TIERRA QUEMADA
Yo recorrí
con mis besos las huellas de su paso
como el lector recorre las letras de la línea.
Ben Safar Al-Marini de Almería (siglo
XIII)
No la lluvia, sino el fuego
que enrojece dunas, puentes de luz por veredas
desiertas. El aire apenas mueve ramales oscuros,
lejanos relojes sepultados en ciudades que he
conocido a través de tus ojos; tierra quemada,
buque fantasma que emerge de los arrecifes más
secretos, igual que una pasión que se asocia
vagamente a las sombras del retorno.
Es éste tu paisaje,
tu aurora desvelada.
Serán nuestras las
aristas del incendio. Será nuestro el mar
junto a las barcas arruinadas por la tempestad
y ese olvido que se instala y crece desde el viento
de los años. Miro la claridad del agua
en tu cuerpo, como una vela extendida, tu cintura
sobre la arena, cuando parece que sólo
existe un silencio de ágatas y espuma,
de rocas desplegadas hacia estáticos inviernos,
y sin embargo un rumor, un gesto, unos aparejos
nos recuerdan que no estamos solos, que hay una
historia que nos aproxima, acaso una raíz
que hiere la tierra salobre.
Para vivir contigo el viaje
de la luz, la región de la esperanza.
(1983. Inédito
en libro)
AGUAMARGA
Su casa pudo estar aquí.
Una torre vigía
permanece en la alta claridad
donde no cede el viento de levante.
Su casa pudo estar aquí,
junto al acantilado,
abierta al bullicio de agosto
y al sonido del agua.
No llegó a conocerla.
(Vino después el
oleaje
de aquel invierno débil,
el desierto y la noche,
las puertas que se cierran)
Es su memoria una casa
de aire,
la arena y el silencio
de una playa perdida.
De Casa invadida (1995)
Antonio Jiménez
Millán
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