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Viaje literario por el Parque

El poeta-profesor que ahora os presentamos es sobradamente conocido y reconocido en el panorama de la poesía española. Su nombre: Jaime Siles (Valencia, 1951). Galardonado con prestigiosos premios de poesía por una amplia y modulada obra, nos regala este poema que reproducimos y comentamos. Delicado homenaje pictórico-literario dedicado al famoso promontorio del Parque.

El poema, mediante un ritmo, una rima y una cadencia popular, representa una acertada selección descriptiva de los valores esenciales de la naturaleza visionada. El goce de la rememoración se observa en la repetición evocadora que demora el arranque: «Cabo de Gata, Cabo de Gata», así en mayúsculas conjura a las imágenes siguientes. Primero la imagen visual, una lámina, una vaga pincelada impresionista: "acuarela de luz", pero "en lenta plata". Al tiempo que la imagen recordada del entorno se desgrana verso a verso, se va desplegando el horizonte reflejado en sus aguas grises.

Veamos la segunda estrofa. Un catálogo de imágenes sensitivas que reclaman a todos nuestros sentidos despiertos. El cabo se transfigura en metal precioso, joya de la corona natural: cristal (visual), roca (tacto), nata (gusto), sinfonía de añil, predominando el color azul, añil y escarlata. El sustantivo "Cristal" incluye a todos por su fragilidad y el intenso reflejo de su transparencia y magnificencia. La abundancia de sinestesias evidencia el brutal encuentro sensorial y sensitivo con la magia telúrica del Cabo.

En la tercera estrofa la sinfonía se desata y el poema se abre al diálogo, a la percepción comunicativa que este diamante de piedra azul y agua escarlata establece con nosotros. Nos habla. Su voz es la del viento y el oleaje, también el rumor de la arena.

Todo ello nos lleva a una extensión mayor, coral-natural, mediante la conjunción amarilla por excelencia, la del sol y la del oro, expandido por la costa y sus orillas.

 

Foto: Arrecife del Dedo © OM

La grata repetición del nombre mantiene la atención de los lectores y en vivo presente el lugar de tanta memorial materia: Cabo de Gata. La estrofa siguiente expresa la comunión intensa entre el yo lírico y la naturaleza evocada. La exaltación del poeta conduce a ese final majestuoso donde el Cabo se ofrece a la vista como una estatua sagrada "de zinc y cobre y plata" materiales labrados por la lenta labor de zapa del tiempo, esculpiendo esa imantada figura escultórica en un lugar apoteósico frente al mar.
El poema tenía que cerrarse con la agradable eufonía del topónimo: Cabo de Gata, clausurando el recuerdo, plateado por la memoria, al conjuro de su nombre en el eterno corazón sin fin del poeta.

Por tanto, lo popular y lo moderno se dan la mano en el poema, mediante un sutil juego que pasa desapercibido, ganando intensidad a medida que lo releemos. Esa capacidad de evocación mediante el verso cobra su derecho de admisión, que sólo se atreve a pagar el genio creador del poeta.

Cabo de Gata

Cabo de Gata,
Cabo de Gata,
acuarela de luz
en lenta plata.

Cristal de roca azul,
licuada nata,
sinfonía de añil
y agua escarlata.

La voz que suena en ti
ata y desata
olas de breve gris
que el viento mata.

Rumor de arena lis,
el sol dilata
el oro de tu orilla,
Cabo de Gata.

Dentro de mí resuena,
mármol y mata,
tu corazón sin fin,
Cabo de Gata.

Cristal de roca azul,
licuada nata,
sinfonía de añil
y agua escarlata.
Estatua de zinc
y cobre y plata,
escultura del mar,
Cabo de Gata.

Miguel Galindo
Colaborador del equipo de redacción del Eco del Parque