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Contaminación lumínica en el Parque

A estas alturas y desde un medio como este puede resultar tedioso hablar de “desarrollo sostenible”, no en vano se han encargado las multinacionales y desde algunos poderes públicos de vaciar de contenido tal expresión. El reto de la sostenibilidad debe concretarse en acciones individuales y, sobre todo, en acciones y decisiones de los gobiernos que fuercen nuevas formas de producción, distribución y consumo. En otras palabras, si bien la conciencia ética individual es básica, si no va acompañada de normas que dirijan la conciencia colectiva hacia ese cambio en las relaciones humanas en interacción con el medio natural, el “desarrollo sostenible” sólo será una falacia.

 

Foto: Las Negras, © AP

En este sentido, es de loar la elaboración por la Junta de Andalucía de la Ley de Gestión Integrada de la Calidad Ambiental (G.I.C.A.) como instrumento para alcanzar esa deseada “sostenibilidad”, aunque deja muchos, yo diría demasiados, cabos sueltos que deben ser regulados en un futuro Reglamento. Dada la trascendencia y urgencia de regulación de los diferentes campos que toca, esperamos que esa reglamentación salga a la mayor brevedad y tenga un carácter más restrictivo que la propia Ley. Por primera vez se regula en Andalucía el tema de la contaminación lumínica en aras a “prevenir, minimizar y corregir los efectos de la dispersión de la luz artificial hacia el cielo nocturno” vertida tanto por entes públicos como por particulares, como bien reza su declaración de motivos. Pero este principio general queda supeditado a una futura zonificación del territorio en la que participarán también los Ayuntamientos.

En un espacio protegido como Cabo de Gata donde uno de sus principales atractivos es, o era?, la pureza de sus cielos nocturnos, que permite (permitía?) una observación privilegiada del firmamento -no en vano ha sido reclamo para numerosos amantes de la astronomía- es deber de todos y sobre todo de las Administraciones Públicas velar porque ese cielo nocturno siga “deslumbrando” a residentes y visitantes y que la “gallina de los huevos de oro” que es el turismo no se vaya a otra parte. Por otro lado no es baladí recordar que estamos en un espacio declarado por la UNESCO Reserva de la Biosfera lo que conlleva que una correcta iluminación debe tener en cuenta la protección de la Biodiversidad. En cualquier hábitat la vida de los seres vivos que lo ocupan (incluidos los humanos) está adaptada a unos parámetros de iluminación/oscuridad que afectan muy directamente al desarrollo y prosperidad de cada especie. Su vida está adaptada a unas características en un proceso que puede haber durado millones de años. Naturalmente todo este equilibrio se ve contrariado por una excesiva o inadecuada iluminación. Así podemos afirmar que cualquier iluminación que alcance más allá de lo que se necesita es, además de una malversación de recursos, un atentado a la biodiversidad.

 
Foto: Las Negras, © AP
 

Sólo una iluminación con puntos de luz bajos, que dirijan la luz hacia el suelo y que fuera de su radio de acción esa iluminación no sea visible, sin olvidar que es menos contaminante una luz amarillenta que blanca, nos aportará ese equilibrio lumínico necesario con el entorno si, realmente, perseguimos un desarrollo sostenible.

En cambio, deslumbrados estamos con el resplandor de la rotonda de la Boca de los Frailes. Deslumbrados con el nuevo hotel en el Cortijo el Paraíso. En Las Negras, deslumbrados con el nuevo parking en el centro del pueblo y todo el verano deslumbrados con los focos del campo de fútbol y de la playa.

Deslumbrados estamos con el resplandor que nos invade desde Carboneras (Orleans, ciudad de 400.000 habitantes a 90 km. de París, produce menos contaminación lumínica que un pueblo como Carboneras con menos de 8.000 habitantes). Así no es de extrañar que quieran duplicar la central térmica de Carboneras o ¿para cuándo una nuclear? Con tal despilfarro lumínico y económico, hablar de “desarrollo sostenible” suena a cachondeo en boca de según quien.

En fin, con todos estos deslumbramientos, esperamos que la G.I.C.A. nos proteja cuanto antes y que las diversas Administraciones (Local y Autonómica) tomen buena nota de los principios recogidos en ella a la hora de instalar nuevas farolas en los espacios públicos o de conceder licencia de apertura a los negocios privados y no tengamos que ser los ciudadanos o asociaciones quienes debamos exigir su cumplimiento ante los Tribunales.       

M. Martí
Para más información sobre contaminación lumínica y biodiversidad:
http://www.celfosc.org/biblio/bio/biodiver-es.pdf