La hembra es más
pequeña, completamente parda, dos franjas
blancas en la cara y barbilla. El pico es gris
oscuro y menos abultado. Son patos pequeños,
discretos: su graznido es suave y se produce poco
a menudo; suelen habitar aguas dulces o salobres
provistas de abundante vegetación. Nidifican
en solitario, en un nido hecho con plantas acuáticas,
en el que, la hembra, deposita de 5 a 10 huevos
y los incuba ella sola durante 25 días,
hasta que nacen los patitos grisáceos que
saltan al agua nada más nacer. El pato
Malvasía Cabeciblanca se alimenta buceando,
disciplina que domina a la perfección y
que le hace llegar a profundidades de hasta 30
m. Come plantas acuáticas y pequeños
animales que encuentra en sus inmersiones. Vive
y descansa en el agua y vuela rara vez y a poca
altura.
Esta Anátida es
una de las más amenazadas del mundo, considerada
por la Unión Europea como especie estrictamente
protegida y como especie en peligro de extinción
en la legislación española. Hoy
en día sólo tiene tres núcleos
estables, uno es la península Ibérica
y otros dos en Argelia y Túnez. Por suerte
la población española de estos patos
goza de una salud aceptable y, poco a poco, se
va recuperando. En Almería, las comunidades
más grandes se encuentran en la Albufera
de Adra, las Salinas de Cerrillos y la Cañada
de las Norias.
Desde hace unos dos años,
este escaso, bonito y silencioso pato buceador
está manteniendo una colonia estable dentro
del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar precisamente
en la desembocadura de la Rambla Morales, lugar
elegido como idóneo por la empresa MEGAZ
para introducir el gasoducto Argelia-Europa. Ni
que decir tiene que los amigos de las aves estamos
en contra, por lógica, de que un gasoducto
discurra por un Parque Natural, pero la defensa
de esta colonia de Malvasía Cabeciblanca
es una razón añadida para que se
imponga la cordura en las cuestiones ambientales,
que son de importancia vital para la conservación
de la biodiversidad y, a la larga, de nuestra
propia vida.
Mariano Torrero
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