La novela se presenta
narrada en primera persona y organizada en dos
partes y un epílogo. La primera parte responde
al inicio y cierre de un ciclo (la madurez), la
segunda responde al declive: la senectud. Ambas
comparten, como hilo conductor, el relato de una
vida, la de Daniel1. Como contrapunto y de forma
alternativa, con clara conciencia estructural,
se insertan los comentarios, reflexiones, retazos
de vida de otros dos narradores: Daniel24 y Daniel25.
La novela se torna canto
de libertad y proceso de liberación y goce.
Nos traslada del presente de Daniel1, dominado
por los mitos del siglo XX, entre ellos la utopía,
al futuro de Daniel24 y, sobre todo, Daniel25,
que asisten a la desolación de un mundo
gobernado por los cuanta, la robótica y
la cinética.El paso de uno a otro está
dominado por el avance de la desertización:
El deshielo llegó
al final de la Primera Reducción, e hizo
que la población del planeta pasara de
catorce mil millones a setecientos de seres humanos.
La Segunda Reducción fue más gradual;
se produjo durante toda la Gran Desecación,
y continúa en nuestros días.
La Tercera Reducción será definitiva;
aún está por llegar.
(Daniel24,9)
Esta forma fantástica
permite la suficiente distancia narrativa para
presentar como verosímil el relato de vida
de Daniel1. Este ser, genéticamente primigenio,
consigue el éxito como humorista y guionista
de cine en París. Su presencia en el Parque
Natural de Cabo de Gata la cuenta así:
Poco más
o menos en la misma época compré
una segunda vivienda en Andalucía, en una
zona por aquel entonces casi completamente agreste,
un poco al norte de Almería: el parque
natural del Cabo de Gata. El proyecto del arquitecto
era realmente suntuoso, con palmeras, naranjos,
jacuzzis, cascadas; lo cual, dadas las condiciones
climáticas (era la región más
seca de Europa), podía parecer ligeramente
delirante. Yo no tenía ni idea, pero era
la única región de la costa española
que hasta entonces se había salvado del
turismo; cinco años después, el
precio de los terrenos se había triplicado.
En fin, que en aquellos años yo era un
poco como el rey Midas.
(Daniel1,3)
A partir de este capítulo
3 el aeropuerto de Almería, San José,
Rodalquilar, las playas de Mónsul, Carboneras,
serán lugares frecuentados de retiro:
Caminábamos por
la cima de los acantilados de Carboneras, que
se precipitaban negros, en las aguas de un azul
radiante.
(Daniel1,4)
y más adelante:
Nos fuimos a Andalucía
el día de Nochebuena; siguieron tres meses
extraños, en una soledad casi total. Nuestra
nueva casa estaba un poco al sur de San José,
cerca de la playa de Mónsul. Enormes bloques
graníticos cercaban la playa. Mi agente
veía con buenos ojos este período
de aislamiento; según él, me vendría
bien un retiro
(Daniel1,5)
Instalado en este centro
se hace eco de los anuncios en La Voz de Almería
que invitan al hedonismo, el último CD
de David Bisbal, frecuenta un club de alterne
como el Diamond Nigts y descubre el misticismo.
Primero en forma de poesía:
Al día siguiente,
de vuelta en San José, bajé a la
playa de Mónsul. Mirando el mar y el sol
que descendía sobre el mar escribí
un poema. La cosa ya era en sí curiosa:
no sólo nunca había escrito poesía,
sino que casi nunca la había leído,
exceptuando a Baudelaire. Además, por lo
que yo sabía, la poesía estaba muerta.
(Daniel1, 13).
He aquí su primer
poema escrito esa mañana (Daniel1,13):
Siempre supe en el fondo
Que el amor llegaría
Y que esto ocurriría
Poco antes de mi muerte.
No perdí la confianza,
No había renunciado,
Ya te habías anunciado
Antes de tu presencia.
Y así tú vas a ser
Mi auténtica presencia:
Celebraré la esencia
De tu piel verdadera.
Tan dulce a la caricia,
Tan ligera, tan fina,
Entidad no divina,
Animal de ternura.
No sólo queríamos
destacar el arrobo emotivo que sufre Daniel, sino
también la inmediata inspiración
que el Parque desencadena en su conciencia atribulada,
poniendo orden en el caos, ternura en el odio,
placer en la soledad:
En la playa de Mónsul,
como en todas las playas agrestes, de difícil
acceso y por lo general casi desiertas del parque
natural del Cabo de Gata, el naturismo está
tácitamente permitido.
(Daniel1,14)
Al mismo tiempo que denuncia
el desarrollo incontrolado sobre sus costas:
El tiempo era cálido
en la zona de Almería, una cortina de lluvia
fina amortajaba los días breves, que daban
la impresión de no empezar nunca de verdad
[
]. Habían comenzado obras por todas
partes, alrededor de mi casa y a kilómetros
a la redonda, para construir nuevas residencias.
Había grúas, hormigoneras, se había
vuelto prácticamente imposible llegar al
mar sin verse obligado a rodear montones de arena,
pilas de viguetas metálicas entre excavadoras
y camiones de obra que embestían sin aminorar
la marcha, lanzando géiseres de barro.
(Daniel1, 23)
Capítulo a capítulo
hemos recorrido estos retazos de vida, se acerca
el final, cuando el tiempo de la narración
da alcance al tiempo de su vida.
Estamos en el capítulo Daniel1, 27, es
septiembre, los últimos veraneantes están
a punto de marcharse, él siente la opresión
del otoño en soledad, su perro ha muerto
y su vida se acaba:
El espacio viene, se acerca,
pretende devorarme.
(Daniel1,28)
Abrupto final que comenta
cáusticamente Daniel25, quien deja constancia
fehaciente de la pasión poética
que anima a todos ellos registrando el último
poema de Daniel1, del que sólo reproducimos
la estrofa final:
Y el amor, en el que todo
es fácil,
donde todo se da al instante;
existe en mitad del tiempo
la posibilidad de una isla.
El amor, el tiempo y el
espacio presiden la desesperanzada vida de Daniel.
La utopía está servida desde el
momento en que la crítica permite leer
entre líneas.
Miguel Galindo Artés
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