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Políticas
del agua y agricultura en el Campo de Níjar
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Texto
presentado como participación
en las JORNADAS DEL S.O.C. (Sindicato Obrero
del Campo)
San Isidro de Nijar, 28 de abril de 2007.
Ya
han sido expuestos los efectos adversos
que sobre el medio ambiente, en el suelo,
en el aire, en al agua, están siendo
producidos por la agricultura intensiva
bajo plástico que se ha desarrollado
en Almería en los últimos
30 años.
Para
entender cuáles han sido las condiciones
socioeconómicas que han dado lugar
a este fenómeno agrícola tan
agresivo hay que hacer un poco de historia
y recordar como era el Campo de Níjar
hace 50 años. Para ello es interesante
leer a Goytisolo en Campos de Níjar.
El
Campo de Níjar era una zona poco
habitada, con cortijos diseminados en los
que se llevaba a cabo una producción
agrícola de subsistencia, cultivos
de secano (trigo y cebada), y ganadería,
cabras y ovejas en régimen de pastoreo,
cerdos y animales de corral. Las huertas
se encontraban en zonas más altas
junto a la Villa de Níjar o en Huebro,
vinculadas a la existencia de una fuente,
y a la cercanía de la costa en la
zona de descarga del acuífero donde
era posible extraer agua fácilmente
con pozos artesanales de poca profundidad
y norias de sangre (movidas por animales)
o de molinos de viento, es el caso del Campillo
de Gata.
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Foto:
Golf y grúas en el Toyo, © AP |
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Poco después de
que los Campos de Níjar fueran visitados
por Goytisolo, en plena época franquista,
se llevo a cabo una reforma agraria consistente
en la realización de sondeos y creación
de regadíos, parcelación agraria
y construcción de los llamados pueblos
de colonización, promoviendo de este modo
la ocupación de este territorio con personas
que vinieron de la Alpujarra almeriense y granadina,
razón por la cual, aquí, todos somos
inmigrantes.
Estos colonos llegaban
a las nuevas tierras con su cultura agrícola
que intentaban reproducir y de este modo el Campo
de Níjar se llenó de parrales y
naranjos, pero pronto fue la demanda del mercado
la que empezó a dictar lo que había
que cultivar, había acabado una dictadura
y empezó otra. El resto de la historia
ya la conocemos, el agricultor se convirtió
en un mero eslabón de una cadena de producción
mas industrial que agrícola, tuvo que olvidar
su saber hacer y limitarse a aplicar unas técnicas
de producción dictadas por las empresas
de semillas, de agroquímicos y las comercializadoras.
De este modo dejó de ser agricultor para
convertirse en empresario agrícola
o así se le hizo creer y se encontró
en poco tiempo inmerso en una macroestructura
de producción que escapaba a su control.
Pero durante años
nadie cuestionó este sistema de producción
que incluso se calificó de milagro
y siempre se ocultó lo que realmente lo
estaba haciendo posible: en un primer momento
un trabajo no reconocido con la mayoría
de los miembros de las familias productoras, en
especial de las mujeres, los abuelos e incluso
los niños, y después una sobreexplotación
de los recursos hídricos, de manera que
durante años los informes del Instituto
Geológico Minero que alertaban de la sobre
explotación eran escondidos y posteriormente
la declaración de sobreexplotación
fue ignorada con lo que se siguió ampliando
el regadío ya que la oferta de mano de
obra barata procedente del norte de África,
que empezó a llegar en la década
de los noventa y la oferta de subvenciones por
parte de la Administración autonómica
con cargo a fondos europeos, animó a estas
familias a aumentar la superficie de sus explotaciones
y de este modo aumentar sus ingresos. En este
momento en que desde Europa no parece que se quiera
seguir subvencionando este tipo de agricultura,
que la superproducción y la aparición
de nuevos países que ofertan en este mercado
han provocado la caída de los precios,
mientras aumentan los costes y los recursos hídricos
se están agotando, el sector está
entrando en crisis.
Sin embargo, curiosamente,
se siguen haciendo desmontes y poniendo en marcha
nuevas fincas, a pesar de que esta zona está
declarada sobreexplotada y la Ley de Aguas no
permite en estos casos el aumento de regadíos.
Esto se está haciendo mediante pozos ilegales,
provocando la intrusión marina y la salinización
del acuífero, por lo que para poder utilizar
el agua que extraen, cada vez de peor calidad,
utilizan desaladoras privadas, lo que supone extraer
el doble del agua que van a utilizar y el rechazo
de salmuera verterlo de nuevo en el acuífero
mediante pozos.
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Foto:
Golf y grúas en el Toyo, © AP |
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¿Por
qué la Administración se tapa los
ojos ante todo esto? La única explicación
que podemos encontrar es que la nueva política
de aguas, que ha basado la solución al
problema del agua en Almería en la construcción
de desaladoras, no ha tenido en cuenta que generar
una nueva oferta de agua, sin hacer antes un plan
de gestión de los acuíferos, puede
provocar nuevas demandas y que si además
estas desaladoras son gestionadas por empresas
privadas, como es el caso de la de Carboneras,
gestionada por Endesa, el objetivo de recuperar
los acuíferos va a ser olvidado y, como
está ocurriendo, se sigue aumentando la
superficie de regadío para asegurarle la
clientela a esta empresa. Después nos cobrará
el agua al precio que quiera, como nos pasa con
el recibo de la luz.
¿Por
qué nuestros dirigentes dejan algo tan
esencial para la vida como el agua en manos privadas?
Creemos que por miedo ante esta anunciada crisis
en la agricultura que está siendo aprovechado
por el sector inmobiliario que se autoproclama
el salvador de la economía almeriense con
este invento del Turismo residencial y deportivo
con que se enmascara la pura especulación
del suelo y que reclama agua con la consigna si
la agricultura no puede pagar el agua desalada
nosotros sí podemos pagarla, pretendiendo
así desviar hacía el urbanismo y
los campos de golf el agua de las desaladoras
que, no olvidemos, han sido subvencionadas con
fondos europeos porque su agua iba destinada a
la agricultura y a la recuperación de acuíferos.
Otra forma
en que intentan apropiarse de esta agua es ocupando
nuevos territorios y transformándolos en
regadíos, así se explica que algunas
promotoras hayan decidido dedicarse a la agricultura,
para formar parte de las comunidades de regantes
y conseguir concesión de agua desalada
y con la ayuda de los políticos locales
conseguir después la recalificación
de sus terrenos.
Y el agricultor
¿qué puede hacer ante esto? Siempre
queda la esperanza que nos traen las nuevas generaciones,
de hecho en el Campo de Nijar ya se incorpora
a la agricultura una generación que ha
nacido aquí y que no se plantea emigrar
como tuvieron que hacer sus padres. Algunos ven
en la agricultura ecológica una salida,
pero es importante que estos agricultores tomen
conciencia de que no se trata sólo de hacer
una agricultura libre de residuos porque es lo
que demanda en este momento el mercado, ni se
trata de repetir una forma de funcionar en la
que el agricultor ha vivido a expensas de las
demandas del mercado exterior, sin ningún
control sobre sus medios de producción
que, aunque le han ofrecido buenas ganancias en
algunos momentos, puede prescindir de él
si encuentra otros lugares donde el suelo y los
recursos hídricos aún no estén
esquilmados y la mano de obra sea menos exigente.
Responder a esto sería solamente alargar
la agonía de nuestra agricultura.
Una verdadera
agricultura ecológica con una forma de
comercializar los productos basada en una mayor
cercanía entre productor y consumidor,
en la confianza mutua y evitando intermediarios,
un manejo del suelo y de variedades diversas que
evite el abuso de insumos externos. Explotaciones
de menor tamaño, con menor consumo de agua,
que generen una renta digna y permitan al agricultor
tener más tiempo para dedicarlo al crecimiento
personal y a la participación en la gestión
pública, para crear un entorno más
bello y enrriquecedor en nuestros pueblos. Esta
es la única agricultura realmente sostenible
y es la que debe ser apoyada por las administraciones
y por nuestra universidad y protegida de los oportunistas
que no tienen otro objetivo que apropiarse del
territorio y del agua aprovechando además
el dinero público con la única finalidad
de enriquecerse a costa de todos.
Ynma
Nieto
Plataforma Acuíferos Vivos
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