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La agricultura ecológica

¿La agricultura ecológica puede alimentar a todo el mundo?

Alimentar al mundo es un enorme desafío, la populación mundial está en aumento continuo, los terrenos arables y el agua dulce disponibles no pueden extenderse al infinito y a esto hay que añadir un sinfín de factores como: quién produce, dónde, con qué técnicas, quién tiene acceso a la tierra, quién no, cómo comercializamos la producción, quién especula con ella, el despilfarro etc…

Agricultura y cambio climático

La agricultura convencional basa su productividad en la aportación masiva de productos químicos, y en la disponibilidad del petróleo barato. En muchos países del mundo, los agricultores han practicado el laboreo, la fertilización química, la aplicación de pesticidas y la irrigación sin contemplaciones, Estas prácticas han provocado una pérdida de la biodiversidad, y una contaminación del suelo y del agua, que tiene como consecuencia una reducción del crecimiento de los rendimientos.
“Aunque habitualmente se asigna a la agricultura un nada despreciable 14% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero, si tenemos en cuenta la energía utilizada en la agricultura y los cambios de uso del suelo para aumentar la superficie agraria, estas emisiones pueden superar el 30% de las totales. Y si a ello añadimos las emisiones generadas en la elaboración, envasado y distribución de alimentos, el porcentaje de las emisiones del sistema mundial agroalimentario resulta abrumador”. (Isabel Bermejo. E A)

El argumento de mantener este tipo de agricultura, a pesar de su impacto medio ambiental negativo, es que sin fertilizantes y pesticidas no se podría alimentar a todo el mundo. La agricultura biológica no tendría el suficiente rendimiento necesario para cubrir las necesidades de toda la población.

En su libro La agricultura biológica para alimentar la humanidad Jacques Caplat demuestra todo lo contrario.
El rendimiento de la agroecología no para de aumentar y es ahora a penas un poco inferior al convencional, la calidad y la cantidad de los nutrientes obtenidos son superiores a los convencionales y, sobre todo, el impacto ecológico es positivo.
La agricultura ecológica puede luchar eficazmente contra el cambio climático. Al no usar nitrógeno, se ahorra el CO2 necesario a su fabricación y el debido a su posterior esparcimiento: el esparcimiento de 100 kg de nitrógeno químico sobre una hectárea corresponde a las emisiones de CO2 de un coche de potencia media que recorre 10.000km.

La ganadería ecológica es menos intensiva, la alimentación de la vacas en las praderas y con forraje produce mucho menos CO2 que una alimentación con maíz y piensos a base de soja OGM importado de Brasil o Argentina, empleados en las granjas convencionales, sabiendo que al CO2 emitido para la producción hay que sumar la parte debida al transporte y la de las emisiones de gases responsables de la deforestación.

En fin la agricultura biológica y la agroforestería, con sus técnicas de laboreo ligero y de cobertura, permiten secuestrar CO2 en el suelo.

Agricultura y justicia social

Cuando se lanzó la revolución verde en los años 50, esta tenía dos objetivos principales: uno era aumentar la producción para alimentar al máximo de personas; el otro era suprimir las 3/4 partes de campesinos para que estos se conviertan en obreros en las nuevas fábricas que iban a inundar de productos la recién nacida sociedad de consumo. Estas políticas tenían sentido en el contexto de la época, pero se siguen desarrollando cuando no tienen ningún sentido. Por ejemplo, los comisarios de la Unión Europea quieren suprimir 4 de los 5 millones de campesinos polacos, sin decir qué van a hacer con ellos, probablemente engrosar las filas del paro. Las multinacionales del agronegocio prefieren tratar con grandes propietarios para comercializar sus semillas y toda la química que va con ellas.

La Unión Europea ayuda masivamente a través de la PAC a los grandes propietarios agrícolas, mientras que una parte ínfima de las ayudas van a la agricultura biológica.

La mayoría de las personas que sufren malnutrición son campesinos. Países como Congo, Etiopia o India producen lo suficiente para cubrir sus necesidades, sin embargo la malnutrición llega al 25% o más de la población. En muchos países los campesinos que llevan sus cosechas al mercado tienen que vender por debajo de sus costes de producción para poder luchar con los alimentos subvencionados exportados por los países del norte. El libre mercado sin protección aduanera pone en competencia la agricultura altamente mecanizada y subvencionada del norte con la del sur que se sostiene solo con la fuerza de los brazos, en algún caso la tracción animal, y sin ninguna ayuda económica.

La producción de productos como café, cacao, plátanos, etc., para la exportación, en detrimento de cultivos para consumo propio, no hace más que empeorar la situación, ya que los precios están fijados por el mercado y no por el productor.

La agricultura ecológica necesita más mano de obra que la tradicional. En estos tiempos de paro masivo, lejos de ser un problema, podría ser una solución.

La agricultura y la malnutrición

Afirmar que la agroecologia no puede alimentar el planeta es hacer caso omiso de las verdaderas causas del hambre en el mundo. En realidad, actualmente, hay una superproducción global de alimentos acompañado de un reparto pésimo de estos. Lo podríamos resumir en una frase título del libro de Marc Dufumier: Hambruna en el Sur, comida basura en el Norte. En este libro su autor afirma que las primeras hambrunas que aparecieron se debieron a importantes sequías en 1973 en el Sahel, Sudan, Brasil, Bangladesh y en los Andes.

En los 90 en Etiopia, Somalia, Liberia, Sierra Leona, Sri Lanka, fueron las guerras civiles o internacionales las responsables. En los años 2007, 2008 las revueltas del hambre que se produjeron en países sin conflictos armados como Marruecos, Camerún, Senegal, Egipto, Honduras, Indonesia y Filipinas fueron la consecuencia de la especulación sobre las materias primas.

La FAO estima en casi 1.000 millones el número de personas que sufren de malnutrición.

En su libro Destrucción masiva. Geopolítica del hambre Jean Ziegler expone con claridad cuáles son los responsables del hambre en el mundo. Las políticas neoliberales, la especulación sobre los alimentos básicos, la falta de voluntad de los estados, los conflictos armados, los carburantes verdes, los monocultivos intensivos.

“Los agricultores del mundo deben pasar sin demora a sistemas más sostenibles y más productivos, si queremos alimentar la población creciente de los humanos y plantarle cara al calentamiento global“: M. Shivaji Pandey, uno de los expertos de la FAO, considera a la agricultura de conservación como un pilar de este cambio.

Las soluciones

La agroecológica tiene como meta la puesta en marcha de sistemas durables y rentables. Repudia las operaciones como el labrado pesado mecánico, los fertilizantes y los pesticidas químicos, los organismos modificados genéticamente; reduce al mínimo la contaminación del aire, los suelos, y el agua, y optimiza la salud y la productividad de las comunidades interdependientes de plantas, animales y personas.

Tiene tres principios fundamentales: el trabajo mínimo del suelo, las asociaciones y las rotaciones y la cobertura permanente del suelo. Estas prácticas permiten optimizar la salud de los suelos y la productividad.

En las zonas tropicales tiene rendimientos superiores a la convencional, que no se sabe adaptar a las condiciones climáticas muy aleatorias.

Agrónomos de reputación mundial y la FAO afirman que para alimentar a la humanidad en el futuro y para luchar contra el cambio climático la agroecológica es la respuesta, podría ahorrar 1.200 km3 de agua de aquí a 2030, los suelos sanos preservan la humedad y requieren menos irrigación.

Para alimentar a todo el mundo, cambiar de sistema de producción no sería suficiente, si no cambiamos el transporte, el reparto y la distribución que son responsables de un despilfarro inútil: en los países ricos el 30% de lo que se produce va directo a la basura. Transportar fresas o Judías verdes de Kenia en avión para el mercado europeo es un ejemplo de lo que no se debe hacer.

Al sur la malnutrición provoca la muerte y es responsable de flujos migratorios cada vez más intensos. Al norte, la contaminación de las aguas y la erosión de los suelos amenazan los ecosistemas, encontramos en casi todos nuestros alimentos residuos de pesticidas, la comida basura es responsable del aumento de la obesidad (1.000 millones de personas hoy en día en el mundo). Podría ser el momento de cambiar de rumbo. La agricultura biológica tiene un rendimiento suficiente para dar de comer a todo el mundo, puede luchar eficazmente contra el cambio climático y sus productos sanos son una garantía para nuestra salud.

Para saber más:

Famine au sud, malbouffe au nord, Marc Dufumier
L’agriculture biologique pour nourrir l’humanité, Jacques Caplat
Destrucción masiva – geopolítica del hambre, Jean Ziegler

Antonio Martínez