Las malas noticias se acumulan en los frentes más opuestos (aparentemente): el de las finanzas internacionales y el del medio ambiente. ¿Por qué se va al rescate de las entidades financieras y no se hace prácticamente nada contra el cambio climático?
Cuarenta años de crecimiento nos han llevado a donde estamos ahora: a una crisis sin precedentes que podemos llamar “la crisis del desarrollo”. Podemos decir, sin lugar a dudas, que los problemas medio ambientales son una consecuencia de nuestra manera de vivir consumista y despilfarradora. Algunos piensan, como Simon Charbonneau, que la recesión que estamos presenciando es mucho más beneficiosa para el medio ambiente que los planes de futuro basados en el, ya famoso, "Desarrollo Sostenible".
Para contrarrestar los efectos de la recesión, el presidente francés, François Hollande y su homólogo americano, Obama, están hablando de reimpulsar el crecimiento: “Con el crecimiento se va a poder pagar la deuda, volver a crear empleo, hacer crecer el poder adquisitivo de los ciudadanos e impulsar políticas de protección de la naturaleza que se han estancado durante la crisis”.
Los gobiernos de los países más ricos ya advirtieron que no seguirían apoyando las pocas medidas adoptadas para luchar contra el cambio climático por culpa de la crisis.
¡El crecimiento lo puede todo!
Los ciudadanos desamparados tienen que creer que los culpables de meternos en esta crisis son los mismos encargados de solucionarla.
“Ni la energía nuclear ni las energías renovables, pasando por los biocombustibles, pueden sostener el consumo mundial actual, puesto que su rendimiento neto resultante (a la energía que producen hay que restarle la necesaria para la fabricación, puesta en producción, transporte, almacenamiento y procesamiento) es muy inferior al que se obtiene con el petróleo accesible. Los costes de obtención del petróleo, gas natural y carbón irán aumentando conforme sea más compleja su extracción, transporte y procesamiento y las perforaciones serán cada vez menos rentables.” (E.A.)
El colapso de nuestras sociedades opulentas no podrá ser solucionado por aquellos que lo han creado. Por otra parte, si la crisis se conforta, corremos el riesgo de ver a las organizaciones socio-políticas de los países democráticos sucumbir a la tentación de solucionar estos problemas con el establecimiento de estados ecofacistas, donde se obligará a los ciudadanos de segunda a apretarse el cinturón, mientras las oligarquías, protegidas por sus lacayos, podrán seguir simulando que todo va bien. La tendencia va por ahí…
Toda reflexión sobre la oportunidad que representa la crisis para abrir otras vías no podrá ver la luz mientras los gobiernos y las entidades que nos gobiernan estén sometidos al pensamiento único del crecimiento y a las preocupaciones a corto plazo, a menudo electoralistas.
El calentamiento global y el pico del petróleo son los dos problemas más importantes a los que se enfrenta la humanidad.
El cambio climático está siendo observado por el panel intergubernamental sobre el cambio climático (IPCC); este cambio climático es mil veces más rápido que cualquier variación climática sucedida en el pasado y puede sin lugar a dudas provocar grandes cambios en el clima. Se pronostica que el polo norte estará libre de hielo en 2030 durante un mes, en el 2050 durante tres meses. Los glaciares y los hielos de Groenlandia y Antártida pueden provocar con su deshielo una subida de los océanos y obligar a millones de personas a desplazase en grandes migraciones.
El pico de petróleo está siendo investigado por la ASPO y los trabajos y libros de Richard Heinberg, entre otros. El pico del petróleo significa el fin del petróleo barato, la subida del precio de los transportes y como consecuencia la de todos los productos dependientes de las energías fósiles. El pico del gas y el del carbón no tardarán en llegar...
Ante la conjunción de estos dos problemas y la desidia de los responsables, la sociedad civil se pone en marcha en los procesos de transición hacia una vida menos dependiente del petróleo y más resiliente. Para evitar el traumatismo que será el fin del petróleo barato y los problemas derivados del calentamiento global, los grupos de transición abogan por la reconstrucción de la resiliencia local.
¿Qué es la resiliencia?
En psicología es la capacidad de una persona a sobreponerse a un trauma. Este concepto se utiliza igualmente en ecología para calificar un ecosistema que tendría la capacidad de resistir a agresiones importantes.
Desde el punto de vista de las vías de transición, se habla de resiliencia de la sociedad o de las comunidades locales y del conjunto de individuos y de sus actividades cuando se ven sometidas al cambio climático y al pico del petróleo.
Las soluciones propuestas para aumentar la resiliencia pasan por una salida progresiva de nuestra dependencia de las energías fósiles.
Para llegar a esto es indispensable abandonar la agricultura industrial y volver a una relocalización de la producción agrícola, tradicional y ecológica. Descentralizar la producción industrial, reducir las unidades y relocalizarlas para evitar costes de transportes. Una medida indispensable para su consecución consiste en restablecer los derechos de aduanas para todos los productos.
Las energías renovables deben ser implantadas lo más cerca posible del punto de uso y, si es posible, individualizarlas. La sobriedad y el ahorro deben ser potenciados y valorados, el transporte debe ser sólo usado en casos extremos y cuanto más colectivos, mejor. Una vida con menos petróleo es tan posible como deseable y necesaria.
La calidad de vida puede mejorar, todos queremos vivir con menos estrés y más tiempo libre. El aire volvería a ser respirable en las ciudades, con menos coches, usando los transportes públicos.
Cuando reducimos nuestra huella ecológica no lo hacemos solo para nosotros. Es satisfactorio pensar que ayudamos a las generaciones futuras y proponemos un cambio de paradigma significativo para dar otro sentido a nuestras vidas.
¿Cómo se materializan las iniciativas locales para aumentar la resiliencia?
La inmensa mayoría de ellas fomentan la creación de huertos urbanos, la plantación de árboles productivos, la construcción de casas y la mejora del aislamiento con materiales de la comarca, la recogida y reutilización de desechos, la creación de bancos de semillas y de plantas medicinales, la creación de talleres de aprendizaje en labores tradicionales (tejidos, conservación de alimentos, creación de herramientas), instalación de paneles solares, creación de sistemas de trueque y monedas locales, cría y cuidado de animales de tiro, mantenimiento de granjas avícolas, producción sostenible de leña… Existen ya unas 80 iniciativas en funcionamiento, más de 200 en ciernes, y miles de ciudadanos/as comprometidos en alguno de sus grupos. (E.A.)
En conclusión, la resiliencia aumenta nuestra capacidad para enfrentarnos con éxito a los problemas que se avecinan, crea lazos entre vecinos, potencia la igualdad de género, la autonomía, la autogestión y la soberanía alimentaria.
Antonio Martínez
Más información:
http://www.sosclima.org
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