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Cartas y opiniones

Desde aquí os animamos a enviar vuestras cartas contándonos anécdotas, comentarios y opiniones sobre todo lo relacionado con el Parque Natural. Podéis hacerlo a través de Internet o por correo postal. Gracias.
 

El Parque hace sonar su eco en llamada de auxilio

Desgraciadamente, cuando visitamos zonas turísticas, la gran mayoría de estas no están habilitadas con sistemas de recogida de basura, como es el caso del Parque Natural de Cabo de Gata. Encontramos multitud de calas que hace 10 años veíamos inhabitadas y podíamos llamar "calas vírgenes", pero que hoy en día, debido al abordaje de multitud de turistas y a la construcción de parkings, se han echado a perder. Lo peor de todo son casos como la Cala de Enmedio, que se encuentra en este lamentable estado debido ya no solo a la contaminación del medio ambiente, que esto supone, sino a la contaminación visual de nuestro fabuloso Parque.

Fotos: Zulo en Cala de Enmedio © MGS

En estas fotografías que tomé se puede observar el deprimente y abandonado estado de la entrada a la playa. Aparte de los montones de basura, cabe resaltar la existencia de dos zulos que fueron hallados hará unos 8 años por las fuerzas de seguridad del estado, que estaban destinados al parecer al contrabando de drogas. Estos zulos miden aproximadamente 2 metros de ancho por 3 de alto, están situados a ras del suelo, con unas trampillas metálicas bastante oxidadas y agujereadas, con salientes afilados y cortantes que no quedan a más de unos 20 metros de la arena de la playa. Para ubicarlos hay que ponerse situado mirando desde el mar hacia el centro de la playa y la montaña, estos quedan camuflados en unos arbustos.

Quiero hacer hincapié en el peligro que esto supone para cualquier persona, pero en especial para los niños que puedan caer o cortarse jugando. Desgraciadamente estos zulos no fueron retirados en su día y hoy por hoy están casi llenos de basura que los turistas han ido dejando a lo largo de los años y que supone un gran desequilibrio para el medio ambiente, flora y fauna.
Creo que no es mucho reclamar que se tomen medidas para retirar estos zulos y se dote a la playa de unos contenedores apropiados para tirar la basura.

Marco González Sanz

¡A pelotazo limpio!

La pista de pádel de San José, instalada a pocos metros de las ventanas de algunas viviendas de la calle Pasaje y a algunos más de la urbanización Marina de San José, es una auténtica tortura para los vecinos de ambas zonas y una fuente de contaminación acústica en los alrededores. El peloteo continuo, acompañado de gritos de aliento o desaliento, aplausos y reproches de los deportistas, es como una gota malaya que perfora la paciencia de los vecinos durante todo el día y parte de la noche, porque en los meses de verano se abre la pista a las ocho de la mañana y se cierra después de la hora lógica del silencio de las 12 de la noche. En el verano de 2012 era a la 1,30 de la madrugada, en el de 2013 a las 0,30 –todo un detalle ese adelanto–, teóricamente, porque casi siempre se pasan unos 10 o 15 minutos y cuando se les ha pedido que, al menos, cumplan el horario, las contestaciones no han sido precisamente las más correctas, todo en presencia y con la aquiescencia del encargado del cierre. No es raro que, con ocasión de algún campeonato, el horario se prolongue bastante más. Incluso, al menos en la noche del 15 al 16 de junio, llegaron a abrir la pista y comenzar a jugar a las 5 de la madrugada, si bien es cierto que lo dejaron ante el ruego de una vecina.

Foto: La pista de pádel de San José bajo las ventanas de los vecinos © VSJ
 

En definitiva, la empresa que la gestiona el Ayuntamiento y, en última instancia, los deportistas son quienes deciden cuánto y cuándo han de descansar los vecinos afectados, algunos de los cuales son personas mayores y niños pequeños, que sobresaltados por los pelotazos, se desvelan más allá del tiempo de cierre de la pista.

Además, durante la noche, grandes focos iluminan la pista y todos sus alrededores con una potencia probablemente superior a la que debe permitirse en espacios protegidos, el consiguiente consumo energético y la contaminación lumínica que supone para un entorno natural y, sobre todo, la intrusiva en las viviendas cercanas con sus demostrados efectos adversos sobre la salud de las personas.

Es cierto que solo afecta a unos cuantos vecinos, pero no es menos cierto que sus casas estaban allí antes que la pista y que algunas de ellas son habitadas por veraneantes que se van no hablando muy bien de la calidad de vida de la localidad, cuyo desarrollo actual y los puestos de trabajo de sus habitantes, recordemos, se deben precisamente a los visitantes. Con un poco de vista y delicadeza, se podía haber instalado en algunos de los muchos espacios ya desforestados que hay en la zona bastante más alejados de todas las viviendas, sin que la legítima actividad lúdico-deportiva de unos altere el más legítimo aún derecho al descanso, y por lo tanto a la salud, de otros, pero ya que no ha sido así y, aunque lo justo sería trasladar la pista a otro lugar menos molesto, mientras esto sucede, se le deberían aplicar las ordenanzas sobre actividades ruidosas o, al menos, limitar el horario de verano a no antes de las 9 de la mañana ni después de las 12 de la noche y así esperamos que la sensatez y buen hacer de los responsables municipales y autoridades medioambientales lo consideren a partir de ahora.

Algunos vecinos de San José

¡Ay! La Molina

Cuando empecé a ir a San José, hace casi veinte años, La Molina era un bosquecito de eucaliptos dejado de la mano de Dios, y de las autoridades, donde trinaban los pájaros y paseaba la gente, poca. De vez en cuando acampaba alguna furgoneta de “gipis” que no hacía ruido ni se metían con nadie, ni nadie se metía con ellos. Los domingos de verano se instalaban algunas familias a pasar el día de campo-playa de forma pacífica y popular. Era el pulmón de San José, la joya verde de la zona, el área arbolada más extensa de Parque Natural. Pero había que progresar y el ayuntamiento desforestó parte del Parque, la más cercana a las viviendas, para hacer una pista polideportiva, con su tapia y grandes focos.

Cuando se decidió quitar la feria de la parte baja de la rambla, casualmente al abrir el hotel Don Ignacio, la inquina municipal mandó a mejor vida a decenas de árboles, creando una gran calva en el mismo centro del bosque para ubicar allí tan ruidosa actividad, tres día al año, y quizás algún que otro acontecimiento puntual, y dejar casi deforestada la zona per saecula saeculorum.

Foto: La Molina © VSJ
 
 

Pero había que seguir progresando y “adecentando” las zonas públicas y el odio consistorial a los árboles se manifestó mediante la creación de zonas recreativas con bancos, farolas, glorietas, pérgolas, carril bici, la pista de pádel, con nocturnidad y vocinglería. Y unos grandes farolones de gran potencia, verdaderos monumentos a la contaminación lumínica. Si bien es cierto que ello ha aumentado el número de paseantes y deportistas durante el día, de noche se siembra el botellón, se cultiva la vocinglería etílica, proceso éste completado con la instalación, en plena zona residencial y contra toda lógica, de la mayor discoteca del municipio, por lo que, además del trasiego durante toda la noche de coches y viandantes, crecen los fumadores que orinan de madrugada contra los troncos de los eucaliptos, y han aumentado los botellones que suelen prosperar junto a todo tugurio nocturno y que nacen como setas cuando se apagan las luces de las pistas deportivas a altas horas de la noche.

Y, como suele ser habitual, a los artífices de tal progreso, se les olvidó el adecuado mantenimiento y la garantía del orden público. Ni un solo cartel advirtiendo de la prohibición municipal de beber alcohol en espacios públicos, ni aconsejando mantener el lógico silencio. Ni una vigilancia para evitar la degradación de la zona, ni una sanción a quienes la han elegido como letrinas de sus perros, cuando no la de ellos mismos…

Hoy, lo que fue la mayor zona verde del de-sértico Parque Natural, es la zona de la población con más contaminación lumínica y acústica en horas nocturnas. Vivero de cacas de perro, sede de botellones, fuente de pelotazos y gritos, bancos rotos, montones de hojas caídas de los eucaliptos, plásticos, trozos de madera, trapos y otras basuras, ingredientes perfectos para que cualquier desa-prensivo deje caer una colilla y acabe con lo que queda del bosquecillo.

Pero, ¿Qué importa? Si eso no da dinero…

Un vecino de San José