El balance de su obra alcanza
a más de diez novelas, casi cien cuentos,
cientos de artículos y ensayos, libros
prácticos y traducciones. Además
de pronunciar numerosas conferencias que toman
como centro de reflexión a la mujer y su
problemática (La mujer en España,
1906; Misión Social de la Mujer, 1911),
que culminan con un ensayo titulado La Mujer moderna
y sus derechos, (Valencia, 1927). De su obra se
han reeditado los siguientes títulos: Mis
mejores cuentos (Sevilla, 1986), Los Anticuarios
(Madrid, 1989), Los inadaptados (Granada, 1990),
Puñal de Claveles (1991) y La Flor de la
playa y otras novelas cortas (Madrid, 1989).
Sobre su vida merece interés
la edición por Federico Utrera de Memorias
de Colombine, la primera periodista,(1998) y los
esfuerzos editoriales de la Diputación
de Almería al publicar varios estudios
sobre su obra, como el reciente ensayo Mujer y
feminismo en la obra de Carmen de Burgos, Colombine
(2000).
Todo este preámbulo era necesario para
presentar su novela Puñal de Claveles (1931),
inspirada en el trágico crimen acaecido
en 1928 en el entorno de El Cortijo del Fraile.
La noticia tuvo repercusión nacional y
desde las páginas del ABC el mismo Lorca
se informa y encuentra en el suceso los elementos
necesarios para llevar la historia al teatro.
El resultado será la tragedia: Bodas de
sangre, (1932). Lo más importante de ambos
textos es que ninguno quiere ajustarse a la verdad
de los hechos y se recrean en un final acorde
con sus intereses literarios .
Carmen de Burgos escribe,
lo que hoy llamaríamos, una novela rosa,
de tinte costumbrista, de corte roussoniano y
regeneracionista, al servicio de la libertad de
la mujer. Por ello encuentra la inspiración
del tema (la nueva pareja consigue embarcar, rumbo
a Argelia y no hay sangre) en el triunfo
de la libertad y el amor. Frente a Lorca que considera
la fuerza del amor como eje de la tragedia y de
la sangre. En ambos, sin embargo,
un hilo sutil los conecta y es su admiración
por la valentía de esa mujer que primero
se rebela a aceptar su destino y después
decide libremente su futuro, saltando por encima
de los convencionalismos sociales (la fuga ocurre
la noche previa a la boda).
Colombine aprovecha el relato para recrearse en
unos paisajes tan queridos y de gratos recuerdos,
asociados a su infancia, pero también para
defender y justificar la postura de la protagonista,
al proyectar su propia experiencia personal (su
condición de madre separada y su marcha
a Madrid), como reveladora de una vida nueva,
libremente escogida. Se detiene minuciosamente
en descripciones físicas que van desde
retratos de personajes, especialmente relevante
el de la protagonista, hasta pequeños detalles
relacionados con la construcción del Cortijo,
los utensilios de cocina o el ajuar de la novia.
Todo esto dota de realismo a la obra. Pero hay
más.
Merece interés la
idealización constante y la ternura proyectadas
sobre el entorno del Cortijo, aunque en aras del
suspense, sobrevuele un tono misterioso e incluso
tétrico, que roza con la novela gótica.
Pero siempre la autora se esfuerza en minimizar
el drama, en justificar la actitud de Francisca
Montes, en definitiva, en bendecir la nueva unión,
pues simboliza la mujer nueva por la que tanto
estaba luchando. Las cualidades físicas
(belleza) y morales semejan a las descripciones
de mujeres de los cuentos de hadas: Cenicienta,
Blancanieves, pero con la resolución de
la mujer moderna que puede cambiar su destino,
liberándose de la servidumbre a la tradición
heredada. Vista desde este ángulo representa
un nueva heroína (de ámbito provinciano)
que continúa la tematización de
un ser mujer al estilo de Madame Bovary, Ana Ozores,
etc... pero con la ventaja rosa del
final feliz.
El final feliz que la misma
Carmen de Burgos experimentó cuando se
proclamó la segunda república, pues
tenía puestas todas sus esperanzas en el
ideario republicano socialista, con unos claros
objetivos educativos y desde sólidas bases
pedagógicas que, en afortunadas palabras
de Juan Ramón Jiménez, se llamó
ética-estética. Su obra, sin duda,
está al servicio de la ética-estética
del regeneracionismo y su vida entregada a la
causa de la mujer a través de su entusiasta
militancia en el Partido Radical Socialista. Cuando
muere en 1932 pronuncia las siguientes palabras:
Muero feliz, porque muero dentro del pleno triunfo
republicano ¡Viva la República! Quizás
fue motivo suficiente para que cayese sobre su
obra el silencio y el olvido de la última
historia literaria.
Miguel Galindo
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