Podría hacer una crítica y “entrar al trapo” sobre las JORNADAS GEOLÓGICAS que la Consejería de Medio Ambiente organizó este pasado mes de octubre con motivo de la celebración de la Semana de Geoparques de Europa, y que tuvieron lugar en la recién inaugurada Casa de Los Volcanes, en las dependencias de Medio Ambiente de Rodalquilar.
Podría hablar de la escasa información que allí se recibió sobre geología del Parque Natural, o de la aburrida e insistente propaganda política que allí sufrimos debido a la participación del Delegado de la Consejería de Medio Ambiente y la Directora del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, cuyas intervenciones, envueltas en un aire de rueda de prensa, incluida la lluvia de flashes, regateaban preguntas concernientes a la Fabriquilla, o Marina de Agua Amarga, mientras presentaban cada jornada dedicada a la CONSERVACIÓN, SOSTENIBILIDAD, PUESTA EN VALOR DE LA GEOLOGÍA… paradójico, ¿no?

Sin embargo, si algo me sorprendió fue la exposición del geólogo D. José Martín Martín, quien cree que el cambio climático es cíclico (nos explicó la teoría) y tachó de alarmistas las advertencias de la comunidad científica que está representada por Ecologistas y personajes como Al Gore.

En la sala, una pregunta se lanzó al aire:
- Usted dice que el cambio climático es cíclico, bien, pero, ¿qué opina sobre la aceleración de ese cambio debido a la irresponsable acción humana?
- ¿Es una pregunta personal? – dijo en un tono algo defensivo.
- No. Le pregunto como científico.
- El C02 no tiene un efecto negativo. El ser humano siempre ha evolucionado y es depredador.
- Entonces destrocemos el planeta – Espetó alguien de la sala.
Se puso orden en el aula y siguió la aburrida jornada, no sin antes decir el geólogo:
- ... pero sí que creo en el calentamiento global.
QUE CADA UNO SAQUE SU PROPIA CONCLUSIÓN

Una asistente a las Jornadas

La víctima de un timo suele responder a un determinado perfil. Los timadores saben bien a quién se dirigen para ofrecer sus anzuelos. Suelen ser personas que anteponen su deseo de enriquecerse a cualquier otro valor o principio ético o moral, de manera que obran en la oscuridad pensando que están engañando a algún pobre ignorante que no conoce el valor de aquello de lo que se está desprendiendo o que están en posesión de alguna fórmula secreta (o amigo en la administración) para evitar las leyes que los demás tenemos que cumplir. De este modo, los propensos a ser víctima de un timo pueden acabar comprándose un traje invisible, como el rey del cuento, una parcela urbanizable en la luna, la última planta de la Torre Eiffel con licencia de obras incluida o una playa en el Cabo de Gata, reserva de la Bioesfera, a precio de ganga. La víctima del timo peca de ingenuo pero también de egoísta y avaro pues pretende enriquecerse a costa de lo que ha adquirido un gran valor precisamente por haber sido protegido con el acuerdo y el esfuerzo de todos convirtiéndolo en un lugar único.

La víctima del timo es víctima en especial de sí mismo y tiene su parte de responsabilidad en el engaño, con lo que sus derechos de víctima quedan cuestionados. Si además algún cargo público participó en el engaño, dando una licencia que no era de ley, de modo que el supuesto timado en caso de no poder llevar a cabo sus propósitos sería indemnizado con el dinero de todos, entonces esto ya no es un timo, señores, esto es un robo, muy bien organizado, a las arcas públicas. Y “el ser timado” se puede convertir en un negocio altamente lucrativo.

Esta última modalidad empieza a ser demasiado frecuente y está provocando un gran cabreo en la ciudadanía que tiene que contemplar impotente cómo el dinero de sus impuestos se lo llevan los timadores disfrazados de víctimas: propietarios en el Parque Natural supuestamente damnificados por su protección, pero que compraron después de su declaración; que se quejan de no poder cultivar en una zona agronómicamente inviable y no paran de roturar montes que hace poco repoblaron con las subvenciones correspondientes y variedades no adaptadas al terreno que, lógicamente, no salieron adelante y ahora roturan para hacernos creer que se dedican al cereal de secano.

O supuestos regantes a los que se les subvenciona una desaladora en zona protegida, desaladora de Rambla de Morales, para regar una superficie inexistente y que ahora quieren vender al Estado, a precio de desaladora terminada, cuando aún no tiene resuelto ni el abastecimiento de agua de mar ni el suministro eléctrico ni el destino de esa agua, en fin ¡un chollo!

Si la Administración se sigue dejando “timar” los ciudadanos vamos a pagar muy cara su “ingenuidad”.                            

 Ynma Nieto

Llevan cuatro ediciones y parece que con el paso del tiempo se esfuerzan, cada vez más, en hacerlo peor. La organización de los Clásicos en el Parque ha ofrecido este verano al público visitante un espectáculo dantesco en relación con la calidad que ofrecen las actuaciones programadas.

El Castillo de Los Escullos es un lugar excepcional para escuchar música clásica y para ver espectáculos de danza y ópera, siempre que todo responda a unos cánones mínimos para intentar satisfacer a las personas que se desplazan hasta el castillete de San Felipe a disfrutar de este tipo de espectáculos. Pero la experiencia vivida el pasado día 27 de julio con las actuaciones de danza contemporánea de Isabel Vázquez y Contrapunctus Danceport fue totalmente grotesca desde el punto de vista organizativo. En primer lugar, el escenario simulado, una lona negra colocada en el suelo, que se encontraba al mismo nivel que las sillas situadas ordenadamente en fila por el patio del castillo, no era el más lógico. Las dos primeras filas de butacas estaban reservadas para los profesores del conservatorio de Sevilla que ofrecen las clases teóricas y prácticas a los alumnos de música que participan en este curso de verano, para algunos integrantes de la corporación nijareña y para el grupo de amiguetes de estos dos colectivos. A partir de esas filas, era prácticamente imposible visualizar los movimientos de danza contemporánea que los artistas pretendían mostrar. A los pocos minutos de iniciarse la primera de las representaciones el público tuvo que abandonar la mayoría de los asientos y agolparse de pie en los laterales del patio y en la parte alta del castillo. ¿Tan difícil era colocar una tarima como escenario o unas pequeñas gradas para facilitar la visión del espectáculo? Era ridículo observar como las personas se amontonaban en los laterales del bello patio o en la parte superior del edificio.

Si a alguien se le ocurrió llevar a niños para introducirles en la música clásica o el ballet contemporáneo, fue una mala elección, ya que eran los más perjudicados a la hora de encontrar una dirección visual del espectáculo. Discretamente, ocupé otro sitio con mejor perspectiva. Sólo me duró una de las actuaciones. En la segunda, fui increpado por uno de estos maestros musicales carente de sensibilidad social e incapaz de ofrecer su puesto preferente entre el público. Alegó que el suelo donde estaba sentado era paso obligado de los artistas. De los tres intérpretes, sólo uno pasó a dos metros de donde había decidido ubicar mis posaderas. Además, también me sorprendió que, al principio del espectáculo, anunciaran a los alumnos asistentes que se pusieran en lugares alejados de las primeras filas. Sospecho que deben ser los menos interesados en presenciar estos montajes.

Según los comentarios de los asistentes, la misma experiencia se repitió con los otros montajes programados este verano, aunque la música o la ópera pueden ser simplemente escuchados y no requieren de visión como la danza.

La excusa de falta de fondos ofrecida al final por el director de “Clásicos en el Parque” sorprende cuando en los folletos de propaganda vemos que está organizado por el Ayuntamiento de Níjar y la Asociación de Clásicos en el Parque, que colaboran tres Consejerías de la Junta de Andalucía, la Diputación Provincial, la Fundación Cajamar, el Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, la empresa de montajes artísticos Ecoalmería, una inmobiliaria, dos hoteles, una tienda de música, y tres medios de comunicación.

Quizás habría que pensar trasladar este espectáculo al nuevo centro de artes escénicas del pueblo de Níjar, con un aforo de más de 350 butacas. Pero, claro está, cuando tenga el aire acondicionado instalado para soportar los calores del verano. 

Antonio Hermosa, periodista