Los ciudadanos del rico mundo occidental vivimos engañados. La democracia, que es el mejor envoltorio político que se conoce para el sistema económico capitalista, no sólo se ha convertido en una dictadura del dinero, sino que ha dejado de ser un sistema político basado en el imperio del derecho, ese que nos hace a los ciudadanos libres e iguales. Dirigir la mirada al resto de los “pueblos bárbaros”, que no se rigen por democracias, lo que nos lleva a invadir militarmente Estados que no se someten al imperio democrático y que se rigen por otros criterios políticos que no son los nuestros, ya no es un ejercicio reconfortante porque nos devuelve nuestra propia imagen.

El todopoderoso asunto del macrohotel ilegal del “Algarrobico” lo confirma, en este micromundo democrático en el que se desenvuelven nuestras vidas. No son suficientes las numerosas sentencias -todas, por cierto- en las que este David, que somos el movimiento ecologista, ha ganado la batalla a Goliat (Junta de Andalucía, Ayuntamiento de Carboneras y empresa Azata), sino que ahora volvemos a asistir a otro intento de legalizar el hotel -y ya van tres-, al que se ha sumado el propio Estado, para convertir en papel mojado la decisión de los más altos Tribunales de Justicia de nuestro país. Para esta encomiable tarea social se va a utilizar una nueva disposición legal, la herramienta por excelencia de un Estado democrático y de derecho.

He de confesaros que me he convertido en una convencida y concienciada ciudadana antidemócrata.

Mar Ruiz
Colabodora del grupo jurídico de
Amigos del Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar