El lagarto ocelado se alimenta
de insectos de gran tamaño, pequeños
pollos de aves, huevos, ratoncitos y hasta gazapos
de conejo, además de algunos frutos. Pese
a que sus familiares muy cercanos, los Lacerta
Lépida Nevadensis, pueden vivir en Sierra
Nevada, en alturas de hasta 2.000 m.; el clima
seco de nuestro Parque Natural es óptimo
para la vida de estos saurios. No es difícil
ver alguno de ellos tomando el sol sobre una piedra
cuando el calor es suave o sesteando a la sombra
de un palmito en los momentos más duros
de nuestro verano. Los ocelados suelen protegerse
de los peligros bajo los matorrales, en pequeñas
cuevas entre las rocas o en galerías excavadas
por ellos. Las aves rapaces de tamaño medio-grande
y la culebra bastarda son sus mayores predadores.
Para ellos el lagarto ocelado es un manjar complicado,
que, cuando no puede huir por velocidad, no duda
en utilizar sus garras y su potente mandíbula
para defenderse. Si el problema se agudiza y no
hay otro remedio, se desprende de la cola, que
permanece moviéndose independientemente
durante algún tiempo, en un intento de
entretener al enemigo mientras busca un lugar
seguro donde esconderse. A veces el truco da resultado,
el lagarto se salva y la cola vuelve a crecerle,
como a otros saurios de su especie. Aunque el
lagarto ocelado está distribuido en toda
nuestra Península, el sur de Francia, Italia
y norte de África, no estando en peligro
de extinción, está incluido en el
Catálogo Nacional de Especies Protegidas
y en el Convenio de Berna.
Este precioso saurio de
ojos azules (en los costados), omnívoro,
ágil, rápido, fuerte, cabezón
y luchador; ha sufrido, históricamente,
la misma mala fama que los demás reptiles.
Se les ha atribuido injustamente todo tipo de
augurios malignos y propiedades perniciosas, cuando
su discreta presencia no ha traído más
que beneficios a nuestras cosechas y al equilibrio
ecológico de nuestro entorno. El Lacerta
Lépida, simplemente, ha sido otra de las
muchas víctimas de la incomprensión
derivada de la ignorancia. De ello tenemos demasiados
ejemplos de actualidad, y aunque estamos en el
año 2004, mal podemos intentar que se respete
a los animales cuando no hemos aprendido a entender,
ni siquiera, a nuestros semejantes y seguimos
matándonos en guerras sin sentido.
Mariano Torrero
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