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Miguel Hernández

El año de Miguel Hernández (1910-1942)

Se abre este inicio de década, (2010) con el aniversario merecido al poeta de Orihuela (Alicante) Miguel Hernández. Poeta más joven de la generación del 27, al mismo tiempo miembro prematuramente muerto de la siguiente: generación del 36. Y por todo ello poeta-víctima, como Lorca, de aquella tragedia española que ahora comenzamos a conocer con más detalles, tanto para culpar a un bando como a otro. Pero Miguel Hernández trasciende con su obra, su ejemplo, su lucha y su muerte, cualquier manipulación interesada. Representa al poeta del pueblo: pastor, sensible, popular y sencillo. Si consideramos que entre sus veinte y veintiséis años se vincula a los poetas más importantes del momento, desde Juan Ramón Jiménez (que no quería creer que había fallecido de tuberculosis por falta de atención médica en las cárceles franquistas, sabemos que ocurrió en un Hospital de Alicante, ciertamente el poeta a las puertas de la muerte) hasta Pedro Salinas o Pablo Neruda, sin nombrar a Alberti, Cernuda, Prados, Altolaguirre, León Felipe, Aub, Bergamín. Significaba el poeta-soldado, pues su papel estuvo en las batallas, no en la retaguardia. Pero pese a este hecho, lo importante es su poesía, ese legado de amor y sangre, como el toro, que en sus versos se derraman para fecundar un jardín de rosas. Su mensaje, es decir, su lectura fue habitual en la clandestinidad durante los años sesenta y setenta, después con la democracia, cayó en un relativo olvido. Si no fuera por los cantautores Serrat (sobre todo) y Paco Ibáñez, el olvido hubiera sido mayor. Leer hoy el poemario El rayo que no cesa, o Vientos del pueblo, permitirá entender al poeta en estado puro. Desde el verso enjoyado al verso sencillo, desde el modernismo a la poesía social. Además la serie de sonetos, canciones, octavas, décimas demuestran una maestría que justifica su inclusión, como autor clásico, en cualquier antología de la poesía del siglo XX. Un eje sin duda pasa por Miguel Hernández y su lectura es el mejor tributo que podamos rendirle, como este poema que reproducimos.

Miguel Galindo

* * *

UN ALBAÑIL QUERÍA… No le faltaba aliento.
Un albañil quería, piedra tras piedra, muro
tras muro, levantar una imagen al viento
desencadenador en el futuro.

Quería un edificio capaz de lo más leve.
No le faltaba aliento. ¡Cuánto aquel ser quería!
Piedras de plumas, muros de pájaros los mueve
una imaginación al mediodía.

Reía. Trabajaba. Cantaba. De sus brazos,
con un poder más alto que el ala de los truenos,
iban brotando muros lo mismo que aletazos.
Pero los aletazos duran menos.

Al fin, era la piedra su agente. Y la montaña
tiene valor de vuelo si es totalmente activa.
Piedra por piedra es peso, y hunde cuanto acompaña
aunque esto sea un mundo de ansia viva.

Un albañil quería… Pero la piedra cobra
su torva densidad brutal en un momento.
Aquel hombre labraba su cárcel. Y en su obra
fueron precipitados él y el viento.

Miguel Hernández