La tesis se enuncia en
el título. La interpretación ingeniosa,
radicalmente histórica, nos ofrece la imagen
de Cervantes apostando fuerte por la literatura
y abriendo un horizonte narrativo nuevo: la novela
moderna. En efecto, tras escribir los primeros
capítulos a modo de novela corta y no sabiendo
Cervantes cómo continuar, pero obligado
por la necesidad de comer de la escritura, se
lanza al mercado y compra el resto de la novela.
Introduce al sabio historiador Cide Hamete Benengeli
y se inicia un juego narrativo que nos sorprende.
La imagen dual/alegórica y la mirada literal,
desarrolladas a partir del contraste entre un
código nobiliario caduco y las nuevas relaciones
mercantiles, de índole capitalista, determinan
la marcha del libro. Don Quijote es un producto
híbrido de una sociedad que se transforma.
Junto al orgullo del hombre renacentista (D. Quijote
sabe y opina de todo), la crisis y el pesimismo
del barroco (la derrota, la burla y el escarnio).
Su elección es libre y asume todas las
consecuencias. El código caballeresco determina
la estructura base: un nombre, un caballo, una
dama, un escudero, una patria y aventuras con
las que alcanzar renombre y fama. Este caballero
en aprobación lee el mundo de manera alegórica,
fiel al código que imita: el de los libros
de caballerías medievales. De ahí
la ficción de los gigantes, los magos y
encantadores, los castillos, los ejércitos,
la penitencia, etc. Pero la meseta castellana
(la mirada literal), por otro lado, ofrecía
mercaderes, sederos, pastores, arrieros, ventas,
frailes y la Santa Hermandad con sus galeotes.
Esta tensión sólo puede conducir
a la ironía, al sarcasmo y a la melancolía.
El valor del trabajo de
Juan Carlos Rodríguez reside en rellenar
el hueco que una obra literaria de esta envergadura
andaba necesitando. Su mérito erudito ha
sido simplificado en beneficio de una interpretación,
un sentido, que si literal, capítulo a
capítulo, tan revelador como sus valiosos
estudios sobre los siglos de oro prometían.
Por ejemplo, nos describe perfectamente el funcionamiento
de las relaciones organicistas, medievales, cuya
mirada alegórica domina la visión
del hidalgo/caballero y las nuevas relaciones
animistas, de orden capitalista, de cuyo desorden
emergen los ideales del yo, la libertad y el amor.
Bajo esta óptica
analítica entendemos el humus básico
que se estaba ventilando en el Quijote y que,
al mismo tiempo, estaban padeciendo los escritores.
El homenaje que le rinde Cervantes a la literatura
de su tiempo mediante la presencia de distintas
técnicas como la oratoria, la mezcla de
diferentes géneros novelescos (pastoril,
morisco, bizantino, sentimental), la inserción
de poemas populares y cultos, la sabiduría
popular (refranes, cuentos populares), diversas
formas teatrales (escenas entremesescas en la
venta), demuestran una pasión literaria
desconocida y, al mismo tiempo, la necesidad del
escritor (el propio Cervantes) por hacerse un
espacio libre en la república de las letras.
Su vieja alma de soldado tuvo que combatir con
la literatura y el resultado fue ese loco genial
llamado Don Quijote: el que se hace a sí
mismo.
La intricada trama de géneros
literarios queda desgranada y adquieren un sentido
unitario en la interpretación que nos propone
el catedrático granadino. La mirada dual,
la literalidad, la dialéctica verdad/mentira,
el tener o no tener, la cuestión del salario
(del dinero), la importancia de los nombres, y
un largo etcétera, favorecen la comprensión
de la nervadura del hilo de la historia central
y proyectan sobre el texto cervantino una claridad
su lógica interna- que no sólo
facilitan la lectura del primer libro, sino que
iluminan las aparentes contradicciones del segundo
(publicado diez años después). De
caballero en aprobación a caballero discreto;
de hidalgo pobre a caballero dadivoso (siempre
ingenioso), de obra que tantea y duda, a la gloria
de una fama literaria justamente conquistada.
La de una vida (¿Cervantes/Don Quijote?)
que se ha hecho por sus obras (la pluma/la espada)
y ahora, como en un espejo, se refleja en el segundo
libro como sombra del pasado. Por encina late
la pasión por la creación y el dominio
de la literatura en todas su formas, especialmente
el teatro (generalmente la venta y el castillo,
se convierten en escenarios de comedias o entremeses);
las novedosas técnicas del suspense; la
inclusión del lector (para dilucidar sobre
la verdad o mentira de los capítulos apócrifos);
los juegos de autor, narrador, cronista, traductor.
Una de las últimas
afirmaciones de Juan Carlos nos invita a leer
El Quijote de otra manera, si con mirada cargada
de futuro, también como síntoma
de una mirada inconclusa:
"Con lo que el Quijote
puede leerse quizá también como
una historia de amor imposible en cualquier sentido:
la imposibilidad del hidalgo/caballero para realizar
su propia vida libre, la necesidad de Cervantes
(de la pluma que lo ha escrito) de tener que matar
a ese hijo suyo imposible, e incluso la imposibilidad
de Don Quijote de alcanzar alguna vez su amor
por Dulcinea: «no la has de ver en todos
los días de tu vida».[...] Y así,
precisamente a través de todos esos avatares
imposibles, Cervantes fue capaz de dejarnos en
herencia una de las mas bellas historias de amor
jamás contadas."
Pudiera parecer una empresa
de titanes descifrar el código y el sentido
subyacentes, pero el profesor Rodríguez
ha sabido dotar de significado y de vida renovada
a un texto clásico, casi sagrado, y cuyas
interpretaciones, a estas alturas, no ofrecían
nada nuevo.
Igual de sorprendente el resultado de proyectar
la imagen dual de las aguas azuladas, bajo un
inclemente sol de estío, de esta costa
de Carboneras, allá por la playa del Ancón,
para ir componiendo cada línea de El escritor
que compró su propio libro, al son insomne
de las olas y las brisas. Mientras se deslizaba
la holganza del tiempo para los veraneantes, Juan
Carlos Rodríguez dibujaba el mapa literario
cervantino, rasgaba la cortina ideológica
del siglo XVII y señalaba el lugar del
tesoro. Vale.
"Yendo, pues, caminando
nuestro flamante aventurero, iba hablando consigo
mismo y diciendo: «¿Quién
duda sino que en los venideros tiempos, cuando
salga a luz la verdadera historia de mis famosos
hechos, que el sabio que los escribiere no ponga,
cuando llegue a contar esta mi primera salida
tan de mañana, desta manera?: Apenas
había el rubicundo Apolo tendido por la
faz de la ancha y espaciosa tierra las doradas
hebras de sus hermosos cabellos, y apenas los
pequeños y pintados pajarillos con sus
harpadas lenguas habían saludado con dulce
y meliflua armonía la venida de la rosada
aurora, que, dejando la blanda cama del celoso
marido, por las puertas y balcones del manchego
horizonte a los mortales se mostraba, cuando el
famoso caballero Don Quijote de la Mancha, dejando
las ociosas plumas, subió sobre su famoso
caballo Rocinante; y comenzó a caminar
por el antiguo campo de Montiel. Y era la
verdad que por él caminaba. Y añadió
diciendo: «Dichosa edad y siglo dichoso
aquel donde saldrán a la luz las famosas
hazañas mías, dignas de entallarse
en bronces, esculpirse en mármoles y pintarse
en tablas, para memoria en lo futuro ¡Oh
tú, sabio encantador, quienquiera que seas,
a quien ha de tocar el ser coronista de esta peregrina
historia! Ruégote que no te olvides de
mi buen Rocinante, compañero eterno mío
en todos mis caminos y carreras». Luego
volvía diciendo, como si verdaderamente
fuera enamorado: «¡Oh princesa Dulcinea,
señora deste cautivo corazón! Mucho
agravio me habedes fecho en despedirme y reprocharme
con el riguroso afincamiento de mandarme no parecer
ante la vuestra fermosura. Plégaos, señora,
de membraros deste vuestro sujeto corazón,
que tantas cuitas por vuestro amor padece».(Don
Quijote I,2)"
«Sin contar las traducciones
inglés, francés, ruso,-[...]
fue sin duda un texto de primera fila en el mercado»,
nos recuerda, en los preliminares de su libro,
Juan Carlos Rodríguez.
Miguel Galindo
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