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Durante el otoño, las
plantas no se muestran espléndidas, acusan la
sequía que padecemos y parece imposible que sigan
ahí, sobreviviendo e incluso fructificando. Por
eso desde aquí le dedicamos un pequeño
homenaje a su extraordinaria fuerza que permite que
frutos y semillas sigan madurando, en las condiciones
climáticas más duras, asegurando su supervivencia,
que también es la nuestra.
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Foto:
Valle de Los Escullos, © MA |
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De
todos los aspectos interesantes en torno a frutos
y semillas, vamos a centrarnos en sus mecanismos
de dispersión, fenómeno mediante el
que una planta puede alejar sus semillas de ella
misma para así poder ampliar su área
de distribución. La dispersión puede
ser tanto de frutos como de semillas.
Podemos establecer una clasificación muy
simplificada basada en el agente que ejerce la dispersión:
- Dispersión efectuada por animales : Zoocoria
- Dispersión efectuada por el aire : Anemocoria
- Dispersión efectuada por el agua : Hidrocoria |
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Fotos:
Dátiles de palmito, Bellotas de coscoja,
Semillas en una cagada de zorro, Caléndula,
© Jardín Botánico |
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Vamos a conocer un poco
más de este proceso, comprobando como entre
nuestras plantas tenemos ejemplos de todos ellos.
Si son los animales quienes
realizan la dispersión, diferenciamos varios
casos. Cuando el transporte es interno, es decir
cuando los frutos o semillas son comidos por los
animales, se desarrollan medios de reclamo diferentes
según el animal de que se trate. En el
caso de los mamíferos los frutos suelen
ser grandes (a veces incluso los almacenan) y
con la cubierta dura, como en las bellotas de
las coscojas (Quercus coccifera), se han de desprender
fácilmente de la planta para que los animales
los recojan del suelo, no tienen colores vistosos
pero suelen ser olorosos, ¡oled los dátiles
del palmito! Si los dispersantes son aves, los
frutos son pequeños pues tienen que pasar
por su pico, de colores brillantes como en el
lentisco y con cubiertas finas que puedan picar
fácilmente, ocurre así en las esparragueras
(Asparagus sp.) o en las almecinas, los frutos
del almez (Celtis australis).
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Fotos:
Hormigas dispersando frutos, Vilanos de rascamoño,
Gordolobo del Cabo, Fruto de la azucena de mar,
© JB |
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La recompensa por colaborar
en la dispersión es el preciado alimento,
y las semillas, adaptadas para pasar el tracto
digestivo sin ser dañadas, suelen aumentar
su poder de germinación (en el laboratorio
se sustituye este efecto con la aplicación
de ácidos). Observando las cagadas de animales
descubriremos restos de frutos y/o semillas.
Si el transporte es externo, es decir los frutos
y semillas son sólo transportados, aparecen
ganchos o sustancias pegajosas que adhieren frutos
y semillas a los animales, como en las caléndulas
(Calendula sp.) o el esparto (Stipa tenacísima).
Mirad detenidamente vuestros calcetines tras un
paseo y lo comprobaréis. En nuestros ecosistemas,
las hormigas son grandes dispersadoras, por eso
algunas semillas adoptan formas y/o disponen de
estructuras que las atraen y facilitan su transporte,
como ocurre con muchas de las margaritas. Pasad
un ratito observando el trajín de un hormiguero
y veréis qué transportan en sus
mandíbulas.
Pero también el
ser humano ha jugado y juega un papel importante
en la dispersión. Las grandes migraciones
han contribuido a la dispersión de muchas
especies. El cultivo ha sido otra forma de dispersión
mundial (pensad en el cacao, la patata o el café)
y en ocasiones de contra-dispersión, eliminando
por procesos de selección semillas de malas
hierbas y variedades.
¿Y si es el viento
quien dispersa? Estas plantas tienen que disminuir
el peso específico de sus semillas y para
ello desarrollan alas como la zagua (Salsola oppositifolia),
disminuyen su tamaño como el gordolobo
del Cabo (Verbascum charidemi) o presentan pelos
(vilanos) como el cornical (Periploca angustifolia)
o el rascamoños (Launaea arborescens).
Recordadlo la próxima vez que corráis
detrás de un vilanico para atraparlo y
pedirle un deseo (estaréis persiguiendo
una semilla, todo un ingenio de la naturaleza).
Otras veces la planta se desprende del suelo entera
rodando, diseminando así las semillas,
son las llamadas plantas corredoras como la Salsola
kali (las que vemos en las películas del
oeste).
Aunque menos frecuente
la dispersión puede hacerse por el agua.
Nosotros tenemos el bonito caso de la azucena
de mar (Pancratium maritimum), que recubre sus
semillas de un tejido negro muy ligero parecido
al corcho que le permita flotar.
Todo este esfuerzo evolutivo para conseguir que
las semillas germinen colonizando nuevos espacios.
La magia de la naturaleza.
Jardín Botánico
El Albardinal
Consejería de Medio Ambiente
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