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Un verano con desgracias

Foto:
Punta Esparto llena e basura, © AP
Coches desbordando el aparcamiento de la Playa de Los Muertos, © AP

Concluida la temporada alta, todos nos aprestamos a hacer balance. Este año no ha sido de los mejores. Una valoración que se viene repitiendo en los últimos veranos ¿Vamos a mejor o a peor?

Según las estimaciones nacionales, el turismo masivo de sol y playa decrece, inexorablemente. Es irremediablemente cierto para los destinos españoles que encumbraron el modelo de veraneo de masas y destinado al fracaso para los lugares que tardíamente pretenden emularlo. Y eso está ocurriendo con este querido Parque nuestro. Los que lo conocían de antes ya no están contentos con las novedades que año tras año encuentran. En la mejor de las hipótesis, para los tradicionales que están dejando de ser incondicionales, es un destino al que renuncian para los meses de temporada alta, el verano. Para muchos de los que acuden nuevos, esto es un desastre, no hay infraestructuras, comodidades, que cubran un turismo acostumbrado al sol y la playa de las costas famosas y los precios, además, no permiten derrochar.

El primer susto colectivo se fraguó poco a poco, al final llega agosto y ninguno de los visitantes de última hora se quedó sin poder alquilar, había disponibilidad hasta en San José. ¡Hospedaje y casas libres en el mes de agosto! Además, las reservas son cada vez más cortas, nadie alquila para un mes, por semanas a lo más. Los garitos sólo se llenan los fines de semana. Y todo este montaje para algo menos de dos meses. A principios de septiembre pocos negocios de temporada seguían abiertos.

Las restantes desgracias, las intrínsecamente nuestras, ya las conocemos. Los cortes de luz y agua y de agua y luz han estado a la orden del día y agravados con respecto a otros años. También ha habido más agua sucia saliendo por los grifos. Más casas, más peste, las de nuestras aguas fecales con las que convivimos hasta en las calles. Sí, en las calles, en la urbanización Cortijo Las Negras, había que cruzar, en coche o a pie, una ensenadita de fecales con papel higiénico flotante. En el mes de octubre, en la rambla de Las Hortichuelas todavía manaba el arroyo de aguas fecales. Las obras - esas del incesante ladrillazo especulativo - han hecho el descanso, qué digo yo, ¡la vida!, imposible a todo el mundo. No sólo no han parado en verano, sino que se han cortado calles en los mismos centros de las barriadas a cualquier hora del día; durante la noche se ha permitido la iluminación de las obras y grúas, para amplificar el reclamo comercial, claro. Lo primero es lo primero y las obras tienen prioridad absoluta. Las grúas han pasado a constituir un adorno de nuestro espectacular paisaje. El margen oriental de la rambla de Las Negras ha sido destrozado por una nueva carretera de acceso a terrenos municipales. Es la contribución del desarrollo sostenible. Ahora todos los lugareños de toda la vida tienen obras tan importantes que necesitan grúas, porque son los autóctonos los propietarios de los bloques de apartamentos y las urbanizaciones. ¿Quién se lo cree?

Hay otros males menores, también los de siempre: la carretera principal, completamente destrozada durante gran parte de la temporada alta y concluida milagrosamente en un santiamén para la vuelta ciclista, ahora es ya un río negro; contenedores rebosantes y apestosos, la suciedad y basura que nos caracteriza como un gran atributo, pueblos sin servicio de limpieza, por ello ni papeleras tienen, porque no hay quien las vacíe; playas que parecen escombreras, como la de Las Negras, en donde se fosilizan los restos del chiringuito; coches y coches por doquier, emparedando pueblos y gentes; fiestas populares que surgen nuevas y se alargan aun sin gente; más contaminación lumínica y acústica, sin moderación, en las barriadas y en el campo. Véase, como ejemplo, la línea de la Administración de Medio Ambiente y la iluminación que ha inaugurado este año para la parte alta de la carretera, porque no hay nada más, sólo monte, que sube a las minas. La farola convencional se impone definitivamente, como demuestra la ampliación del alumbrado por parte del Ayuntamiento de Níjar en las zonas a urbanizar. Los particulares, en la misma tónica: los aparcamientos del Chamán y la Haïma son ahora campos de fútbol, bien iluminados, usados para el botellón. Se acabaron las estrellas.
Y qué decir de nuestros recién estrenados agricultores, como los que están destrozando paisajes enteros como el de Escullos o el valle de Rodalquilar ¿quizás se trata de agricultura ecológica y compatible con los valores ambientales o paisajísticos?

Nos queda lo bueno, eso que nos quitan a propios y extraños cada verano, eso que nos cuentan que es lo que tan bien se vende, en dinero, sí, contante y sonante, de este lugar: su paisaje, su tranquilidad, su naturaleza, la singularidad de sus gentes, su vida... Cada año, por tanto, nos empobrecen un poco más.

Amigos del Parque