“Yo no fui a la escuela - Mujeres de Níjar 1915-2015”:
extractos de entrevista
SAN PEDRO: MARÍA GARCÍA GARCÍA
(Primera generación)
Nací en el año 24, en San Pedro, así que tengo 91 años. Éramos cinco hermanos. Dos hermanos y tres hermanas, yo soy la mayor. Fuimos seis pero se murió uno de siete meses, el más chico, el último que tuvo mi madre.
¿Fuiste a la escuela?
No, aquí no había escuela entonces. En San Pedro los guardias nos daban lección, la Guardia Civil. Lo que sabíamos nos lo habían enseñao ellos. En San Pedro estuve hasta los 14 o 15 años, luego mi padre compró el cortijo del tío José Méndez -el cortijo del Ricardillo- y luego ya nos vinimos al cortijo y seguíamos la huerta en San Pedro, con un hombre que tenía mi padre.
¿Cómo era entonces San Pedro?
San Pedro era precioso, San Pedro era un jardín. Me acuerdo yo de cuando fueron mi padre y mis tíos a comprar San Pedro entre los tres hermanos. Fueron a Alicante, más allá de Murcia, a una señora que se llamaba Estrella. La casa tenía alrededor unos jardines preciosos, de toda clase de árboles y de flores, ya no sé lo que le quedará de todo aquello…
¿Era solo un cortijo?
No, había muchas viviendas, era un pueblo, Las Negras no era nada, era San Pedro lo que reinaba. Había 40 o 50 casas, la gente de la mar vivía allí, tenía sus casillas. Luego ya se fueron viniendo, porque ya hicieron la carretera, y los guardias vivieron allí hasta después de la guerra. Yo tenía 12 o 13 años cuando la guerra y me acuerdo de que se llevaron a los guardias. Se instalaron allí los milicianos, que iban poniendo teléfono para comunicarse entre ellos.
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Ortofoto de San José © IGN |
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¿En qué trabajaba tu padre?
En la huerta, en la tierra, en la huerta y en el cortijo, mi padre tenía un hombre siempre con él. Luego mis hermanos, pero más adelante, porque cuando la guerra eran chiquillos. Yo, como era la mayor de todos los hermanos, ayudaba a mi madre, lavaba, hacía de comer muchas veces cuando mi madre no podía…
¿Había mucha agua en San Pedro?
Sí, mucha, caía un chorro de agua así, como una fuente, esa agua viene del monte, de los cerros. Yo de pequeña entré en la mina donde manaba el agua, entramos mi madre, una tía y yo. Es un chorro de agua el que cae -ahora por lo visto ha aminorao- porque allí todavía hay casas, y están los jipis y se han llevado agua con gomas. La cogen de la fuente y se la llevan a las casas, pero hay un chorro de agua que cae así, no aminora en invierno ni en verano. En el invierno cae muy caliente y en el verano cae fresquilla.
¿Y de qué vivía la gente allí?
Mi padre de la huerta, que era de regadío, era un jardín, había árboles frutales de todas las clases, había plátanos, de todo, había de todo, pimientos, tomates. El primer amo de la huerta era no sé qué de los barcos y como iba por ahí con ellos, compraba los árboles que se le antojaban y plantaba de todo. Los que vivían allí de la huerta eran propietarios, como mi padre, y con todo lo que sacaban iban hasta Níjar a venderlo, con los pimientos, los tomates, de todo. Llevaban las caballerías cargadas.
¿Había trueques en aquella época?
Eso empezó en la guerra, porque como ya no dejaban ni barcos ni na venir, entonces sí se cambiaba. Mi madre salía con cargas de trigo, de maíz, de harina, a por aceite que era lo único que no se criaba allí en San Pedro. También me acuerdo de que a mi casa iban la gente de la mar con un kilillo de pescao, y mi madre les daba harina de maíz. Tres hermanos iban repartiendo el pescao por los pueblos, por el Pozo Capitán y por ahí, Marcelo, María y María Luisa.
O sea que económicamente estabais bien, no habéis pasado hambre…
No, no, nosotros no hemos pasado hambre, con mi padre no ha habido penurias.
¿Cuándo recuerdas que empezó San Pedro a vaciarse?
Pues desde que terminó la guerra para acá, que ya hicieron la carretera, aunque ya estaba hecha cuando la guerra. Yo me acuerdo del primer coche de línea que llegó aquí a Las Negras, allí a San Pedro solo se entraba y se salía con barco o con bestias.
Háblanos de tu juventud y de cómo os divertíais…
Nos divertíamos muy bien porque venían los muchachos de to los sitios. El baile estaba en aquella casa, donde el Ricardo, aquí había otro baile. Otras veces nos íbamos a Las Hortichuelas, nosotros lo corríamos todo, las madres venían con nosotras. Algunas veces venían los muchachos en una furgoneta de Rodalquilar a por nosotras, y otras veces íbamos andando. Yo estaba soltera, se armaban unos bailes y unas carreras… Se ponía la música en las gramolas, y otras veces mi madre formaba bailes allí también. Venía gente de Agua Amarga, del Plomo, había un camino hasta San Pedro.
A mi marido lo conocí en San Pedro, porque él era guardia allí, y no tenía yo veinte años completos cuando me casé, los cumplí tres meses después de casarme. Estuvimos ocho meses de novios, él tenía veintiséis.
Te casaste por amor…
Sí, antes había gente que hacían un medio arreglo, pero nosotros no. En Las Hortichuelas se casaban muchos primos con primas por las herencias y eso, pero nosotros no. Mis padres no han hecho eso, nosotros nos hemos casao con quien hemos querido, a unos los querían más y a otros menos, como en to los sitios pasa. Según te sale luego, eso ya no se sabe, es como el melón.
Y os vinisteis a Las Negras…
No, nosotros no hemos vivido aquí nunca, mi padre y mis tíos vendieron la huerta, y mi madre compró esta casa, y la partió. (...) Nos fuimos a Níjar, y allí estuvimos ocho años. En Níjar nos pilló mala época, porque era cuando la gente se echaba a la sierra y los guardias se echaban al monte ocho días a buscarlos, ¡na menos¡ con la comida en la mochila. Gracias a Dios que la gente les ponía la mesa allí donde llegaban que si no, no tenían comida caliente en ocho días.
Luego él pidió para su tierra, que era de Cáceres, que había salido de allí a los dieciocho años y no había vuelto más que de vacaciones. Yo tampoco me opuse, estuvimos cuatro años viviendo en la capital, en la Comandancia, y luego ya nos fuimos por los pueblos, porque había bandoleros y esas cosas, así que corrimos por los pueblos más importantes de Cáceres.
¿Cuándo volvisteis aquí?
Cuando se licenció, a los 52 años, yo tenía seis menos, así que vine todavía joven. La decisión de volver fue de él, porque quería vivir cerca del mar. Como ya habíamos comprado el piso en Almería nos fuimos allí, pero a él le gustaba mucho esto.
Yo le decía: “Ceballos, yo no quiero vivir en Las Negras, yo quiero vivir en Almería”, pero él decía “Vamos a estar quince días en Almería y quince días en Las Negras”, y así me fue engañando poquito a poco…
¿Cuántos años hace que se murió?
Ha hecho 19 el día 3 de octubre.
¿En esa época ya se había empezado a mover el turismo?
No, eso empezó mucho después, vino gente comprando las tierras, vino el catalán y compró muchas casillas de los pescadores por ahí por la orilla de la mar, porque las que están más cerca son de los pescadores. No pagaban mal, vendían una cosa pa comprar otra, mucha gente compró así casa en Almería.
¿Te parece que el turismo ha hecho progresar todo esto?
Esto ha crecido mucho con el turismo, si no fuera por el turismo esto estaría muerto.
¿Emigró mucha gente de aquí?
Sí, mis hermanos los dos estuvieron allí, en Suiza, en Francia, en Alemania. Y antes a la Argentina, allí se fue un hermano de mi padre, que no pudo volver porque se murió allí. Otro tío mío de los que compraron la huerta en San Pedro, también estaba en la Argentina cuando él murió. Lo mataron en una riña según he oído y él cogió miedo y se vino.
¿Qué opinión tienes de la juventud actual?
Pues hay muchas cosas que no me gustan, la libertad que hay de mujeres y hombres. Antes ibas con ilusión a la boda, pero ahora ¿qué ilusión lleva la gente si ya lo llevan to hecho? Y ahora se bebe más que antes, mucho más, y de drogas y de to. No, la juventud ahora no está bien, y no soy antigua yo, que a mí me gusta lo moderno.
¿Y sobre las separaciones de los matrimonios?
Pues está bien que se separen, para vivir amargamente…
Las mujeres antes aguantaban mucho con un hombre, aunque no se llevaran bien, ahora es muy diferente la cosa. Ahora no se aguanta na, ni lo de antes ni lo de ahora, porque por una discusión na más, hala, a poner la demanda de divorcio.
Ellos, los niños sufren por regla general, se quedan sin el padre, el padre pierde más que la mujer, hoy, antes quien más perdía era la mujer, porque tenía que aguantarlo todo.
¿Había maltrato, los hombres pegaban a las mujeres?
Sí, a mí me parece que sí, antes no lo decía ninguna, pero sí.
Ahora vives sola…
Vivo sola. Viene una muchacha dos horas por la mañana y luego por la noche viene otra a dormir conmigo. Tengo tres hermanos aquí, y en el estanco vive un sobrino, hijo de mi hermana Fina, así que estoy rodeada de la familia.
¿Echas algo en falta?
Hijos, no he tenido hijos y me hubiera gustado.
¿Cuándo ha sido la última vez que has estado en San Pedro?
Hace cinco años, y me vine llorando de ver San Pedro como estaba.
¿Por qué llorabas?
Lloraba de ver cómo está ahora y recordando lo que fue. La casa en la que vivíamos nosotros tenía dos balcones grandes con rejas y ahora estaban por el suelo.
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