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Viaje literario por el Parque

Tenemos la ocasión de compartir asiento en este Viaje con Rafael Espejo (1975, Coria del Río, Córdoba) un conocido poeta en el panorama lírico andaluz y nacional de quien ya publicamos un poema dedicado al Parque, y en esta oportuna ocasión afortunada, por delicadeza de su autor, adelantamos algunos poemas del próximo libro, inédito, titulado Hierba en los tejados, escrito en parte y finalizada su escritura en Carboneras. El título se entrelaza con Campo de retamas, libro de aforismos y pecios recién publicado por Sánchez Ferlosio.

Hasta ahora lleva publicados los poemarios: Círculo vicioso, El vino de los amantes y Nos han dejado solos. El poeta atesora un intenso currículo de lecturas públicas (colabora con el CAL, Centro Andaluz de las Letras) y ha recibido distintos galardones en prestigiosos premios, como Generación del 27, además ha estado becado por la Residencia de Estudiantes de Madrid. Publica con regularidad crítica literaria en revistas especializadas (La Estafeta del Viento, Cuadernos Hispanoamericanos, El maquinista de la generación, Paraíso, etc.). Es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Granada, lector para la editorial de poesía Pre-textos y colaborador como articulista de opinión y crítico literario en diversos medios (Público, Ideal de Granada, Granada Hoy, El día de Córdoba, etc.). Aparece en varias antologías de poesía española reciente, y parte de su obra ha sido traducida al inglés, al francés, al portugués y al italiano. En 2009 fundó "La Catrina", agrupación que unía a sus poemas acompañamiento musical y animaciones visuales, y que dio lugar en 2011 a "Los duelistas", junto a Dr. Montañés (teclado y sintetizador) y Johnny Moreno (acordeón y chelo).

Si su primer libro se inscribe en la poética de la otra sentimentalidad (realismo visual, ironía, humor), este último depura la expresión en imágenes cotidianas que, aún doliendo, resultan bálsamo para el crecimiento. Al soslayo se deja caer una mueca amarga removida por el paso del tiempo, de ahí que conecte con la tradición de poesía meditativa relacionada estrechamente con la reflexión sobre este parámetro.
La contención verbal se observa en la retórica esencial y en la blancura estética. Ambas establecen una más profunda relación con la experiencia selectiva de una melodía inspirada sobre todo por la naturaleza y sus señales. Nómada de sí mismo (como otro poeta amigo, Andrés Navarro) entabla un diálogo con las raíces que anclan su existir en un aquí y ahora: un territorio nuevo habitado y conquistado por la palabra. Vicente Aleixandre define como cruce del encuentro y hallazgo a esta singularidad de la tríada: tiempo, espacio y ser.
Nombra y recrea un ser frágil habitado de tiempo que se aproxima al doliente ser herido por el rayo de la vida: el amor y el sexo, la amistad y la soledad, el lugar del hábitat y la palabra como lugar del descubrimiento representan distintos relámpagos de la tormenta.
La cita inicial tomada de Henry Miller ofrece las claves del título del poemario: «quizás sea la mala hierba la que lleve una vida más sabia». En ella se invocan y entrecruzan dos conceptos centrales: moral (mala hierba) y saber (sabia vida), una paradoja a la que el poema tratará de dar respuesta. Leamos el primero, «Epifanía»:

He sacado una silla al balcón
y me he sentado a vivir.
Crece hierba de infancia en los tejados,
donde siempre es domingo.
Y eso me reconcilia
también con el futuro.
¿O soy yo, que sonrío?
Definitivamente
no tiene vértigo la mala hierba:
sube su verde claro,
que su vida es subir.
Incluso las ya secas,
de cálido amarillo,
se mantienen en pie,
pincelando el paisaje.

Hoy va a ser un buen día
de sol y nubes blancas,
hoy comerá su luz
favorita la hierba.
Sentado en una silla con balcón
siempre es domingo.


Foto : Espigas en Los Escullos © MA
 

Tras este nacimiento corresponde todo un camino de vuelta a la infancia, al origen y al descubrimiento del otro atraído por una fuerte pulsión amorosa. Así en el poema «A la vuelta recogeré el camino». También la palabra como fundadora del mundo que interroga y crea al mismo tiempo, de ahí la serie de poemas cuyo tema recuerda que en el principio fue el verbo, por ejemplo los poemas (De la evolución de las especies, el génesis, el limbo, el fuego -con las lágrimas de San Lorenzo-). Las alusiones al mundo presente desde donde canta el yo poético está poblado de naturaleza (Naturaleza viva) y aquí, en este lugar, como eje vertebrador, el amor y la apacible comunión de los amantes ante este privilegiado testigo (¿No escuchaste el silencio?, Tras la cortina de árboles):

TRAS LA CORTINA DE ÁRBOLES
Aunque yo no soy ese
me deleito mirando:
él le ablanda el oído,
ella simula apuro y
por el verde sendero que bordea
al arroyo cantor,
con una manta al hombro,
se adentran en el bosque.
(Los árboles también son seres íntimos,
aunque no duerman juntos.)
Recuerdo así una casa:
de puertas para afuera.
Id pues al goce.
Yo prefiero esta vez hacer aros de humo
y deshacerlos,
ver desde la ventana
cómo despacio,
muy despacio
el paisaje se mueve.

El poeta concibe al otro entrevisto desde un plano o punto de observación «sentado en una silla con balcón», o «desde la ventana» meditando y contemplando la creación que se hace y se deshace, en definitiva, el ritmo del «paisaje que se mueve».

Atravesado de tiempo el yo es solo memoria verbal compartida, que se aleja y vuelve mientras el ritmo de la vida pasa a un centro creador que le da sentido: «no puedo equivocarme si me evado/ para saber de mí».

Los versos se organizan en pareados, destacando el espacio en blanco entre ellos como constituyente del ritmo, pues invita al silencio, a la pausa, a la lenta masticación de los versos leídos y su apertura al resto del poema. La combinación elegante y precisa en cada verso mantiene en suspenso el ritmo hasta que la coda final nos devuelve la respiración. La ironía, el distanciamiento, incluso el humor a media sonrisa resultan guiños cómplices, como emoticonos, de una certera conquista de la realidad por el lenguaje. Todos ellos resultan aciertos de esta manera suya de poetizar, manteniendo una media distancia: "ver desde la ventana". También el poeta jienense Fernando Adam nos enseñó a mirar desde esta perspectiva, aquella que funda universos literarios como la última frontera inexpugnable de un parque natural donde el paisaje se mueve.

Miguel Galindo
Colaborador del equipo de redacción del Eco del Parque