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Viaje literario por el Parque

Nos complace dedicar este viaje a una novela editada por Alfaguara en 2005 y titulada La posibilidad de una isla. Su autor: Michel Houellebecq (1958). Nos complace por varios motivos: tiene su centro de inspiración en el Parque Natural, concretamente en San José; es un relato itinerante, que se mueve por tierra y aire; da cabida a una crítica sobre la posmodernidad (los nuevos valores de la genética –la clonación humana–, la informática –soledad de la comunicación por redes–, la espiritualidad oriental –los Elohin–, el erotismo –como síntoma del amor, del deseo y del placer, por tanto, savia vital–, el viaje –París, Madrid, San José, Formentera– y la soledad –el divorcio, la vejez y la muerte); finalmente, su autor trasciende fronteras y establece la posibilidad, más que de una isla, de un diálogo sobre el tiempo y el ser.

Foto: Paisaje de Fernán Pérez, © MS

La novela se presenta narrada en primera persona y organizada en dos partes y un epílogo. La primera parte responde al inicio y cierre de un ciclo (la madurez), la segunda responde al declive: la senectud. Ambas comparten, como hilo conductor, el relato de una vida, la de Daniel1. Como contrapunto y de forma alternativa, con clara conciencia estructural, se insertan los comentarios, reflexiones, retazos de vida de otros dos narradores: Daniel24 y Daniel25.

La novela se torna canto de libertad y proceso de liberación y goce. Nos traslada del presente de Daniel1, dominado por los mitos del siglo XX, entre ellos la utopía, al futuro de Daniel24 y, sobre todo, Daniel25, que asisten a la desolación de un mundo gobernado por los cuanta, la robótica y la cinética.El paso de uno a otro está dominado por el avance de la desertización:

El deshielo llegó al final de la Primera Reducción, e hizo que la población del planeta pasara de catorce mil millones a setecientos de seres humanos.
La Segunda Reducción fue más gradual; se produjo durante toda la Gran Desecación, y continúa en nuestros días.
La Tercera Reducción será definitiva; aún está por llegar.
(Daniel24,9)

Esta forma fantástica permite la suficiente distancia narrativa para presentar como verosímil el relato de vida de Daniel1. Este ser, genéticamente primigenio, consigue el éxito como humorista y guionista de cine en París. Su presencia en el Parque Natural de Cabo de Gata la cuenta así:

Poco más o menos en la misma época compré una segunda vivienda en Andalucía, en una zona por aquel entonces casi completamente agreste, un poco al norte de Almería: el parque natural del Cabo de Gata. El proyecto del arquitecto era realmente suntuoso, con palmeras, naranjos, jacuzzis, cascadas; lo cual, dadas las condiciones climáticas (era la región más seca de Europa), podía parecer ligeramente delirante. Yo no tenía ni idea, pero era la única región de la costa española que hasta entonces se había salvado del turismo; cinco años después, el precio de los terrenos se había triplicado. En fin, que en aquellos años yo era un poco como el rey Midas.
(Daniel1,3)

A partir de este capítulo 3 el aeropuerto de Almería, San José, Rodalquilar, las playas de Mónsul, Carboneras, serán lugares frecuentados de retiro:

Caminábamos por la cima de los acantilados de Carboneras, que se precipitaban negros, en las aguas de un azul radiante.
(Daniel1,4)

y más adelante:

Nos fuimos a Andalucía el día de Nochebuena; siguieron tres meses extraños, en una soledad casi total. Nuestra nueva casa estaba un poco al sur de San José, cerca de la playa de Mónsul. Enormes bloques graníticos cercaban la playa. Mi agente veía con buenos ojos este período de aislamiento; según él, me vendría bien un retiro…
(Daniel1,5)

Instalado en este centro se hace eco de los anuncios en La Voz de Almería que invitan al hedonismo, el último CD de David Bisbal, frecuenta un club de alterne como el Diamond Nigts y descubre el misticismo. Primero en forma de poesía:

Al día siguiente, de vuelta en San José, bajé a la playa de Mónsul. Mirando el mar y el sol que descendía sobre el mar escribí un poema. La cosa ya era en sí curiosa: no sólo nunca había escrito poesía, sino que casi nunca la había leído, exceptuando a Baudelaire. Además, por lo que yo sabía, la poesía estaba muerta.
(Daniel1, 13).

He aquí su primer poema escrito esa mañana (Daniel1,13):

Siempre supe en el fondo
Que el amor llegaría
Y que esto ocurriría
Poco antes de mi muerte.
No perdí la confianza,
No había renunciado,
Ya te habías anunciado
Antes de tu presencia.
Y así tú vas a ser
Mi auténtica presencia:
Celebraré la esencia
De tu piel verdadera.

Tan dulce a la caricia,
Tan ligera, tan fina,
Entidad no divina,
Animal de ternura.

No sólo queríamos destacar el arrobo emotivo que sufre Daniel, sino también la inmediata inspiración que el Parque desencadena en su conciencia atribulada, poniendo orden en el caos, ternura en el odio, placer en la soledad:

En la playa de Mónsul, como en todas las playas agrestes, de difícil acceso y por lo general casi desiertas del parque natural del Cabo de Gata, el naturismo está tácitamente permitido.
(Daniel1,14)

Al mismo tiempo que denuncia el desarrollo incontrolado sobre sus costas:

El tiempo era cálido en la zona de Almería, una cortina de lluvia fina amortajaba los días breves, que daban la impresión de no empezar nunca de verdad […]. Habían comenzado obras por todas partes, alrededor de mi casa y a kilómetros a la redonda, para construir nuevas residencias. Había grúas, hormigoneras, se había vuelto prácticamente imposible llegar al mar sin verse obligado a rodear montones de arena, pilas de viguetas metálicas entre excavadoras y camiones de obra que embestían sin aminorar la marcha, lanzando géiseres de barro.
(Daniel1, 23)

Capítulo a capítulo hemos recorrido estos retazos de vida, se acerca el final, cuando el tiempo de la narración da alcance al tiempo de su vida.
Estamos en el capítulo Daniel1, 27, es septiembre, los últimos veraneantes están a punto de marcharse, él siente la opresión del otoño en soledad, su perro ha muerto y su vida se acaba:

El espacio viene, se acerca, pretende devorarme.
(Daniel1,28)

Abrupto final que comenta cáusticamente Daniel25, quien deja constancia fehaciente de la pasión poética que anima a todos ellos registrando el último poema de Daniel1, del que sólo reproducimos la estrofa final:

Y el amor, en el que todo es fácil,
donde todo se da al instante;
existe en mitad del tiempo
la posibilidad de una isla.

El amor, el tiempo y el espacio presiden la desesperanzada vida de Daniel. La utopía está servida desde el momento en que la crítica permite leer entre líneas.

Miguel Galindo Artés