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Viaje literario por el Parque |
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Queremos hacernos Eco del homenaje tributado en Almería (2010) al poeta gallego, José Ángel Valente (Orense, 1929-Ginebra, 2000), y del volumen de estudios editado por José Andújar y Antonio Lafarque, que incluye aproximaciones -recuerdos de su vida- y perspectivas sobre su obra, titulado El guardián del fin de los desiertos.
Quien lea las valiosas aportaciones dedicadas a la Memoria debidas al profesor García Lara o del reconocido poeta Antonio Gamoneda, así como las vicisitudes de la casa-museo de Valente en Almería por Ramón de Torres, o la puesta al día de la obra inédita por Sánchez Robayna; los estudios más detenidos de otros expertos de su obra como J. Andújar, L. Oliván, Miguel Gallego y J. Doce; finalmente las aportaciones de poetas-ensayistas almerienses como López Bretones, Aurora Luque, Pedro Crespo, descubrirán que Valente recorre el último tercio del siglo pasado, fulgurando como una estrella, y será el poeta del siglo que habitamos. A partir de su encuentro con el sur, con el Cabo de Gata, se despiertan sus afectos nómadas y en el cante andaluz, en la mística sufí de la ciudad de Almería, mediante sus contactos con Juan Goytisolo y el barrio de pescadores de la Chanca, a través de sus asociaciones de vecinos, ha establecido un diálogo que se proyecta hacia el futuro con un sentido profundo de la palabra que se ha de masticar, como un alimento, tal hostia sin consagrar o consagrada. A través de algunos textos, seleccionados de Fragmentos de un libro futuro y de otras obras, puede justificarse nuestra deuda con este enorme poeta gallego-europeo-almeriense, amante del Parque y de lo andaluz.
En el poema El fuego dos versos nos remiten al famoso soneto de amor de Quevedo:
No se consume la encendida llama
porque nadar aún sabe el agua fría.
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Foto : Amanecer en Los Escullos © |
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Hacia adelante le dirige la siguiente requisitoria a Juan Goytisolo en el poema que le dedica, «Deshacimiento»: ¿Quién seguirá por ti contigo? / ... / ¿quién podría aún nacer?
Las complicidades y los reencuentros entre ambos son conocidas, sobre todo, bajo la atracción de la ciudad, el mar y la luz de Almería y su provincia -el centro y la piedra-. Además coinciden sus intereses literarios en un momento crucial que podemos identificar con la figura del «pájaro solitario» y el compartir condición de «exiliados de aquí y allá».
En 2009, Juan Goytisolo publica Ensayos sobre José Ángel Valente, fechado el más antiguo en 1988 y el último en 2002. Admira el entusiasmo del poeta por la palabra encendida, que conecta con la mística española, y su interés por otras formas de comunión poética, como el sufismo medieval. Este aspecto central de su poesía explica, como señala Goytisolo, que la experiencia abisal se mueva entre el silencio y la locuacidad, en palabras del propio Valente: «el poema no existe si no se oye, antes que su palabra, su silencio». De este modo invita a las futuras generaciones a la escucha primordial del silencio, a la llama de amor viva incendiada de palabras que arden brevemente, nos iluminan y desaparecen. En el camino, por el aire, quedarán girones de alas quemadas, mientras un cuerpo de luz habite en la memoria.
Otro ámbito de interés: el gusto por el flamenco, como expresión oral de aquello que el poeta calla. Así comienza el poema Fondo:
Nos baja la guitarra
al fondo del adentro.
Fondo
en donde vibra el fondo
La expresión poética se tensa al reducir el lenguaje a palabra esencial, someter la palabra al juego de varios planos expresivos (tonales -cadencia, fonética, ritmo-; gramaticales -creación de palabras, nuevas relaciones sintácticas- y sobre todo de significado -sinónimos, polisemias, contrastes, oposiciones, paradojas-) y abandonar el fragmento incendiado -y su silencio- a los lectores. Así en el poema Memoria:
Como pan vino la palabra,
como fragmento de crujiente pan
fue dada,
igual que pan que alimentase el cuerpo
de materia celeste.
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Foto : Amanecer en Los Escullos © |
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Sabemos de la importancia de la relación entre memoria y materia para la fijación de lo efímero, así mismo tiene que materializarse el canto para formar parte de la conciencia y el poema, ya aforismo, titulado Materia, (Al dios del lugar, 1989), ejemplifica esa tensión no resuelta de la palabra usurpadora del vacío y los silencios.
Formó
de tierra y de saliva un hueco, el único
que pudo al cabo contener la luz
Materia, luz (aunque sea ácida), aire, fuego (El fulgor), demolición, incendio, transparencia, vuelo y canto, largo y lento, fragmentos de materia calcinada (cenizas, brazos, algas), letras incendiadas, llama de amor viva. Todo material que arde con ímpetu celeste dispuesto a la conquista de la luz o, al menos, «Al pájaro que fuiste dedicas este canto».
Pero otra gran herencia de Valente se desgrana en versos, títulos, una palabra, una leve alusión y estamos en el sur, paseando por todas sus estaciones: «Ciudad del sur anegada en la lluvia», que contempla la cabellera adentrándose en el agua (Cabo de Gata), como una larga, lenta demolición al atardecer. Aquí debemos citar la pasión por la pintura y sus colaboraciones con la fotógrafa del Parque Jeanne Chevalier y otros artistas (véase en El elogio del calígrafo); gracias a estas colaboraciones, la luz, el mediterráneo, el cielo, la transparencia y Almería pudieron aparecer como motivos del canto al dios del lugar.
Si el título, El guardián del fin de los desiertos, apunta a la imagen de Kafka y después de Salinger del «guardián entre el centeno», obedece a que José Ángel Valente se mueve en esa zona de revelación que también lo conecta con el otro gran nómada del desierto: Lawrence de Arabia. De nuevo el sur, el desierto y la luz, otro sur no vinculado a ningún parque natural, aunque tan próximo como el golfo de Áqaba, con sus clubes de buceo y su exótico aislamiento.
Miguel Galindo
Colaborador del equipo de redacción del Eco del Parque |
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