En la solapa presidida por una atractiva foto de la joven y madura escritora, con una profunda mirada dirigida al infinito, ella misma destaca: «Nacida en Madrid. Es autora de la trilogía La memoria presente (Alfaguara)». El poema Plegaria resulta el mejor prólogo a este Viaje merecido a Mercedes Soriano, quien a partir de los años noventa fijó su residencia en nuestro Parque.
En su última novela, Una prudente distancia, ambientada en Las Presillas Bajas (Níjar), un lema estoico de Séneca nos anuncia el objetivo del relato: combinar la moral y los sentimientos, alcanzar una nueva moral sensitiva, sostenida mediante las revelaciones de la palabra, sus contextos y los interlocutores. Mercedes radiografía el Parque natural desde esa perspectiva otra: frente a los discursos estetizantes que enfatizan el «refugio natural», nuestra escritora madrileña se sitúa en los antípodas, en la crítica incisiva que alerta sobre los desmanes perpetrados en el Parque desde su llegada.
Una de las influencias literarias proviene de centroeuropea, sobre todo Thomas Bernhardt, escritor austriaco de una intensa obra y de lectura minuciosa. Pero también tenemos el torrente verbal inaugurado por Juan Goytisolo en Señas de identidad o los fantásticos relatos de José Saramago a partir de La Balsa de Piedra.
Se trata de un estilo narrativo que requiere la colaboración del lector. La intensidad de la palabra aumenta con la longitud de la frase, con los juegos verbales, los dichos populares, las frases coloquiales intercaladas, entre fragmentos de intenso lirismo y exaltación, que destacan lo primario, lo prioritario, sobre lo secundario y accidental. La ausencia de párrafos no da descanso al lector, de quien reclama toda su atención. Mediante este recurso narrativo (relato en primera persona, estilo indirecto libre, monólogo dramático) se dispersan las diferentes voces del narrador atravesando personajes, sacudiendo conciencias, quebrándose en caleidoscopio dramático, demostrando la riqueza polifónica de la escritora.
Dicha polifonía atraviesa todas las fases de las emociones: sorpresa, miedo, valentía, inteligencia, amabilidad, crítica, análisis, arrobo, comprensión, humor, ironía. Toda esta maravilla emocional se expande en gozosas y múltiples reflexiones -meditaciones- críticas. La literatura, con referencias textuales e intertextuales, acompaña a la narradora y le ayuda a escribir el mundo que le rodea y mantener implacablemente su resistencia en el día a día del Parque.
Entre los temas podemos citar «el menosprecio de corte y alabanza de aldea», «las ruinas que dan vida», «el refugio en la naturaleza», «el locus amoenus», «el homo predator», la denuncia testimonial y la acusación:
"que el peso de la ley, como se dice, caiga sobre la legión de corruptos, corruptores, corruptibles, corrompidos y corrompibles."
Ante estos ejemplos morales, contrastan los sensitivos, aforismos desencadenados por asociación:
Sí, eso, háblame del mar, marinero, la mar salada, la mar serena, el proceloso mar en que los espíritus zozobran, el mar profundo que es reposo para los cuerpos, inmensa fosa en movimiento, te vas, Alfonsina, vestida de mar...
Otros apuntan a la piedra:
"Concebidos como tiempo, la belleza y la armonía me dejó de piedra."
Finalmente destacamos la sensibilidad de Mercedes para registrar el habla, expresiones, vocabulario y dichos de sus vecinos nijareños, bien sean de las Presillas, «a veces te meten, ya ven ustedes, esta citación, sin ir más lejos»,
"qué dice, hombre, no tenga usted ningún regomello, si será cualquier chalaura, que ha echao en falta tres ladrillos o que le han abollao la puerta del coche, ¿no anda diciendo por ahi que quiere fundir el pueblo?,"
bien de otras nacionalidades (ingleses, franceses, italianos, alemanes, etc.). La novela termina con una rumba de Peret:
"y uno de la pestañí, que también era caló, ay caló, ay caló. Que no estaba muerto, que estaba tomando cañas."
La euforia de los primeros años noventa recorre como una profecía la lucidez desplegada en el relato, que mantiene su vigencia por la clarividencia de su autora y su fina capacidad musical registrada en las melodías recreadas.
Como afirmó Juan Goytisolo, el lenguaje era su patria, Mercedes lo confirma con una obra que se constituye en territorio sentimental del escritor: un paisaje físico, moral, civil y semántico. Y yo añadiría coral, «coram populo».
Miguel Galindo
Colaborador del equipo de redacción del Eco del Parque |