El río se convierte en protagonista principal, en concreto el Río de Aguas, que nace en la comarca de Sorbas y desemboca en el mar, entre Mojácar y Garrucha. Un sencillo mapa de la zona ilustra la portada y en él podemos observar una representación de los enclaves más singulares de la costa tal y como aparecía en los mapas escolares: Cabo de Gata, Carboneras, Mojácar, Turre, Garrucha, Sorbas, Río de Aguas, río Jauro, río Antas, Vera, río Almanzora, Villaricos, Cuevas de Almanzora, Huércal-Overa y Albox. Este telúrico triángulo tiene situado su centro acuífero, su bisectriz, en Río de Aguas, que viene a delimitar las ricas vegas del norte, que reciben las aguas del río Antas y río Almanzora, del paraje desértico y volcánico que viene a dormir al mar en el Cabo de Gata. Pitas, palmeras, chumberas, serranías y mar con peces y pescado; un falucho engolfado en Garrucha y la barquilla de pesca doméstica en Carboneras, completan la iconografía del mapa.
Costumbrismo sí, pero gozosamente cantado desde la distancia irónica de quien disfruta la vida del pueblo en el pueblo. Su bandera: los ríos secos, las playas solitarias, la alegría del vivir contento.
Una muestra de esta atención lírica encontramos en el poema inicial del libro que se titula Esta noche en Carboneras.
ESTA NOCHE EN CARBONERAS
el mar en la arena juega,
que es noche de calma y luna
y arrulla al mar la luna.
Plata y oro lamen
los pies de Carboneras,
su destello quebrando
en ventanas y cancelas.
Y el pueblo entero palpita
planetario y ancestral,
orgulloso y sideral,
bajo la luna nacido,
bajo la luna fundido.
Llama la atención la situación temporal: noche, porque no hay luz, sólo sombras. Sin embargo, Pepe Siles ha sabido iluminar el poema desde dentro: la luna llena. Su luz no es blanca ni fría ni inquieta; es una luz «plata y oro», luz suntuaria que lentamente va iluminando el entorno. Primero las orillas «lamen los pies de Carboneras», después avanza y destella por las «ventanas y cancelas». Finalmente, «el pueblo entero palpita». Esta última estrofa parece, si se me permite la paradoja, un pedestal y corona de Carboneras descrita con cuatro adjetivos y un paralelismo sinonímico: planetario, ancestral, orgulloso y sideral, que revela la estrecha comunión unánime entre un pueblo y su naturaleza geológica: planetario, ancestral, sideral. De ahí proviene su orgullo «nacido bajo la luna», una luz crematística de «plata y oro» mediante la cual se canta la fusión única con el paisaje, con su hábitat.
Reproducimos, para concluir, el segundo poema, también dedicado a Carboneras:
LOS BARCOS DE CARBONERAS
en el muelle balancean
mientras ágiles gaviotas
sobre sus mástiles vuelan.
Canta un joven pescador
que la cubierta baldea
de una barca palangrera
mientras las gaviotas graznan
que sobre las barcas vuelan.
Cuatro ancianos pescadores
la rizada mar contemplan,
viejos tiempos evocando
mientras con blanco ritmo
las olas quiebran.
Briosa brisa impera
y la bandera de España
canta, danza y ondula
en el palo de la Escuela.
En vecina taberna
broncas voces discuten
si pescar a Levante
o calar a Poniente.
Remendando sus artes
al borde de la playa,
un cetrino jabegote,
solitario canturrea.
Parlamentos oficiales,
música, vivas y aplausos,
hoy en Carboneras suenan.
Estos actos le privan
a la gente de tierra.
A la gente del mar
nada interesan. Miguel Galindo
Colaborador del equipo de redacción del Eco del Parque |