Charco de la Rambla Morales El valor de la biodiversidad
Reflexionemos un momento sobre si merece la pena preservar los entornos naturales y su biodiversidad. Supongo que para la mayoría esto resulta una cuestión absurda, ¡claro que merece la pena! Los argumentos inmediatos en su favor relacionan la biodiversidad de forma positiva con nuestra salud y bienestar, ¡qué gratificante resulta contemplar la naturaleza! Pero también con el mejor desarrollo social y económico. Para muestra de esto último, basta comprobar que la oferta turística de Almería está basada, sobre todo, en el encanto de su entorno natural y su riqueza en biodiversidad ¿quién no va a ver a los flamencos cuando visita Cabo de Gata?
Sin embargo, en la época en que vivimos, la conservación del entorno natural y de la variedad de seres que lo habita requiere de una conducta proactiva por parte de la sociedad, desde los cargos políticos que toman las decisiones y gestionan los recursos, hasta el ciudadano de a pie, que en cada una de sus acciones debería tener presente su posible impacto sobre el medio ambiente y velar por preservar su delicado equilibrio.
En el entorno de San Miguel de Cabo de Gata no solo se puede tener un gratificante contacto con la vida salvaje visitando los miradores que dan a las charcas de las Salinas. Existe otro humedal, que puede llegar a albergar tanta biodiversidad, o incluso más que estas. Se trata del Charco de la Rambla Morales.
Foto: El Charco de la Rambla Morales es una magnifica extensión de agua que proporciona refugio y sustento a multitud de especies, tanto sedentarias como en paso migratorio. Almería no debería permitir que se pierda un humedal tan valioso. © Pedro Femia
El Charco, como ecosistema, representa un contrapunto a las Salinas. Por una parte, mientras que estas últimas están constituidas por charcas con diferentes grados de salinidad, el Charco es, originalmente, un humedal de agua dulce que se torna más salobre en la medida en que los procesos de filtración y los temporales de poniente establecen su comunicación con el mar. Pero en el Charco, las aves beben. Por otra parte, la laguna que forma el Charco está flanqueada por una rica vegetación; entre otras variedades, tarajes, carrizos y juncos ofrecen protección a aves que no vamos a encontrar en las salinas, como fochas (Fulica atra) y gallinetas (Gallinula chloropus). Tampoco veremos en las Salinas a las familias de malvasía cabeciblanca (Oxyura leucocephala), un pato buceador en peligro de extinción que alegra la vista del Charco en primavera. En esta época, los machos exhiben un llamativo pico de color azul, revelador de la época de celo. Sin duda, se siente una satisfacción tremenda cuando se contempla un buen grupo de malvasías en este humedal. Pero en el Charco es posible encontrar más anátidas, como pato cuchara (Spatula clypeata), porrón pardo (Aythya nyroca), pato colorado (Netta rufina), cercetas (Anas crecca), etc. Algunas de estas especies en una situación de conservación muy preocupante. Así mismo, es posible contemplar dos variedades de zampullín, el pequeño zampullín común (Tachybaptus ruficollis) y el llamativo zampullín cuellinegro (Podiceps nigricollis), de cuyo ojo nace una vistosa “llamarada” amarilla cuando presenta el plumaje nupcial. Se trata de expertos buceadores que se alimentan de insectos acuáticos, crustáceos, moluscos e incluso peces. Su presencia delata que la riqueza del Charco va mucho más allá de las especies de aves, más fáciles de observar. En sus aguas se puede encontrar una buena variedad de peces. Se trata de especies que el oleaje de poniente ha traído desde el mar y que son capaces de adaptar su vida a aguas más dulces, como hace el abundante mujo (Mugil cephalus). Otro pez eurihalino, cuya presencia es notoria, es la anguila europea (Anguilla anguilla), una especie catalogada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) en peligro crítico. Efectivamente, el Charco contiene verdaderos tesoros, pero no solo en sus aguas. Los sistemas de dunas circundantes son zona de reproducción del chorlitejo patinegro (Charadrius alexandrinus), una pequeña limícola cuya población también se encuentra en un más que preocupante estado de conservación.
Foto: Macho de malvasía cabeciblanca (Oxyura leucocephala). Su vistoso pico azul delata que se encuentra preparado para la reproducción. En Andalucía, hay contempladas acciones para su conservación. La protección del Charco debería estar incluida en estas iniciativas. © Pedro Femia
Foto: Un zampullín cuellinegro (Podiceps nigricollis) exhibe su plumaje nupcial en la primavera del Charco. En esta época, los temporales de poniente y la actividad biológica han contribuido a la depuración del agua permitiendo una milagrosa regeneración de la vida en este humedal. © Pedro Femia
Esta proliferación de vida justifica de sobra que este entorno cuente con numerosas figuras de reconocimiento y protección. Por citar algunas, en octubre de 1989 la Unión Europea la declara Zona de Especial Protección para las Aves (Zona ZEPA). Tanto las Salinas como el Charco son declarados, en ese año, humedales de importancia internacional RAMSAR y se incluyen en el inventario IBA (Important Bird Area). El Charco también es reconocido como zona especialmente protegida de importancia para el mediterráneo (zona ZEPIM). En 2005, las Salinas y el Charco entran a formar parte del inventario de Humedales de Andalucía. En 2012, se reconoce como Zona de Especial Conservación (ZEC) mediante el Decreto por el que se declaran determinados lugares de importancia comunitaria, como Zonas Especiales de Conservación de la Red Ecológica Europea Natura 2000 en Andalucía. Sin embargo, la protección efectiva no parece acompañar a todos estos reconocimientos. Qué bien estaría que se protegieran mejor las zonas de dunas en donde nidifica el chorlitejo. He llegado a ver un rebaño de cabras arrasándolas a su paso.
Foto: Chorlitejo patinegro (Charadrius alexandrinus). Hace años, esta pequeña limícola era muy abundante. Hoy día, cada vez es más escaso debido a la pérdida de su hábitat. © Pedro Femia
Foto: La zona de anidamiento del amenazado chorlitejo patinegro necesita urgentemente de protección. El innecesario paso de vehículos y rebaños por esta área deja pocas opciones de supervivencia a las nidadas. © Pedro Femia
Hace años, las aguas del Charco procedían exclusivamente del aporte de las lluvias, que encauza la Rambla Morales, y del oleaje en los temporales de poniente. Esta irregularidad provocaba que en verano, la superficie inundada se menguara hasta llegar incluso a desaparecer. Una verdadera lástima, aunque son los ciclos de la naturaleza. Sin embargo, la instalación de la estación depuradora de aguas residuales (EDAR) de Cabo de Gata puso fin a las épocas de sequía. Las aguas residuales, convenientemente tratadas, han pasado a constituir un aporte permanente de agua, de manera que ahora El Charco está inundado todo el año. Este papel tan positivo de los EDAR en la generación y preservación de humedales no es nada nuevo. Por citar algún caso, ocurre en la laguna de Navaseca en Daimiel, o en Fuente de Piedra, en Málaga. Las aguas residuales, bien depuradas, son una fuente de vida muy necesaria en esta época en que nuestro país ve menguar su número de humedales. Pero las aguas deben estar bien depuradas. El EDAR de Cabo de Gata se construyó para dar servicio a un volumen de población muy inferior al que realmente hay en la época estival. De hecho, la afluencia de turismo a esta zona es cada vez mayor y, dadas las agradables temperaturas que van dominando todo el año, durante periodos más prolongados. La incapacidad de la estación depuradora de tratar convenientemente el agua, junto con la proliferación de invernaderos que flanquean la Rambla Morales, provocan que las aguas del Charco se eutroficen de forma muy acusada y cada vez por más tiempo.
Foto: Una masa de algas verdes cubre la superficie de la orilla de la laguna. Estas algas consumen el oxígeno disuelto en el agua y forman una capa que impide que otras plantas reciban la luz necesaria para regenerarlo. © Pedro Femia
La eutrofización se traduce en contaminación. Cuando el agua recibe un aporte excesivo de algunos elementos, como nitrógeno y fósforo, se rompe el equilibrio medioambiental. Determinados microorganismos planctónicos y algas crecen de forma explosiva consumiendo el oxígeno disuelto en el agua y creando limos. Estos últimos, enturbian el agua impidiendo la llegada de la luz a niveles inferiores, de manera que la regeneración del oxígeno por la actividad fotosintética de las plantas acuáticas se interrumpe. La muerte de estas plantas contribuye al incremento de la masa de limos, generando así un círculo vicioso de consecuencias catastróficas. Como consecuencia, todos los veranos el Charco apesta. La falta de oxígeno y las toxinas producidas por los microorganismos en crecimiento exponencial provocan que el agua sea inhabitable. He visto a las valiosas anguilas boquear en la orilla de forma agónica. Qué triste es eso. La magnitud de la contaminación ha provocado que incluso el voraz cangrejo azul (Callinectes sapidus), una especie invasora muy resistente y tremendamente problemática para la biodiversidad autóctona, ha sido incapaz de sobrevivir a alguno de estos episodios. Estas catástrofes anuales han sido denunciadas de forma reiterada. Véase, por ejemplo, el artículo La falta de capacidad para la depuración en Rambla Morales causa estragos en la fauna publicado en el Diario de Almería el 10 de agosto de 2021.
Foto: La presencia de garzas reales (Ardea purpurea) en el Charco abala la proliferación de peces lo suficientemente grandes como para abastecer las necesidades de estas poderosas aves. © Pedro Femia
Foto: No solo en las salinas se puede disfrutar de la contemplación de flamencos (Phoenicopterus roseus). Cuando la salubridad del agua lo permite, estas bellas aves también engalanan el Charco. © Pedro Femia
La novedad a este respecto puede leerse en el artículo del Diario de Almería publicado el 21 de mayo de 2024. La Junta de Andalucía está tramitando un proyecto que, se entiende, pondrá fin a la actividad del EDAR de Cabo de Gata. Según dice el informe, se logrará el “vertido cero en el Parque Natural del Cabo de Gata-Níjar”. Eso es esperanzador, está muy bien, pero ¿volverá a secarse el Charco en verano? Esa es otra forma de acabar con la maravillosa vida que alberga.
Por otra parte, clausurar el EDAR tampoco pone solución a otro de los problemas que afectan fuertemente a este entorno: el aporte de residuos procedentes de la actividad agrícola en la Rambla Morales. Es muy frecuente ver grandes plásticos o bidones de fertilizante atrapados en la vegetación que rodea al Charco. Los plásticos, que degeneran en micro partículas de este material, junto al contenido de estos bidones, constituyen un potente veneno para la fauna. El aporte de estos residuos se magnifica cuando una lluvia torrencial los arrastra, por el cauce de la Rambla Morales, hasta depositarlos en el Charco. El aluvión de residuos se cuenta por toneladas. Sí, toneladas. El lector puede hacerse una idea de la magnitud del problema si visita la exposición fotográfica S.O.S. Almería, Huertedero de Europa (puede verla on-line). En ella se documenta el cúmulo de residuos en esta zona como consecuencia de las lluvias torrenciales caídas en Almería en el otoño de 2019. Con cada lluvia torrencial, se vuelve a repetir la situación que documenta la citada exposición.
Foto: Espantada de gaviotas picofinas (Chroicocephalus genei) al paso de transeúntes. La orilla del Charco representa una zona de especial relevancia para las aves, les proporciona alimento y descanso. Sin embargo, el tránsito demasiado próximo de personas les supone un constante gasto de energía al verse obligadas a emprender el vuelo. © Pedro Femia
Realmente, el Charco es un tesoro que necesita, de forma desesperada y urgente, mayor protección. La administración competente debería facilitar que se conserve una masa de agua en condiciones saludables. Los ciudadanos debemos reivindicar el derecho a disfrutar de entornos naturales, pero también estamos obligados a protegerlos. No se puede caminar o circular por la zona donde tienen los nidos, en el suelo, los chorlitejos patinegros. No se pueden retirar los nidos de golondrina sin darles a cambio una alternativa para reproducirse. Qué poco costaría poner aleros artificiales que no molesten y constituyan un atractivo para estos implacables devoradores de mosquitos. Que sigamos disfrutando de la biodiversidad que engalana el Parque Natural depende, en gran medida, de nuestra actitud respecto al entorno y respecto a las autoridades que se encargan de gestionarlo.
Pedro Femia
Doctor en Ciencias Biológicas
Profesor Titular de Universidad de Granada