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La víbora hocicuda

Aunque la experiencia y la vida diaria en Cabo de Gata nos haga creer que hay muchos más, según los naturalistas, el único ofidio relativamente peligroso que vive en nuestro Parque es la víbora hocicuda (Vipera latasti). Además, Cabo de Gata y Doñana son los únicos lugares de la península que cuentan con esta especie a nivel del mar.
Su mordedura produce un dolor agudo intenso en todo el miembro afectado que suele ir desapareciendo en minutos o a veces horas. Luego nos queda una inflamación dolorosa al tocarla que se va extendiendo por el miembro y que durará varios días. Pero tranquilos que nuestra hocicuda víbora es la menos peligrosa de las víboras ibéricas porque su veneno es el menos tóxico y los encuentros con ellas son verdaderamente raros.

Foto: Víbora hocicuda, © © Juan Pablo Gónzàlez de la Vega

El color de la víbora hocicuda varía desde los grises claros a los pardos oscuros, con la banda vertebral siempre oscura ribeteada de negro, haciendo forma de zig-zag o de rosario. Los laterales tienen grandes manchas oscuras, el vientre es grisáceo y el extremo de la cola amarillo. Sus pupilas son verticales y la cabeza triangular con el hocico ligeramente levantado, dándole la característica de donde viene su nombre, ese hocico como de enfado. Su tamaño es de 50 a 75 cm., siendo los machos mayores que las hembras. Inicia su celo con la primavera. Su reproducción es ovovivípara y entre agosto y octubre la hembra pare hasta ocho vivoreznos con un tamaño cercano a los 20 cm. Este ofidio es un endemismo ibero-norteafricano, beneficioso para la agricultura y los humanos por la cantidad de roedores que se come.

Las víboras hocicudas son difíciles de ver porque pasan el día escondidas bajo las piedras y los matorrales, y sólo salen con el crepúsculo, para cazar pequeños mamíferos y reptiles. En verano tiene la costumbre de encaramarse a los palmitos y otros arbustos, huyendo de las altas temperaturas del suelo, es el momento más peligroso porque podemos encontrarnos con ellas accidentalmente y que su mordedura se produzca en el cuerpo, cara o cuello.

Desde hace un tiempo, la víbora hocicuda está más de morros que nunca porque esperaba recibir la visita de un grupo naturalista que trataba de fotografiarla y estudiar sus costumbres, en el barranco del Sabinal, pero la falta de respuesta de la dirección del Parque la ha dejado sin visita, y a nosotros sin saber más sobre esta enigmática y venenosa vecina nuestra.

Mariano Torrero