Tras el verano llegó la resaca, como todos los años. Y no aprendemos, todos los años nos pasa lo mismo. Queremos que el Parque se llene de gente, cuanta más mejor, porque creemos que así vamos a ganar mucho dinero y todo va a ser Jauja.
Esperamos con deseo a los primeros visitantes, que van llegando poco a poco; pero luego, la riada nos atropella, nos embriaga, y vivimos en una especie de ensueño, sin poner los pies en el suelo hasta que las aguas empiezan a regresar a su cauce. Entonces volvemos a ver las cosas como son y nos damos cuenta de los lodos que ha dejado, a su paso, la avalancha humana de todos los años. Sí, ha dejado dinero para los comerciantes, siempre menos de lo esperado; pero también ha dejado un reguero de mierda, basura y destrozos en todo nuestro entorno, supuestamente protegido.
Es cierto que muchos de los visitantes no tienen sensibilidad ambiental, pero nadie mueve un dedo para sensibilizarlos. ¿Tan difícil es hacer campañas de concienciación? ¿Tan inviable es poner gente que reparta folletos informativos y bolsas de basura? Muchos visitantes tiran su basura en cualquier parte, aparcan donde les da la gana, pisan las plantas protegidas y se cagan en los ruinosos monumentos; pero nadie vigila que se respete el Parque, nadie limpia lo que han ensuciado. ¿Tan complicado es poner más vigilancia? ¿Tanto cuesta el servicio de limpieza? Si el Parque es considerado un negocio, al menos que sea un negocio limpio. Nadie ha visto que en los hoteles se deje que se acumulen las botellas vacías a la orilla de la piscina, los restos de bocatas en las macetas y los mojones debajo de las sombrillas.
Otra cosa que llama la atención es la cuestión de los coches. Mucho se discute sobre las subidas y bajadas de la barrera de Genoveses y Mónsul; pero el Parque no es sólo Genoveses. Hay otras playas donde se acumulan vehículos sin control alguno, desbordando las zonas de aparcamiento, aplastando la vegetación circundante, invadiendo las carreteras y poniendo en peligro a las personas que circulan por los alrededores. Un ejemplo muy significativo es la playa de Los Muertos, donde cientos de coches usan todos los terrenos medio llanos de los alrededores (lo que no quiere decir que sean aparcamientos), y cuando ya no queda un metro de terreno donde aparcar, se alinean en las carreteras aledañas, invadiendo un carril, sin que ninguna administración se preocupe lo más mínimo. Así ha estado la zona, durante más de dos meses, con enormes atascos en las horas punta, incrementados hasta lo demencial los fines de semana. ¿Tan difícil es poner a alguien que regule los aparcamientos? ¿Por qué no se multa a los coches que aparcan mal, invadiendo las carreteras?
Caso curioso es la cala del Plomo, donde se establece un camping ilegal durante todo el verano, sin que nadie moleste a los campistas, que se encuentran a sus anchas, dejando la cala como un erial; otra cosa es el calvario que sufren los pocos vecinos de los cortijos allí ubicados, que por mucho que se quejan, no son escuchados por nadie.
Si alguien entiende a estas administraciones, que me lo explique. Claro que ya son años viendo la evolución (o involución) y creo que, poco a poco, voy comprendiendo.
Mario Sanz
Coordinador del equipo de redacción
del Eco del Parque
|