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Vida natural

Los cuadernos de campo, la esencia del Cabo de Gata y la meditación

 

Para Simón de Rojas Clemente, un naturalista ilustrado que llegó al Cabo de Gata en el siglo XIX realizando observaciones científicas de todo tipo, sentir y vibrar con la plenitud de la vida era una propiedad intrínseca que pertenecía a cualquier cuerpo con entidad real. ¿Qué quiero decir con esto? Las palabras a veces nos llevan por caminos tortuosos, si no tenemos puntos de referencia ni terminologías. El cuaderno de campo que elaboró el científico sobre su viaje por el reino de Granada en 1805, por lo que actualmente son las provincias de Granada, Málaga y Almería, y que hoy en día firmaría cualquier geógrafo humanista, tenía componentes de tipo histórico, geográfico, arqueológico, geológico, zoológico, botánico, e incluso, antropológico.

A pesar de ello, los valiosos escritos y las apreciaciones, hechas por el romántico viajero a su libre albedrío, estaban en gran medida libres de cualquier condicionamiento formal o cultural, dentro del marco de un viaje promovido y sufragado por el poder de la época. Por ejemplo, las teorías geológicas sobre las formaciones volcánicas, en una época en que no existía la geología como tal, están dotadas de un riguroso poder creativo, y si se hicieran en nuestro contexto actual, necesitarían para poder ser justificadas de todo un elenco de análisis y comprobaciones empíricas. Actualmente sabemos que de todos los métodos de conocimiento en geología, el más valido es el hipotético deductivo, es decir, el que principalmente se basa en la intuición.

 
Foto: Cala del Embarcadero © OM Foto: En Cabo de Gata © OM

Un historiador que hiciese la historia desde un punto de vista tradicional atribuiría el comportamiento del viajero valenciano a la estructura del tiempo y buscaría una transcendencia y un sentido en él; en otras palabras, diría que gracias a esa forma de ser, a ese eslabón, entre otros eslabones, existe nuestra gran sociedad del siglo XXI.

Parecería muy arriesgado decir que nuestras apreciaciones condicionan nuestros actos y nuestras expresiones, lo mismo que decir que un cuaderno de campo hoy en día está representado o equivale, haciendo una traslación, a cosas tan comunes como un libro de fotos, un libro de poemas, una exposición pictórica o una ruta turística, pero no lo es, porque nuestras producciones materiales siempre representan nuestro mundo simbólico. La diferencia de esta producciones interpretativas, en nuestro caso del Cabo de Gata, con los cuadernos de campo de los viajeros románticos, radica en que de nuevo se ha vuelto a representaciones idealizadas y transcendentes de un espacio vivo y de moda como es el Cabo de Gata, que se alimentan de una filosofía que parece hierática como un dogma: la perfección y la verdad (lo que tiene un sentido y rige el mundo es la economía del tiempo). Así entendida, esta “creatividad que se muerde la cola”, este espacio superidealizado y supertrascendente no está en la vida de las personas y en la propia libertad del pensamiento.

Al centrarnos en un aspecto biogeográfico del Cabo de Gata como la botánica, vemos que en los inventarios oficiales más usados del Parque, aparecen plantas que realmente no son endémicas, o se las dota de una taxonomía muy dudosa, por no decir sensacionalista, mientras se olvida la existencia de especies raras para la zona como encinas, madroños, brezos, enebros, pinos carrascos o almeces. En el plano del micropaisaje geológico, o sea, en el plano de los minerales, rocas y fósiles, las especies se multiplican y nos sorprende saber que minerales de la familia de los arseniatos, del estilo de la natrofarmacoalumita, son descubiertos, al mismo tiempo que pobres inventarios mineralógicos olvidan la existencia de piedras preciosas y rocas únicas en la península, como la pómez o la obsidiana. En los bienes de interés cultural, de nuevo el cuaderno de campo ofrece un margen de maniobra inmediato, gracias a los vacíos que existen sobre las grandes tipologías arqueológicas neolíticas, calcolíticas, argáricas, romanas, etc…, en las propagandas turísticas más comunes.

En principio, las anotaciones de un día de campo, incluso cualquier tipo de anotación, representan no solo, por así decirlo, las “periferias” de nuestras vidas diarias, si no también lo llamativo y lo anormal de los paisajes en los que vivimos temporal o permanentemente, ya sean físicos o mentales: son nuestros registros de coordenadas. El “centro”, el yo al que damos vida, el ser que habitamos y que no podemos asir, que solo por el espíritu podemos percibir, es también el centro biogeográfico y geográfico que viene confeccionado en los libros de ciencia para definir y explicar nuestro espacio vital a diferente escala. La velocidad con que cambian el aspecto de lo que vemos destruye esas referencias que, de modo implícito, muestran los paisajes y los libros de ciencia, y hace que los ”centros” se destruyan como castillos de arena en la orilla de un mar lleno de “periferias”.

 
 
Foto: Los Frailes © OM Foto: En Cabo de Gata © OM
 

Al igual que no se puede mostrar, sobre todo hoy en día, una cualidad natural geográfica de un modo estándar y absoluto, tampoco se puede mostrar de un modo fidedigno la verdad del sentido de nuestras vidas y la esencia de nuestro ser. De este modo aparecen las transcendencias del Cabo de Gata, las transfiguraciones, las iluminaciones, etc…, esas cosas que utiliza la gente para asirse en la tempestad de un mar metafísico al que nos ha llevado la verdad de la ciencia. Para el gran filosofo del lenguaje Ludwig Wittgenstein pensar era expresar y, para que algo pudiera ser expresado, era necesario que estuviese vivo y que fuera contingente. Únicamente una forma de registro puede conseguir esto. ¿Por qué? Porque, de cualquier modo, siempre, el momento en el que vive la gente, es el momento más digno del mundo para “inmortalizar”, sea cual sea; además, no importa que una cosa sea aburrida o no para poder ser transmitida, solo hace falta que esté viva… Así son las cosas por mucho que se empeñen los historiadores. Cuando Simón de Rojas Clemente pateaba los cerros del Cabo sintiendo, haciendo, reflejando algo que tenía valor no por su contenido, sino por su forma, estaba siendo él completamente, estaba viviendo el momento: sin saberlo, reflejaba un país nuevo para los soberanos de la época, con potenciales recursos industriales, a la vez que expresaba su vitalidad y espontaneidad (lo que escribes siempre es vivido, tiene el sentido y la lógica de la expresión que le da la vida).

Lo cotidiano y lo no cotidiano es vivir, y si actividades meditativas-descriptivas tan de moda como el mindfulness, o tan antiguas como el yoga o el taichí, intentan que apreciemos, entre otras cosas, lo pequeño de un instante y lo enorme del presente…, nosotros, siendo consustanciales con nuestro proceso creativo material, la necesidad de enmarcar toda actividad iniciática y revitalizadora del hombre dentro de un marco vital formal, podemos satisfacerla con los cuadernos de campo y con un espacio lleno de vidas y experiencias como el Cabo de Gata.

Francisco Ortiz