|
|
|
|
|
En verano nadie creerá
que el pequeño valle por el que ayer paseaba
era verde, y que las matas me llegaban por las
rodillas y las plantas de hojas blandas parecían
lechugas en agua fría. Nadie creerá
que las flores se turnaban a lo largo del día
y de la noche para abrirse, cerrarse, desprender
su aroma o reservarlo tímidamente y así
que no faltara en ningún momento su color
y su fragancia. Nadie creerá que no hacía
calor porque todo se olvida en el verano y así
olvido con frecuencia mirar a mi alrededor y disfrutar
de extender la vista hasta mi humano infinito,
olvido no hacer nada excepto oír las olas
y pasear sin prisa y mirar. Mirar, mirar con cuidado,
como cuando por ir mirando encontré un
animal de aspecto prehistórico que era
un fastuoso lagarto con cresta de dragón
y colorinches sobre verde chillón, y me
paré para poder observarle, y sin hacer
ruido y ante su asombro pretendí mirar
sin ser vista.
|
|
|
|
|
Foto:
Paisaje de primavera en el Parque, ©
¡Vamos allá! |
|
|
|
En verano es más
difícil mirar porque nos tapamos
el horizonte unos a otros, pero mirando,
de lejos, de cerca, me asombran el sol,
o la luna, apareciendo sobre el mar, o el
cambio de color de las montañas al
atardecer, o al amanecer; mirando descubro
una mata de una planta que jamás
pensé que podría existir,
y menos aún que creciera en el recodo
de una roca.
Miro cada día
a mi alrededor pero además insisto
y busco momentos y lugares para mirar
|
|
|
|
|
|
cuando la luz no es tan
intensa que apaga todos los colores, para mirar
en silencio, y ese silencio hecho a veces de viento,
a veces de pájaros, o de mar o de chicharras,
me salva de que el ruido distraiga mi atención
sobre las cosas.
En verano, mirando por
la carretera, veo que a los animales no parece
molestarles que seamos ahora muchos más
y siguen asomándose a la linde; en pleno
verano he visto jabalíes, liebres, zorros,
búhos chicos
, también veo
a menudo animales muertos en la carretera: zorros,
erizos, perros... Supongo que a veces la prisa
no deja ver y puedes chocarte con ellos. La prisa
tampoco deja mirar lo que ves.
Miro por las calles de nuestros pequeños
pueblos y veo a mis vecinos preparándose
para el verano, algunos con sus casitas recién
encaladas, otros con los hoteles recién
pintados, y el ritmo de nuestra naturaleza humana
hace que se instale una primavera diferente, y
a destiempo de la de la naturaleza, que con el
cambio de estación parece haber pasado
de la euforia al adormecimiento. Ha llegado el
verano y en el parque somos muchos mirando, y
desafiando al sol con una intensa actividad que
se apodera de toda nuestra especie.
En verano nadie creerá
que el pequeño valle por el que ayer paseaba
volverá a ser verde, y que las matas me
llegarán de nuevo por las rodillas, y que
de nuevo crecerán plantas de hojas blandas
como lechugas en agua fría. Tal vez nadie
que se haya parado a mirar la bruta naturaleza,
sobreviviendo a nosotros mismos bajo una luz cegadora,
creerá del todo lo que ha visto; nadie
que se haya parado a mirar podrá olvidar
el calor intenso de la tarde temprana, la fuerza
del viento arrollador y todos los sonidos del
silencio.
Miranda de Miranda
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|