El
primer susto colectivo se fraguó poco a poco, al
final llega agosto y ninguno de los visitantes de última
hora se quedó sin poder alquilar, había
disponibilidad hasta en San José. ¡Hospedaje
y casas libres en el mes de agosto! Además, las
reservas son cada vez más cortas, nadie alquila
para un mes, por semanas a lo más. Los garitos
sólo se llenan los fines de semana. Y todo este
montaje para algo menos de dos meses. A principios de
septiembre pocos negocios de temporada seguían
abiertos.
Las restantes
desgracias, las intrínsecamente nuestras, ya
las conocemos. Los cortes de luz y agua y de agua y
luz han estado a la orden del día y agravados
con respecto a otros años. También ha
habido más agua sucia saliendo por los grifos.
Más casas, más peste, las de nuestras
aguas fecales con las que convivimos hasta en las calles.
Sí, en las calles, en la urbanización
Cortijo Las Negras, había que cruzar, en coche
o a pie, una ensenadita de fecales con papel higiénico
flotante. En el mes de octubre, en la rambla de Las
Hortichuelas todavía manaba el arroyo de aguas
fecales. Las obras - esas del incesante ladrillazo especulativo
- han hecho el descanso, qué digo yo, ¡la
vida!, imposible a todo el mundo. No sólo no
han parado en verano, sino que se han cortado calles
en los mismos centros de las barriadas a cualquier hora
del día; durante la noche se ha permitido la
iluminación de las obras y grúas, para
amplificar el reclamo comercial, claro. Lo primero es
lo primero y las obras tienen prioridad absoluta. Las
grúas han pasado a constituir un adorno de nuestro
espectacular paisaje. El margen oriental de la rambla
de Las Negras ha sido destrozado por una nueva carretera
de acceso a terrenos municipales. Es la contribución
del desarrollo sostenible. Ahora todos los lugareños
de toda la vida tienen obras tan importantes que necesitan
grúas, porque son los autóctonos los propietarios
de los bloques de apartamentos y las urbanizaciones.
¿Quién se lo cree?
Hay otros males
menores, también los de siempre: la carretera
principal, completamente destrozada durante gran parte
de la temporada alta y concluida milagrosamente en un
santiamén para la vuelta ciclista, ahora es ya
un río negro; contenedores rebosantes y apestosos,
la suciedad y basura que nos caracteriza como un gran
atributo, pueblos sin servicio de limpieza, por ello
ni papeleras tienen, porque no hay quien las vacíe;
playas que parecen escombreras, como la de Las Negras,
en donde se fosilizan los restos del chiringuito; coches
y coches por doquier, emparedando pueblos y gentes;
fiestas populares que surgen nuevas y se alargan aun
sin gente; más contaminación lumínica
y acústica, sin moderación, en las barriadas
y en el campo. Véase, como ejemplo, la línea
de la Administración de Medio Ambiente y la iluminación
que ha inaugurado este año para la parte alta
de la carretera, porque no hay nada más, sólo
monte, que sube a las minas. La farola convencional
se impone definitivamente, como demuestra la ampliación
del alumbrado por parte del Ayuntamiento de Níjar
en las zonas a urbanizar. Los particulares, en la misma
tónica: los aparcamientos del Chamán y
la Haïma son ahora campos de fútbol, bien
iluminados, usados para el botellón. Se acabaron
las estrellas.
Y qué decir de nuestros recién estrenados
agricultores, como los que están destrozando
paisajes enteros como el de Escullos o el valle de Rodalquilar
¿quizás se trata de agricultura ecológica
y compatible con los valores ambientales o paisajísticos?
Nos queda lo bueno,
eso que nos quitan a propios y extraños cada
verano, eso que nos cuentan que es lo que tan bien se
vende, en dinero, sí, contante y sonante, de
este lugar: su paisaje, su tranquilidad, su naturaleza,
la singularidad de sus gentes, su vida... Cada año,
por tanto, nos empobrecen un poco más.
Amigos del
Parque
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