¿Qué
ha sido de aquel desierto de Almería?
¿Qué ha pasado con esa provincia
que sobrevivía con sus escasas lluvias?
Hoy
en día se necesita mucha agua para
todo, los habitantes fijos y eventuales
de Almería, que cada año somos
más, tenemos unos hábitos
higiénicos cada vez más exigentes;
queremos piscinas, como tienen todas las
demás zonas costeras que se precien;
queremos más invernaderos, para que
den dinero a sus dueños y trabajo
precario a los emigrantes; queremos incrementar
las plazas hoteleras y los apartamentos
para el turismo; queremos campos de golf
para que vengan los ingleses a dejarse las
libras.
Por
todas estas causas, llevamos varios años
siendo deficitarios en el esencial líquido
elemento, agotando el acuífero, mendigando
un hectómetro al reseco trasvase
Tajo-Segura o exprimiendo hasta sus últimas
consecuencias el pantano de Cuevas. Pero,
por suerte, el Gobierno ha encontrado la
solución ideal para todos nuestros
problemas: las desaladoras.
De
repente, aparece una desaladora en Carboneras,
que se va a clonar a sí misma en
breve. En Almería capital no puede
faltar otra desaladora. No olvidemos que
la zona de Villaricos necesita la suya.
Y, seguramente, vendrán otras a ampliar
la lista.
Señores
dirigentes de cualquier administración,
estoy convencido de su buena voluntad, pero
¿no les parece un poco exagerado
poner en funcionamiento cuatro desaladoras
donde no había ninguna? No sé
si han tenido en cuenta que las maravillosas
plantas de ósmosis inversa, necesitan
energía para su funcionamiento y
la producción de esa energía
produce contaminación. No sé
si habrán notado que la devolución
al mar de las salmueras resultantes de la
desalación saliniza las zonas costeras
cercanas.
¿Qué
se pretende ahora? ¿Realmente se
trata de solucionar los problemas existentes
o la idea es convertir Almería en
la selva tropical, en un enorme aguapark
o quizás terminar de tapizar con
invernaderos lo que queda de nuestros desérticos
campos?
Puede
que el plan sea convertir Almería
en un campo de golf gigante, donde los ricos
europeos jueguen a sus anchas, con verde
por todos los lados y ese Smog
que da la contaminación ambientándoles,
para que se sientan como en su casa de Londres.
Julio
Verde
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