La comida que llega a nuestro plato ha viajado 2400 km. de media, desconocemos en la mayoría de los casos como ha sido producida y la cantidad de sufrimiento causado para llegar hasta nuestro plato. Nuestra manera de comer y de vivir está relacionada estrechamente con la globalización.
La globalización esta dirigida, principalmente, por tres organizaciones internacionales: FMI (Fondo Monetario Internacional), La Banca Mundial y la OMC (Organización Mundial del Comercio), con la complicidad de los gobiernos de los países más influyentes, de las compañías más depredadoras y la pasividad de los ciudadanos y consumidores.
Estas tres organizaciones escapan a todo control democrático y no tienen color político. Por ejemplo, el director del FMI es el socialista francés Dominique Strauss–Kahn, y China acaba de ingresar en la OMC. Se trata para ellos de crear un mercado mundial donde la competencia sea feroz y la uniformización la mayor posible, sin contemplación para los daños colaterales, dejando a las ONGs el trabajo de solucionar los problemas.
El resultado de la liberalización del mercado, de la supresión de los acuerdos aduaneros y de cualquier tipo de control en los movimientos de dinero ha sido un desastre para todo el mundo. Pérdidas de puestos de trabajo debido a la deslocalización de la grande y pequeña industria, crecimiento de la diferencia entre los más ricos y los más pobres, disminución de la biodiversidad, calentamiento global etc… Como en los tiempos más nefastos de la colonización, los países ricos están pagando una miseria por las materias primas y los alimentos producidos en los países del sur, y exportan su basura hacia ellos, sin la más mínima ética.
Mientras tanto, nuestra sociedad de abundancia es cada vez más dependiente del petróleo, se ha alargado considerablemente el tiempo que pasamos en el coche para ir a trabajar, llevar los niños a la escuela o ir al supermercado o de vacaciones.
El mundo occidental ha vivido un éxodo masivo de personas que han abandonado las zonas rurales para convertirse en ciudadanos. Este mismo éxodo está ocurriendo en los países del sur. Esta manera de vivir que genera mucho estrés y consume mucho petróleo no nos hace felices, parece no haber otras soluciones. Muchos individuos y comunidades cansados de este sin sentido proponen una serie de acciones y de cambios. En Inglaterra, como en Francia y en España, se ponen en marcha alternativas de transición que son posibles modelos de futuro, alternativas a los más que previsibles desastres ecológicos y a la inseguridad alimentaria. El conjunto de estas iniciativas entran en el marco del movimiento de transición. Se basa en una serie de propuestas, de recomendaciones y de acciones.
1º No imponer nuestro modelo de desarrollo económico como si fuera la única manera de alcanzar la felicidad. Para que los pueblos puedan ser maestros de su destino hay que acabar con la ayuda al desarrollo y a la corrupción que va con ella. En 50 años,100.000 millones de dólares prestados por la banca Mundial han sido desviados por la corrupción estatal, a veces para comprar armas.
2º Relocalizar la producción. Producir y consumir localmente “vivir y trabajar en la región”. Descentralizar la producción industrial, abandonar la agricultura industrial para volver a una agricultura tradicional y ecológica, apoyando a los pequeños productores, producir nuestra propia comida. Una medida indispensable para conseguir esto es restablecer los derechos de aduanas para todos los productos. Para Kropotkine, príncipe ruso revolucionario, la sociedad ideal sería la que se fundaría sobre la ayuda y sería inspirada por las sociedades tradicionales, lo opuesto de las ideas Darwinianas, basadas en la competición, nacidas en su época y dominante hoy en día. Para restablecer una relación equilibrada entre la ciudad y el campo proponía una actividad agrícola mínima para todos. La reapropiación de los espacios públicos, abandonados y, a veces, contaminados, para crear huertas comunitarias en las ciudades es un ejemplo de transición que le hubiese gustado.
3º Recuperar, reparar, reutilizar…O cómo resistir a la manía de comprar, usar y tirar. La sociedad de consumo ha inventado el concepto de obsolescencia, se tiran miles de teléfonos móviles, de computadoras y otros artefactos electrónicos en perfecto estado de marcha, simplemente porque nos han convencido que el último modelo era más potente más bonito o más pequeño.
4º Fortalecer los lazos de vecindad. El terrorismo del dinero no es sólo el miedo de no tenerlo o de perderlo, sino, sobre todo, no tener nadie sobre quien apoyarse, no tener lazos sociales que sirvan de ayuda en caso de necesidad. El cambio social necesita tiempo. Las comunidades se construyen alrededor de un lugar cuidándolo y cuidando las relaciones en todos momentos, tanto en los de abundancia como en los de penuria. Una manera de vivir más sosegada que no dependa únicamente del dinero, del trabajo y de la posición social podría aportar más felicidad.
El movimiento de transición, como los objetores de crecimiento, ponen manos a la obra allí donde están; creando monedas locales, ponen en marcha servicios de coches compartidos, crean jardines comunes en las ciudades y muchas cosas más, cambiando los valores de referencia y estableciendo lazos vecinales más estrechos basados en la ayuda, la reciprocidad y la amistad.
Si quieres saber más :
http://lalineadehorizonte.blogspot.com
http://movimientotransicion.pbworks.com
Libro “Compendio de Iniciativas de Transición”, de Ben Brangwyg y Rob Hopkins, editado por la revista Ecohabitar.
Antonio Martínez
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