Desde un punto de vista
naturista, ir a la playa supone realizar una completa
sesión de terapia natural. En la orilla
del mar practicamos cuatro terapias naturales:
geoterapia, helioterapia, eoloterapia y talasoterapia,
que corresponden al poder curativo de la tierra,
el sol, el aire y el mar. Contactamos con cuatro
elementos portadores de vida que antes, el ser
humano, disfrutaba en todo momento.
El contacto directo de
la planta de los pies con la arena se asemeja
a una sesión de reflexoterapia podal. En
la planta de los pies tenemos miles de terminaciones
nerviosas y cientos de conexiones con nuestros
órganos; la acción de la arena sobre
la planta estimula nuestra fisiología y
tonifica los nervios. El baño de arena
nos ofrece también beneficios; la arena
posee un alto poder de absorción, por lo
que limpia la piel de impurezas y la regenera.
Es también un excelente tratamiento para
las enfermedades relacionadas con los huesos,
como la descalcificación, artritis, artrosis,
etc.
Los rayos solares son fuente
inagotable de salud, pero su acción benéfica
se halla sujeta a la proporción y a la
mesura. La luz solar tiene una acción antiséptica
y, por su poder calorífico, los rayos ultravioleta
estimulan el metabolismo celular y la circulación
sanguínea produciendo sudoración
y expulsión de las sustancias toxicas acumuladas
durante el invierno. Según estudios realizados
por el naturista Arnold Rikli, los rayos solares
potencian el sistema inmunitario.
El agua de mar, a través
de su efecto antigravitatorio, relaja nuestra
masa muscular. La frialdad del agua encoge los
capilares, al salir y tumbarnos al calor del sol
se produce el efecto contrario: la sangre es atraída
desde los órganos hacia la piel dilatando
los capilares y aportando sangre a lugares, a
menudo, faltos de irrigación. El yodo natural
ejerce al cabo de pocos días una acción
reguladora sobre el sistema endocrino, especialmente
sobre el tiroides. Su máxima virtud curativa
se centra en enfermedades de la piel: la soriasis,
por ejemplo, puede curarse con largas temporadas
de baños marinos. El impacto del viento
sobre el cuerpo desnudo tiene una acción
benéfica, su contacto sobre las células
dérmicas tonifica las terminaciones nerviosas
de la piel, depura la piel y ayuda a cicatrizar
heridas o lesiones. El baño de viento es
muy apropiado para personas con depresiones y
neurosis.
En suma se trata de entrar
en contacto con los elementos que generaron un
día nuestro propio organismo, recibiendo
de ellos una fuerza vital que no es cuantificable
con criterios científicos ortodoxos. Sabemos
por propia experiencia que cuando pasamos un día
en la playa notamos todo el bienestar recibido
en el contacto directo con EL SOL, EL AGUA, LA
ARENA Y EL AIRE.
Clara Milla
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