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El silencio, el ruido y el organismo humano

Los sonidos producen daño mucho antes de ser molestos.

No hace mucho cayó en mis manos un artículo que pondera la importancia del silencio para nuestro cerebro (1) y lo comenzaba con una acertada frase de Florence Nightingale: “El ruido innecesario es la falta de atención más cruel que se le puede infligir a una persona, ya esté sana o enferma”, una máxima que, si preocupaba a esta precursora de la enfermería moderna hace casi dos siglos, hoy es un deseo casi inalcanzable. La vida moderna impone algunos ruidos "necesarios", aunque muchas veces evitables, y otros muchos superfluos y por lo tanto evitables, que no sólo un atropello a la libertad de cada persona de elegir qué escuchar y qué no escuchar, sino también una reducción notable de la calidad de vida.

Citando un estudio del Research Center for Regenerative Therapies Dresden(2), afirman que en el cerebro de los ratones que se quedaban en silencio durante dos horas cada día crecían nuevas células en la región relacionada con la memoria, las emociones y el aprendizaje. Con mis reservas acerca del crecimiento de nuevas células nerviosas en el adulto, parece evidente que estar un cierto tiempo al día en completo silencio es beneficioso para el cerebro pues ayuda a conservar la memoria y a ser más flexibles ante los cambios, ya que, según estos autores, el silencio permite que el cerebro le dé sentido a la información, pues se activa una red que evalúa las situaciones e información a la que nos hemos expuesto a lo largo del día y las integra en nuestra memoria o las descarta si son irrelevantes. Así mismo, menciona el artículo que, según investigadores de la Universidad de Harvard(3), esta red se activa cuando reflexionamos sobre nosotros mismos por lo que sería esencial para reafirmar nuestra identidad, pero solo se activa en silencio y con los ojos cerrados y cualquier estímulo externo la desactiva.

El silencio, además, es el mejor antídoto contra el estrés, ya que las ondas sonoras provocan vibraciones en la cadena de huesecillos del oído, las cuales se transforman en señales eléctricas que hacen reaccionar al cerebro, incluso estando durmiendo, y estimulan la producción de hormonas que incrementan el nivel de estrés. Por eso, y por otras razones, es tan importante el silencio nocturno, ya que aunque se consiga conciliar el sueño con ruidos es menos reparador y la salud acaba deteriorándose.

Foto: Maquinarias de ventilación y climatización sin protección acústica © JMJ
 

El ruido siempre es perjudicial
La Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó un informe en 2011 donde revelaba que 3.000 de las muertes sucedidas ese año en la Europa occidental por enfermedad cardiaca tenían que ver con el exceso de ruido. Según esta organización, casi el 80 % de la población de las ciudades modernas están sometidos a niveles superiores a los que sería recomendable, entre los factores desencadenantes están el tráfico, las industrias y los locales de pública concurrencia. En España, el 22% de la población está en una situación de riesgo a causa de la carga de decibelios; la O.M.S. considera peligroso más de 65 decibelios (dB) y recomienda que el nivel más alto permisible de exposición al ruido en el lugar de trabajo sea de 85 dB durante un máximo de 8 horas al día. Muchos clientes de clubes nocturnos, bares, eventos deportivos y fiestas populares están con frecuencia expuestos a niveles incluso más altos de ruido, por ejemplo, la exposición a niveles de ruido de 100 dB, que es la normal en esos lugares, es segura durante un máximo de 15 minutos.
Pero no es necesario que sea un sonido de volumen completamente insoportable, ni que duelan los oídos, ni que vibren los objetos, para que deba ser suprimido; los sonidos producen daño mucho antes de ser molestos. La O.M.S. establece un límite de exposición media nocturna que no debe exceder de los 40 decibelios, el nivel de ruido equiparable al de una calle tranquila de una zona residencial(4), mientras que en el Estado español se ha fijado un límite de 55 dB en zonas residenciales.
Según esta organización el ruido aumenta el estrés y puede causar intranquilidad, ansiedad, depresión, inquietud, irritabilidad e incrementa la tendencia a mantener actitudes agresivas, lo cual puede explicar determinados sucesos poco comprensibles que aparecen de vez en cuando en la prensa, como el caso de Lanjarón (Granada) el pasado verano, cuando un vecino prendió fuego a un bar, harto de los ruidos que producía y de que nadie le pusiera solución, falleciendo él mismo(5). Pero el ruido no sólo es capaz de provocar trastornos emocionales, sino que también puede producir dolores de cabeza, hipertensión, problemas digestivos y enfermedades cardiovasculares. También genera cambios en el sistema hormonal e inmunitario, lo que lleva aparejado el aumento de los niveles de glucosa y colesterol. Además produce insomnio, lo que conduce a un cansancio general que disminuye las defensas y posibilita la aparición de enfermedades infecciosas: una exposición superior a los 45 decibelios impide un sueño apacible, no obstante a partir de unos 33 dB el cuerpo responde a sonidos y se despierta con mayor frecuencia.
Otro de los efectos del ruido, del que pocos somos conscientes es la pérdida de audición, la cual se debe a un intento del organismo por adaptarse a un entorno demasiado ruidoso y se va produciendo de forma gradual. Si se está expuesto a ruidos muy fuertes, o se asiste con mucha frecuencia a discotecas o a conciertos de música estridente, pueden llegar a sufrir una pérdida total de la audición si la exposición es muy continuada en el tiempo.
Los niños, al dormir más horas que los adultos, están más expuestos al ruido nocturno; esa imagen tan frecuente cuando del bebé, en plena fiesta ruidosa durmiendo en el carrito es una grave irresponsabilidad de los padres, como lo es cuando les dejan jugar a gritos a altas horas de la noche alrededor de las mesas donde los padres beben tranquilos, porque se les está distorsionando el ritmo del sueño y acostumbrando al ver como natural la actividad ruidosa. También los ancianos y los enfermos crónicos son más vulnerables a este tipo de problemas e, igualmente, los trabajadores por turnos se ven afectados en mayor medida debido a que su estructura de sueño ya está distorsionada habitualmente por su actividad laboral.

 
Foto: Fiestas populares en San José © JMJ
 

Tarea de todos
Un ambiente libre de contaminación, es un bien común valioso y poner fin a las fuentes de ruidos molestos es tarea de todos. Con un poco de sensibilidad hacia los derechos de los demás se pueden cambiar muchos comportamientos, especialmente de noche; insonorizar viviendas y locales no hacer uso del claxon de forma innecesaria, evitar las conversaciones a gritos en la calle durante la noche.
Pero son los gobiernos de las administraciones nacional, autonómicas y locales los llamados a promulgar, aplicar y hacer cumplir legislación sobre el ruido sin esperar denuncias, pues mucha gente no lo hace por temor a las represalias de los denunciados. También le corresponde informar y sensibilizar a la población con respecto a los riesgos del exceso de ruido.
En España, la Ley 32/2003 de 17 de noviembre, del Ruido, desarrollada mediante los reales decretos 1513/2005 y 1367/2007, así como otras normativas autonómicas y locales, regulan la contaminación acústica, pero o son insuficientes o nadie vigila con interés su cumplimiento, porque es éste un país de los más ruidosos del mundo(6). Algunos municipios no autorizan los locales de ocio nocturno dentro del casco urbano o en zonas habitadas, no es el caso de los tres que gestionan nuestro Parque.
Padres, profesores y médicos deben educar a la juventud sobre lo que significa una audición responsable y segura, mientras que los gestores de lugares donde se producen cualquier tipo de ruidos deben respetar los niveles sonoros seguros establecidos y en todo caso procurar que ningún sonido salga de su interior para no obligar a nadie a escuchar no que no desea.
La contaminación acústica quizás no sea el mayor problema de nuestro Parque, pero, en los meses de verano, en las localidades costeras, muchos de los visitantes reproducen aquí sus ruidosas costumbres de las ciudades, incluso las incrementan por eso de que están de vacaciones. Conversaciones y cánticos a gritos durante la noche, aumento de tráfico nocturno, saludos y despedidas con el claxon, locales de restauración junto, o debajo mismo, de viviendas con altavoces funcionando todo el día y parte de la noche, conciertos en lugares no aptos para ello, locales de ocio en zonas residenciales, maquinarias de ventilación y climatización sin protección acústica, fiestas "populares" en zonas habitadas, instalaciones deportivas junto a las viviendas, etc. etc. Actividades, en definitiva, no más ruidosas que en las ciudades pero que aquí, por el tamaño de las poblaciones y de las propias calles se hacen más molestas y contradicen, en muchos casos, la fama de tranquilidad que siempre se ha tenido, un valor que no debería perderse si se quiere tener un turismo sostenible y acorde con el espacio natural protegido en que están. Curiosamente, en este Parque no hay ningún mapa de ruidos, aún se espera aquel cuya elaboración aprobó por unanimidad el Ayuntamiento de Níjar en la anterior legislatura a propuesta de los partidos hoy gobernantes.

Juan Manuel Jerez

Notas
1. https://autoconocimientointegral.com/2017/01/04/por-que-el-silencio-es-tan-importante-para-nuestro-cerebro/
2. www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/24292324
3. http://journal.frontiersin.org/article/10.3389/fnhum.2013.00391/full
4. www.jano.es/noticia-nuevas-recomendaciones-oms-sobre-contaminacion-8244
5. www.elmundo.es/andalucia/2016/06/25/576ec7afe2704ee9728b4649.html
www.20minutos.es/noticia/2782094/0/muerto-heridos-graves-incendio-bar-lanjaron/
6. https://www.ecologistasenaccion.org/article25516.html