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Las vigilantes del fuego |
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“Viento de Poniente y visibilidad regular”. Las vigilantes del fuego hacen su labor desde las alturas y la soledad.
A menudo saludamos a diario a vecinas y vecinos del Parque y un buen día nos asombramos al conocer su trabajo. Las vigilantes del fuego hacen su labor desde las alturas y la soledad.
Había visto de lejos esa torre en La Rellana, sólo diez metros por debajo del cono volcánico más alto del Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar: El Fraile. Se ve allá arriba cuando haces la ruta por el Sendero Requena hasta la Cala de los Toros (también conocida como Cala del Barranco Negro).
Está en un lugar en el que los palmitos tienen el tronco pelado por el aire y parecen pequeños árboles y abunda el esparto; un espacio ante el que alguien que viene del bosque podría pensar que no hay casi nada; y nada más incierto, pues la biodiversidad en un metro cuadrado de esta tierra volcánica supera con creces la de otros lugares espectacularmente frondosos.
Casi por casualidad hablo un día con mi vecina Emilia Ferre, de El Pozo de los Frailes, y me cuenta que tiene turno de tarde en la caseta, que es vigilante de incendios; enseguida quiero ir a visitarla. Sí, aquella caseta misteriosa es su lugar de trabajo. Está en una zona de reserva del Parque Natural de Cabo de Gata. El INFOCA nos da permiso para la entrevista y en el Parque dan el visto bueno para una visita inolvidable. Un trabajador del Parque se ofrece a acompañarme, lo que agradezco, pues el camino no es fácil ni recomendable para quien tenga vértigo, además es una zona limitada por su alto valor ecológico. Es Ramón Soria, quien además hace las veces de fotógrafo. |
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Foto: Caseta de vigilancia de La Rellana © Ramón Soria |
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Llegamos a la caseta y nos recibe Emilia Ferre. Su serena amabilidad no me asombra, pues alguien que lleva más de veinte años pasando mañanas, tardes y noches allí arriba, en soledad y vigilando constantemente a su alrededor, debe tener un equilibrio peculiar. Su labor la comparte con su compañera María Gil, otra vecina a quien conozco hace 25 años y de la que tampoco sabía a qué se dedicaba y pienso en la discreción de estas trabajadoras, que ven los amaneceres y anocheceres más impresionantes durante seis meses al año y aguantan tormentas, vientos y el frío y el calor a casi quinientos metros sobre el nivel del mar, dominando un perímetro circular de muchos kilómetros desde una caseta con paredes de cristal y sin darle mayor importancia.
Nada más llegar tenemos que guardar silencio, pues toca dar el parte y Emilia dice “Viento de Poniente y visibilidad regular”. Después, con una sonrisa que no se apaga hasta que me marcho, contesta pacientemente a mis preguntas, que no consiguen seguir el guión que me había fijado. |
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Fotos:
ncendio visto desde la caseta de La Rellana © Ramón Soria
Emilia Ferre, vigilancia de incendios © Ramón Soria |
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Empiezo a hacer preguntas a Emilia, una tras otra y atropelladamente, ella está tranquila, yo estoy emocionada, me contesta a todo con paciencia:
"Tras la declaración en 1987 de la Reserva Parque Natural Marítimo-Terrestre de Cabo de Gata Níjar, en 1.989 comienza a funcionar la Escuela Taller de Medio Ambiente. Durante años, 52 alumnos de la Comarca de Níjar nos formamos para el “uso y manejo del medio natural” y también como vigilantes. Aprendimos muchísimas cosas y muy variadas. Una de nuestras profesoras era la directora de esta escuela, Rosa Mendoza ¡te puedes imaginar!
Nos formaron para ayudar a la investigación, vigilancia forestal y viveros forestales. Hicimos podas y limpieza como labores de prevención, vigilancia...
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Empecé a trabajar como vigilante en el 92. Entonces mi puesto estaba en un coche y vigilábamos desde La Polacra. Mi primera compañera (amiga común, nos reímos) duró dos días. Ella es más de estar con gente y ocho horas allí sola vigilando... Eran turnos de mañana y tarde, después entró a trabajar mi actual compañera, María Gil, y llevamos ya ¡veintiún años!
En el 97 construyeron esta caseta.
(Pensaba que se llamaba torreta, Emilia me aclara que no, aunque estemos en alto). "Al principio de las campañas se consideraban de alto riesgo dos meses, ahora cuatro y durante ese periodo estamos tres, pero nosotras hacemos nuestro trabajo durante seis meses al año, desde el 1 Junio hasta el 30 de Noviembre, que consiste en vigilar incendios. Vigilo todo lo que se ve desde esta caseta. Desde aquí vemos el Mulhacén y en días claros se ve hasta Cabo Cope ¡en Murcia! |
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Foto: Emilia Ferre y Carmen Peña © Ramón Soria |
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La siguiente caseta está en Sierra Alhamilla ¿ves?, allí, la red de casetas es parecida a la antigua de las torres vigía.
Desde la caseta de paredes de cristal frente al mar me muestra a la izquierda Sierra Cabrera, a la derecha la Sierra de Gata y detrás Sierra Alhamilla y Sierra de Gádor ¡360 grados!
Hay zonas “de sombra” (lo que no se ve) y a veces la niebla juega malas pasadas. Por otra parte es, cuando hay niebla como la que está entrando ahora, el único momento en que descansas un poco, puesto que no ves nada, pero nunca puedes relajarte.
Doy la voz de alarma en el momento en que veo humo, informo del color del humo y del paraje. Sé qué paraje es porque después de tantos años conoces el terreno perfectamente. Además cuento con la ayuda de esta herramienta, la alidada, que me da los grados de la dirección exacta si es preciso. Si dos o más casetas damos una alarma y señalamos la dirección con la alidada, en el Centro de Defensa Forestal pueden cruzar sobre el mapa las dos líneas y determinar el punto exacto".
Pregunto a Emilia si alguna vez ha dado una falsa alarma. "Claro, la primera que me acuerde fue en La Polacra en el 92, de mis primeros turnos y mis primeros días, avise del humo de la cementera de Carboneras, y la segunda vez del vertedero... Ahora, si hay viento fuerte, aviso que el vertedero echa humo. Pero hay muchas, siempre que hay humo hay que avisar. Lo que nunca me ha pasado es que hubiese un incendio y no diera el parte, aunque ya hayan recibido otros avisos del Centro de Defensa Forestal. Sobre todo presto mi atención a la sierra, lo demás enseguida lo ve todo el mundo. Siempre que das un aviso, va el Agente de Medio Ambiente y los medios terrestres más cercanos, a no ser que el fuego esté muy alto, entonces acude un medio aéreo.
El incendio más grande que recuerdo es muy reciente, el de Sierra Cabrera en 2009... En realidad, dos incendios en una semana, que obligaron a desalojar mucha gente en la zona de Mojácar". |
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Fotos:
Incendio visto desde la caseta de La Rellana © Ramón Soria
Buitres en su paso migratorio © Ramón Soria |
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¿También hacéis turnos de noche?
"Bueno, de noche se ve muchísimo el fuego. Este verano hubo una tormenta de rayos, ves el rayo y al rato la llama, en la tormenta de rayos de este verano era impresionante estar aquí, entre las luces de los relámpagos, di cinco avisos. Hay un pararrayos al lado pero te aconsejan en caso de tormenta eléctrica bajarte al coche. Sí, la noche impresiona, pero no me da miedo estar aquí, ni el camino; lo que da miedo es caerse y hacerse daño y no poder llamar... Hay que hacer lo posible para no dormirse, el turno de noche es de doce de la noche a ocho de la mañana, evidentemente somos humanos y cuando hay niebla y llevas cuatro o cinco turnos de noche es inevitable dar una cabezada. El cielo es espectacular, ves las Perseidas, lluvias de estrellas, es como si estuviera en una casa sin techo y disfruto del cielo".
¿Y el frío y el calor?
"Frío no llegas a pasar, de noche te abrigas y nuestra temporada de trabajo acaba en otoño y empieza ya en Mayo, pero calor... pues sí, mucho. De las cristaleras que ves dos lados opuestos tienen ventanas ¿ves? y si las abres haces corriente, como en los molinos. |
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Y animales ¿has visto muchos desde aquí, jabalís, pájaros...?
Los jabalís los veo abajo en el camino, nunca aquí arriba, en realidad aquí arriba lo que veo son aves y a algunas ya las conozco, por ejemplo, una pareja de águilas perdiceras que cada año sacan adelante a sus pollos, ya las considero mis amigas; pero esto, como sabes, es un sitio de paso de aves. El año pasado y éste no veo tantas, debe ser por el calor, pero he visto cigüeñas negras, realmente difíciles de ver; aguiluchos cenizos, alcones abejeros y, subiendo, me he cruzado un par de veces con un búho real, es enorme, ése sí que impresiona. Además en el camino siempre hay un chotacabras, se ve que el reflejo de la luz de la caseta atrae mariposillas y él aprovecha para comer y, claro, cuando paso con el coche lo deslumbro y tengo que tener mucho cuidado para no atropellarlo... Una vez me encontré rodeada de buitres, cientos de buitres, impresionante, nunca lo olvidaré, todo un espectáculo”.
"Por desgracia también he tenido alguna sorpresa desagradable, como encontrarme alacranes, culebras... Con las culebras soy bastante miedosa, se asoman a las ventanas o se resguardan bajo el filo del pequeño escalón de la entrada, a la sombra.
La soledad no me molesta, además sé que hay bastante gente alrededor a quien le importo, familiares, amigos y, por supuesto mi compañera de trabajo María".
Pues sí, a menudo saludamos a diario a vecinas y vecinos del Parque y un buen día nos asombramos al conocer su trabajo. La experiencia de estar allí arriba con Emilia creo que no la olvidaré nunca. Para ella y para tantas personas anónimas todo mi respeto y mi admiración. Entrevista realizada por Carmen F. Peña
www.parquenatural.com |
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