(Sentimiento e historia quedan convocados en esa hoguera durante la noche larga. El poeta sólo está atento al tiempo -en la oscura madrugada detenida- y siente una extraña emoción al encontrarse en primera línea de playa sin querer ir más allá).
II
Es fácil pasar las horas
junto al fuego o junto al mar
sin hablar y sin decir.
Una soledad profunda,
muy anterior a la casa
y a la barca, te detiene,
te entretiene de la luz
que se sucede.
Si alguien viene, trae el frío.
Si alguien llega, tú estás lejos.
(El silencio y la soledad profunda se extienden por la escena iluminada con las llamas de la hoguera. Los que llegan traen el frío y la distancia entonces nos pondría a salvo: lejos).
III
Estás lejos, estás solo
y alguien te dice asustado
No te apartes de la orilla.
El mar lo devuelve todo
como un espejo quebrado.
El mar no te necesita.
(Por ello la voz del poeta se detiene, atento a otras voces asustadas que le recuerdan el nuevo orden instituido por el miedo: “No te apartes de la orilla”. Una consigna, a modo de estribillo -destacada tipográficamente en cursiva-, que le mantiene estremecido y apegado al espacio: la primera playa).
IV
Los muertos vuelven a tierra.
El mar los trae levantado
por el mismo viento fuerte
que prepara los naufragios.
Mañana cuando amanezca
y el viento se haya aplacado,
no sabremos si es verdad
lo que nos está pasando.
Adiós, montaña de vida:
adiós, primo; adiós, Gonzalo.
(A modo de sentencia, esta décima cierra el poema -cuartetas asonantadas y un pareado final- Efectivamente el mar devuelve a las orillas lo que no es suyo o carece de vida, pero es el viento -la historia- la que lleva y trae cadáveres levantados por el fuerte oleaje tras los naufragios -guerras-. Ante esta constatación el ser humano se interroga por el sentido de la destrucción: cuando amanezca no sabremos si es verdad lo que nos está pasando.
El poeta se aferra a la tierra (montaña de vida) y se rinde ante la amistad familiar: “primo, Gonzalo”, recordando una historia compartida de naufragios y despedidas. A fin de cuentas la huida siempre es posible, mientras contemos con la mar en calma, un viento favorable y una barca marinera).
Un intenso homenaje a la playa de los Genoveses donde confluyen los valores esenciales del Parque Natural: el mar, el viento, la playa, el silencio, la soledad, la amistad, la hoguera contra el frío de la madrugada, el ritual de la renovación y la comunión ante una naturaleza que nos acoge generosa y nos despide familiar: “Adiós, primo Gonzalo”. Miguel Galindo
Colaborador del equipo de redacción del Eco del Parque |