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Cada vez más salá… El agua en Cabo de Gata-Níjar |
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“Níjar, municipio del SE almeriense, experimenta, hoy por hoy, una coyuntura de escasez del agua sin precedentes. El modelo de gestión actual, basado en la explotación de las aguas subterráneas y protagonizado por una agricultura intensiva en crecimiento, además de una desarrollada actividad turística, han conducido al progresivo agotamiento de los acuíferos locales. En respuesta a tal coyuntura se implementan medidas centradas, más bien, en satisfacer las demandas actuales y potenciales que a gestionarlas. En la actualidad, inmersos en el paradigma de la sostenibilidad, son necesarios nuevos principios que guíen hacia modelos de gestión más racionales del recurso hídrico, así como recuperar otros que hicieron posible identificar a esta región por su cultura del agua”.
“Un crecimiento inconsciente de los límites; una agricultura apoyada en el uso de aguas subterráneas, que ven descender año tras año su nivel freático; y una actividad turística que pretende expandirse con la misma lógica, son algunos de los problemas que protagonizan el panorama actual y que podrían caracterizar un futuro desalentador”.
(Francisco Javier Toro Sánchez. El uso del agua en Níjar: Implicaciones ambientales del modelo actual de gestión, 2007).
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Foto: Balsa blanca © Oscar Molina |
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En las décadas de los 80 y los 90, la maquinaria de la agricultura intensiva que se había puesto en marcha era imparable, “el milagro almeriense”, “la despensa de Europa”, “el crecimiento económico” eran ficciones demasiado eficaces y lucrativas, en especial para los bancos y las multinacionales de insumos, como para permitir que nadie las tocase. Esto se tenía que sostener a toda costa, incluso a costa de la costa.
Este “gigante de pies de barro” empezó a tambalearse. El empeoramiento de la calidad del agua subterránea, la única de la que se disponía, empezaba a comprometer la posibilidad de muchos cultivos, prácticamente sólo el tomate podía soportar niveles tan altos de conductividad (salinidad) y la tierra se iba salinizando, mientras se producían bloqueos en la absorción de nutrientes lo que provocaba un empeoramiento de las cosechas.
Los acuíferos de Níjar fueron declarados en situación de sobreexplotación, según Decreto 2618/1986 en el que se prohibía el crecimiento de la superficie agrícola invernada. Pero ni esta prohibición ni la anterior, del Decreto del 12 de abril de 1973 que prohibía nuevas obras de alumbramiento y captación de aguas subterráneas, pusieron límite al crecimiento agrícola intensivo y, por lo tanto, al aumento de la demanda.
Tampoco se creó la Junta Central de Usuarios, a lo que obligaba la Ley de Aguas, que debía de hacer un Plan de Ordenación de las Extracciones con el objetivo de revertir la sobreexplotación.
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Foto: Acueducto de Fernán Pérez © JG |
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La tecnología de la desalobración vio en la desesperación de los regantes una oportunidad de mercado, primero a pequeña escala con máquinas que instalaban, de manera clandestina, los agricultores y las pequeñas comunidades de regantes, que precisaban extraer casi el doble de agua de los pozos para obtener la misma cantidad de agua para el riego y el rechazo, con la salmuera, introducirlo de nuevo mediante otros sondeos en el acuífero, aumentando aún más la salinización del mismo. Los sondeos cada vez más profundos provocaban el descenso piezométrico, conos depresivos e inversión de los flujos que iban hacia el mar, causando la salinización y afectando a la vegetación autóctona que estaba adaptada a buscar el agua subterránea mediante un sistema radicular profundo.
En el año 2003 se publicó un Estudio de los Acuíferos de Níjar, promovido por la Diputación Provincial en colaboración con Cajamar, que muestra las consecuencias extremas de la sobreexplotación. Curiosamente la realización, subvencionada, de este Estudio la llevó a cabo la empresa Carrión, que actualmente está esquilmando los recursos hídricos del acuífero de Río Aguas para regar nuevas plantaciones de olivar intensivo y que, anticipando el agotamiento del acuífero, ya está reclamando que el agua desalada sea llevada hasta allí.
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En el caso de Níjar, el criterio económico se antepuso al ecológico y social y el apoyo institucional se dirigió a la búsqueda de nuevos aportes externos, bien con los trasvases desde cuencas excedentes, lo que creaba conflictos sociales en las cuencas supuestamente excedentarias, o mediante desalación de agua de mar.
La respuesta institucional fue el Programa AGUA que optaba por un aumento de la oferta, construyendo desaladoras de agua de mar. Esta gran inversión de dinero público y fondos europeos estaba justificada por la necesidad de recuperar los acuíferos, que fueron declarados definitivamente sobreexplotados en 2004. Era además un mandato de Europa, recogido en la Directiva Marco de Aguas de 2005, que situaba el año 2015 como horizonte para la recuperación. En este contexto se construyó la desaladora de Carboneras destinada a aportar agua desalada al Campo de Níjar para sustituir extracciones. |
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Foto: Aljibe del Cortijo de Los Picones en el Paraje Los Herederos © JG |
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Se creó una Comunidad de Usuarios para que gestionara esta agua desalada pero continuó sin crearse la Junta Central de Usuarios ni se realizó el Plan de Ordenación de las extracciones. El resultado de esta gestión es que a fecha de hoy, finales del 2017, el agua desalada se ha sumado a las extracciones de agua subterránea, que han aumentado, provocando mayor sobreexplotación, la superficie de agricultura intensiva ha crecido y por tanto la demanda de agua es mayor.
En definitiva el problema, lejos de solucionarse, ha aumentado, poniéndose de manifiesto que la respuesta de aumentar la oferta en lugar de gestionar la demanda no resuelve, sino que empeora, la sobreexplotación.
En los acuíferos costeros la sobreexplotación está provocando el avance de la cuña de intrusión marina, poniendo en riesgo los pozos tradicionales que tenían limitada su profundidad y no comprometían la capacidad de recarga de los acuíferos, lo que suponía un uso sostenible del agua subterránea.
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Foto: Cerca de la Playa de Mónsul © OM |
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Creemos que solo un cambio de paradigma podría elaborar respuestas adecuadas a esta grave situación que compromete el futuro de las gentes de la zona.
Este nuevo paradigma tendría que basarse en dos principios fundamentales y de sentido común:
1. Que el agua es un recurso renovable y como tal debe de ser gestionado y no explotado hasta el agotamiento; que para ello es preciso que esos órganos de gestión, con representación de todos los usuarios, que contempla la Ley de Aguas, sea creado y elabore un Plan de Ordenación de las extracciones.
2. Que el concepto de usuario no puede reducirse al que hace un uso económico del agua; que el agua de boca y el medio ambiente son los usuarios principales y así lo recoge la Directiva Europea, y como tal han de estar representados en los órganos de decisión y gestión a través de representantes de asociaciones de consumidores y de entidades conservacionistas.
Ynma Nieto |
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