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El fragante lentisco

Hemos dedicado algunos artículos en anteriores números a diferentes especies arbustivas de nuestros bosquetes, como coscojas, palmitos o cornicales. En esta ocasión conoceremos mejor al lentisco, (Pistacia lentiscus L.) también llamado alantisco o algarrobo morisco, una especie significativa de nuestras manchas de vegetación mejor conservadas.

El lentisco pertenece a la familia Anacardiáceas (como el pistacho, el anacardo o el mango) y aunque pueden alcanzar porte arbóreo, suelen ser arbustos de hasta 4-5 m de altura. De corteza grisácea, su frondosidad y color verde intenso lo mantiene todo el año al ser una especie perenne. Tiene hojas muy aromáticas, compuestas por un número variable pero siempre par de folíolos, glabras (sin pelos) y con el raquis y el peciolo alados. Las flores, de pequeño tamaño, se agrupan en espigas muy densas y son verdosas o rojizas (debido a la coloración de las anteras y los estilos inmaduros). Son plantas dioicas, o sea, que tenemos ejemplares masculinos y femeninos (como ocurre con los palmitos, por ejemplo); sus frutos, las lentisquinas, por tanto se desarrollarán solo sobre los pies femeninos.

Foto : Lentisco en floración © JB
 

Florecen desde marzo hasta mayo y las bayas van engordando poco a poco hasta que llaman nuestra atención, ya a finales de septiembre, cuando comienzan a tomar un color rojizo que progresivamente se va oscureciendo hasta alcanzar el negro, terminando el mes de octubre. Los frutos que no son fértiles no sufren este cambio de color.

Se trata de arbustos muy interesantes desde múltiples puntos de vista. En el medio natural constituyen una buena fuente de alimento para las aves que, una vez que el cambio de color les indica que sus frutos están maduros, se apostan sobre sus ramas dando buena cuenta de ellos; por este motivo, las aves son su principal agente dispersante. Resultan además un refugio para aves y otros animales, siendo incluso hospedantes de una especie de pulgón (Aploneura lentisci) que forma unas agallas en forma de media luna rojiza de 2 -3 cm en los foliolos de sus hojas, dentro de la cual se reproduce. Observando sus hojas con un poco de atención se pueden detectar, pues son bastante frecuentes.

 
Foto : Frutos empezando a madurar © JB

Si cumplen una importante función ecológica, también se le conocen numerosos usos, la mayoría de ellos ya abandonados en estas tierras. En España sus hojas y ramas jóvenes han sido empleadas para combatir el mal aliento y fortalecer las encías debido a su contenido en taninos. Con las cenizas de las hojas se obtenía jabón blando (elaborado a partir de potasa y no de sosa) y mezcladas con las cenizas de hoja de zumaque (Rhus coriaria) servían para curtir pieles, especialmente de cabra. De las lentisquinas se obtenía un aceite dorado y transparente que se usaba como combustible para alumbrado, pero también para alimentación animal y humana en tiempos de escasez; se recoge una cita del rector de Sorbas en 1765, que contaba que de la «lentisquina, fruto que producen los lentiscos, sacaron más de mil arrobas de éste, bien claro y de buen gusto, y para luces en especial». El botánico valenciano Simón de Rojas Clemente recoge que en la Sierra de Cabrera (Almería), en 1805, como fue un año de mala cosecha de aceite, aprovechaban los frutos del lentisco para producir aceite, «con el mismo fin que en Sorbes y en el Cabo de Gata usaban el aceite en las comidas».

Su madera ha sido también apreciada, para trabajos finos, por su agradable olor, calidad, grano fino y veteado, y para carbón, motivo por el cual, probablemente, no han quedado muchos lentiscos de porte arbóreo.

A pesar de la fuerte presencia del lentisco en España, aquí no está extendido uno de sus principales aprovechamientos, la obtención de la goma almáciga o mastique, una resina que exuda la planta, empleada para elaborar barnices, cementos odontálgicos o como aromatizante en comidas. Estos exudados se pueden favorecer a partir de incisiones en su corteza, obteniéndose una producción a mayor escala, concentrada en la isla de Quíos (Grecia). Para adornar la cerámica bereber se emplea un pigmento obtenido de una mezcla de hojas verdes de lentisco y vainas verdes de algarrobas machacadas.

Otro uso actual es como planta ornamental o para restauración vegetal. Crece bien en tierras pobres y aunque no resiste temperaturas muy bajas, sí resiste bien la sequía, en parte por el recubrimiento céreo de su hojas, y la salinidad (las espléndidas formaciones de sabinas y lentiscos del Paraje Natural “Punta Entinas-Sabinar” se merecen una visita para comprobarlo). Se trata por tanto de una especie muy bien adaptada a nuestras condiciones térmicas, pluviométricas y litorales y por ello representa una estupenda elección como arbusto para jardines, como elementos aislados o en la formación de setos vivos, ya que soporta bien la poda. Si queréis que os acompañe, recordad plantar pies femeninos (que resultan más atractivos por su fructificación) junto con masculinos que aseguren la polinización.

Jardín Botánico El Albardinal
Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territori
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