A la sola evocación
de esta palabra Lourdes nos ha dejado un delicado manuscrito
redactado para participar en las jornadas culturales
Alamar, celebradas en Almería el 8 de junio de
2004. Una de las múltiples evocaciones es la
siguiente: esta tierra de mestizaje, de pueblos
sucesivos es mediterráneo. La admiración
de la escritora, que confiesa nací en la
meseta sin mar y sin embargo soy mediterránea,
vamos a desentrañarla en lo que tiene de corazón,
de sentimiento compartido. El lugar: las páginas
editadas en el volumen ilustrado que abre nuestro viaje
de hoy. Su título: «La tierra que te elige».
Consiste en una
recreación del encuentro con el sur, con la tierra
calcinada que baña un mar azul, cuando la autora
y su personaje cuentan trece años. El recuerdo
dentro del recuerdo, la mirada sabia del adulto sobre
la emoción primera de la niña adolescente,
el encuentro con el mar y abismada en un mar de posguerra:
Almería mágica que se brindaba como
un regalo a la niña de Madrid recién llegada,
que se albergaba con sus padres y sus hermanos en un
hotelito modesto pero confortable en la Plaza de las
Flores, muy cerca de Puerta Purchena. Y
después de aquella iniciación, el olvido.
La niña crece y en su imaginario aquella tierra
queda reflejada ahora por el relato de Juan Goytisolo:
era un catecismo para los progres de la época,
como la película de Buñuel (se refiere
a Las Hurdes). En el olvido otra Almería callada,
resignada, magnífica esperaba a que antes
o después los ojos, los míos entre otros,
volvieran a mirarla y a descubrirla. Y el
abandono se convirtió en virtud. El abandono
preservó, rescató, conservó.
Es la hora del descubrimiento estético, vital.
Desde la ética a la estética: Almería
sobre todo las playas del levante, en esa comarca
prodigiosa que forma hoy el Parque Natural del Cabo
de Gata- fue así durante aquellos años
setenta y comienzos de los ochenta lugar de peregrinación,
cámara secreta que [
] mantenía el
sueño de un Edén posible. El esfuerzo
nominativo que realiza la escritora, para contener las
variadas posibilidades de adentrarse en esta tierra
desde la escritura, se despliega a base de riqueza léxica
y variedad de perspectivas que prestan mayor hondura
a un relato que no puede avanzar sino apoyado en descripciones
que tratan de fijar, evocar y atrapar un lugar sin historia,
una tierra sin vegetación, un paraje sin gente,
que se transforma vertiginosamente a partir de los noventa.
Su palabra es fundadora, porque nombra desde una poderosa
emoción, pero también es provisional y
centellea en el límite posible.
Pese a todo, la
actitud heroica de la narradora encuentra aquí
un lugar y una lección de resistencia. Ese lugar
solitario desde el que cada tarde se fundía con
el espacio, sobre la roca bañada por el mar en
la dulce cala de Agua Amarga. Porque las palabras
no dan cuenta de esa sensación que es física
y que por eso es inefable. Pero Lourdes se arriesga
y escribe la síntesis telúrica de ese
encuentro físico:
[
] cúmulo
de sensaciones provocadas por el olor de la tierra en
esa primavera de tomillo y plantas medicinales, esa
fuerza del viento sobre la piel, ese rumor de las olas,
repentino, machacón, soberano y esa luz que parece
cegar, o esos atardeceres rosas, naranjas, cuando el
sol se va poniendo sobre las colinas tan nítidas.
O la cúpula del cielo en tantas noches claras.
Y la luna, esa luna imponente, noche de peces fáciles
que se dejan deslumbrar por la luz y ascienden a la
superficie.
Podríamos
seguir soltando la fácil tijera sobre los sutiles
párrafos dedicados al análisis de la situación
de desarrollo, con los que va enhebrando las descripciones
líricas trazadas por su mano observadora. Mas
nuestra intención es otra. La lucidez de la autora
nos interesa en cuanto sensibilidad formativa para la
conciencia literaria que encuentra la liberación
y la reconciliación con el mundo entre esta materia
bañada por la luz del mediterráneo.
Volvamos al principio,
para terminar. El primer párrafo con que dio
comienzo a su intervención, titulada «Mediterráneo»,
en las jornadas culturales de Alamar (2004).
Algunas Palabras:
Mármol, luz, glauco, sequedad, azul, columnas,
olivo, azoteas, blanco, peplo, esparto, cabras, rocas,
arena, delfines, cuevas, piratas, comercio, ágora,
plaza, faro, dioses con rostro humano, religiones, batallas,
charco grande, teatro, filósofos, visionarios,
res publica, LA PALABRA, LA ESCRITURA, EL NÚMERO,
contactos, enfrentamientos, monoteísmo, civilización,
templos, mezquitas, aventureros, ejércitos, ciudades,
la luz, la luz.
No es sólo
esta capacidad de transfiguración espiritual
en un esfuerzo creativo por nombrar la magia de la vida
en un lugar que te elige, sino también el reencuentro
silente con lo esencial, una palabra seca llena de vida.
Aconsejamos vivamente la
lectura de Una geografía. Ocho viajes andaluces
(Fundación José Manuel Lara, 2002).
Miguel Galindo
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