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Viaje literario por el Parque

Entre dos ecos se encuentra la vida y la obra del poeta que hoy nos acompaña: José Tuvilla Rayo (Guadix, 1958).

A su faceta profesional de pedagogo e investigador en el ámbito de la educación y personalidad relevante como director del programa Cultura de la Paz y No Violencia, que se instituye en los centros de enseñanza para mejorar la convivencia escolar, hemos de considerar su faceta creativa como escritor y poeta. Su último libro publicado, en colaboración con el fotógrafo Gabriel Montes, se titula Paisaje con latido (2017). Pero ya en las décadas finales del siglo XX había publicado tres libros de poesía Ritual de la palabra (1981), Vibración de la ceniza (1982) y Memoria inmóvil (1992)], dirigido revistas literarias y colaborador en numerosas antologías.
Reproducimos el poema «Cabo de Gata», incluido en la imprescindible antología y valioso libro ilustrado Pérez Siquier. Al fin y al cabo (2008).

Foto: Cala de Los Amarillos © Oscar Molina
 

Cabo de Gata

Desde aquí, desde este interior silente y prodigioso,
su cuerpo se adivina con la luz del día,
su rocosa extensión hasta el mar vacilante.

Desde aquí, desde la oquedad del aire,
sin la textura del tiempo y de la arena, apenas se sostiene
la línea de su cuerpo, tan dulce y tan fría.

Desde aquí, desde este interior apagado y celeste,
su cuerpo, en el fondo de la tarde, se disipa
como nuestros cuerpos hundidos y sobrios en el agua.

A lo lejos, las aves regresan, tranquilas y apacibles.

 

Una estampa lírica, una acuarela impresionista del Cabo de Gata visto desde el atardecer, momento en que su cuerpo se sumerge en la oscuridad «como nuestros cuerpos...en el agua». El afán de comunión entre los cuerpos resulta vano, pues el tiempo no se detiene y por eso el poeta constata «sin la textura del tiempo...» y la oscuridad vendrá una vez más a disipar las formas de la ensoñación, la materia del canto, el declinar del día.

Las tres estrofas, tercetos, nos ofrecen insistentes la necesidad del contemplar desde un aquí cambiante, arrullado por el devenir temporal: «este interior silente», «oquedad del aire», «interior apagado y celeste» que simbolizan tres instantáneas del día: amanecer, mediodía y atardecer.

Visible poderoso el Cabo al amanecer, iluminado por el sol de oriente, se torna evanescente «la línea de su cuerpo», para cobrar luminosidad «celeste» «en el fondo de la tarde». La vuelta de los turistas o de los amantes de la naturaleza se expresa en el verso final, a modo de conclusión: «A lo lejos, las aves regresan, tranquilas y apacibles».

Foto: Cala de Los Amarillos © OM
 

Sólo aquellos que gozan de las propiedades telúricas del Parque podrán percibir cuán acertadas resultan estas palabras finales, expresas en dos adjetivos: tranquilas y apacibles.

Es por tanto esta inmersión en el Cabo y en sus aguas la que sí nos asemeja a la naturaleza y el poeta ha sabido dar cuenta de ese hecho «prodigioso».

La forma del poema se caracteriza por una métrica irregular de arte mayor, mediante combinación de versos alejandrinos hasta el pié épico de 16 sílabas. No presenta ninguna rima, aunque la selección del léxico y, sobre todo, la adjetivación establecen un ritmo bien definido y proyecta el poema hacia una plano estético-ético donde la belleza y la magia del promontorio y sus arenas resultan beneficiosas para los visitantes. Extrae una relación espiritual con la roca que invade el ánimo y nos hace mejores.

Este es el mérito que alcanza el poeta cuando proyecta la meditación sobre el paisaje, la simbología de la materia y sus formas en relación con el mar y el ser humano beneficiario de tanta generosidad y bondad natural. Nos enseña a mirar «Desde aquí», desde un nosotros que vivimos y nos recreamos familiarizados con el Cabo de Gata, si el respeto mutuo que nos profesamos convive en nosotros con el paso del tiempo.

Miguel Galindo
Colaborador del equipo de redacción del Eco del Parque