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Viaje
literario por el Parque
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Cuando llega el otoño,
empujado por húmedos levantes y ponientes
fríos, es el momento de volver, bien abrigados,
a la lectura de los cuentos. Y un precedente ilustre,
que ya nos acompañó por nuestro
Parque, me refiero a Carmen de Burgos, encuentra
ahora, en Lourdes Ortiz, un claro corolario narrativo.
Madrileña de nacimiento y almeriense de
corazón, profesora, hasta hace muy poco,
en la Escuela Superior de Arte Dramático,
autora de novelas, obras de teatro y ensayos,
la encontramos, desde hace años, sumergida
y feliz por las aguas litorales y limítrofes
del Parque (primero en Agua Amarga y actualmente
reparte su tiempo entre Carboneras y Madrid).
Parte de estas inmersiones parecen
quedar reflejadas en algunos de los cuentos incluidos
en el libro Fátima de los naufragios (Relatos
de tierra y mar) (1998) y la reciente redacción
del capítulo correspondiente a Almería
en el volumen Geografía Andaluza (2003),
donde descubrimos en nuestra amiga Lourdes una
mirada lírica y tierna, con los ojos claros
de una niña de 9 años, al recordar
la capital almeriense. (Será motivo de
comentario en otro número del Eco).
Novelista de la estirpe
de nuestros mejores narradores (como Galdós),
observadora y crítica (como Larra), dirige
sus intereses hacia el pasado (novela documentada)
para
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Foto:
Tormenta en la Playa de Cabo de Gata, ©
AC |
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contar de otra manera
(Urraca, 1982, La Liberta, 1999) los sentimientos
de la mujer; y hacia el presente (La fuente
de la vida,1995) sobre asuntos contemporáneos.
En este intercambio pasado-presente encuentra
la escritora el estímulo suficiente
para leer y entender de otra manera la temporalidad.
Los personajes
viven por sí solos en la maraña
de acontecimientos (la Edad Media o la Roma
Imperial / la España de fin de siglo)
que los envuelven, reescritos ahora desde
una mirada que sospecha de las superficies
y de las documentaciones oficiales. En la
dualidad (Historia) oficial / (ficción)
oficioso nos descubre Lourdes la fisura
desde la que novelar un mundo coherente
que se sostiene por sí mismo.
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En Fátima de los
naufragios relato que encabeza el libro-
tenemos el presente de la emigración en
pateras fundido con el pasado de la leyenda. La
Virgen de Fátima (pasado/leyenda), se transforma
al final del relato en la Virgen de las pateras,
Nuestra Señora de los naufragios (presente/realidad).
El viaje dramático de la miseria a la muerte.
La historia de Fátima es la de tantas mujeres
magrebíes que escogieron la senda de la
lucha y la rebeldía con la promesa de un
mundo mejor. La mujer embarcada es ya una heroína
que desafía a la muerte por la libertad
y la emigración cobra otro significado
aún más trágico si cabe.
El ilustre Mediterráneo otrora, hoy es
cementerio marino y cantil de las víctimas
de la civilización; caído Neptuno,
el mar devora a sus hijos, excedentes de una hambruna
sin límites.
Para Lourdes lo que importa
es la fuerza del personaje que aguarda, esperanzada,
que el mar le devuelva a su hijo y su marido (Hasam
hijo, Hasam padre). Fátima callada, solitaria,
alimentada por los vecinos del pueblo, representa
en su desnudez la descarnada realidad que perturba
la paz y la tranquilidad de la aldea. Aunque el
interés narrativo se concentra en la trágica
historia de Fátima, esta se ve acogida
por la hospitalidad de una serie de personajes,
cuyos nombres ficticios pueden ser muy bien trasuntos
de personas concretas de Agua Amarga: Antonio
el pescador, su hijo Lucas, Blas, Felipe, Marcelino,
Constantino.Y sus respectivas mujeres.
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El
segundo relato que llama nuestra atención
es breve y se titula El farero. Pero en su
brevedad descubrimos otro rasgo de la autora:
su versatilidad estilística para moverse
en narraciones con registros diferentes. Ahora
se trata de un monólogo dramático,
si no fuera porque el narrador-personaje (el
farero), situado en nuestro presente, demuestra
una alta capacidad espiritual para mantenerse
firme en un |
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Foto:
Faro de Mesa Roldán, © ¡Vamos
allá! |
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mundo
pasado (aceptar vivir en un catre pegado
a la pantalla del ordenador, sin salir del
faro), rechazando el confort pequeño-burgués
de la realidad cotidiana (un hogar
calentito con mi televisor y el partido
de fútbol o la copa en el bar).
Pero hay algo que le mantiene firme en su
puesto, en sus convicciones.
Para demostrarlo las páginas más
tiernas y dulces están dedicadas
a defenderse, en su torreta, del desierto
que habita a sus pies (el presente, la aldea,
el bullicio, la sociedad). Aislado sobrevive
gracias a otros amigos. El viento, sobre
todos, y sus variantes: el levante, el poniente
y el lebeche. Sin contar las brisas y las
olas levantiscas bautizadas por el farero
(esa puta brava de María,
la mentirosa de Fuencisla, O
la melosa de Lucía), atendiendo
a sus diferentes formas de aproximarse y
romper contra el acantilado. Además
hay que contar con las gaviotas y las lluvias.
Todos estos elementos naturales son tan
importantes que le llevan a desdeñar
el presente que se le ofrece de la siguiente
manera:
abajo, ya lo ven, torre de Babel;
aquí, en cambio, en la torreta, tengo
amigos sencillos que nunca han de faltarme,
que vuelven una y otra vez y me acompañan
día tras día. (p.116).
Y
efectivamente, desde esta frontera y límite
norte del Parque, confiamos que Lourdes
Ortiz siga encontrando los estímulos
narrativos necesarios para seguir experimentando
y profundizando en los distintos estilos,
desde la tradición, (la estructura
de ciertos cuentos es similar a Larra; el
recurso a la referencia milagrera es de
Galdós), con diversas influencias
europeas que van desde André Gide
con la tesis del gesto gratuito (El vuelo
de la mariposa); al estilo del realismo
sucio en La piel de Marcelinda, o el más
culto de todos, con el que cierra el volumen,
Venus dormida, cuyo título señala
la lección de pintura a la que asistiremos,
guiados magistralmente por un narrador de
estirpe velazqueña que nos retrata
un fresco, cuyo tema central es el desnudo
en la pintura, adoptando como motivo de
inspiración a la diosa latina. Urbino,
Goya, Manet, Rosseti, Ingres, son algunos
maestros seducidos por el tema. Paralelamente
el relato integra otras referencias cultistas:
la música, y sobre todo el vaivén
de recuerdos que pertenecen a un presente
próximo: 1945 y que se dilatan hasta
aquella fría mañana
de noviembre en 1992. Ahora sobrevienen
Picasso y Delvaux. El relato se cierra con
los sones, monótonos y reiterativos,
de la Fantasie; op. 17:
Robert Schumann hablaba con los
ángeles
y Lourdes Ortiz es su taquígrafa
angelical.
Le
damos la bienvenida y le deseamos nuestros
más amables rayos de sol y las más
intensas aguas azules.
Miguel
Galindo
Lourdes
Ortiz, Fátima de los naufragios.
(Relatos de tierra y mar), B, Planeta, 1998.
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