Batería de costa de la Guerra Civil en Punta de la Testa
Fracasada la sublevación el 21 de julio de 1936, los militares insurrectos del Batallón de Ametralladoras a los que se unieron falangistas, serían apresados o ejecutados, permaneciendo Almería durante toda la guerra leal a la República.
Para disminuir el abastecimiento republicano, el crucero del bando nacional Canarias bombardeó el 8 de noviembre de 1936 los depósitos de combustible del puerto, en ausencia de defensa artillera. La caída de Málaga en febrero de 1937, los ametrallamientos en la “desbandá” y la intención de contener el avance nacional hacia la base naval de Cartagena, precipitaron la construcción de un sistema defensivo con baterías de tierra (en Las Hortichuelas) y antiaéreas (Bayyana, Catedral, Alcazaba, mina de azufre de Benahadux, etc.), defensa antisubmarina en el Andarax, refugios contra aeronaves, trincheras, casamatas de ametralladoras, aeródromos y puestos de observación en el litoral.
La comandancia de Artillería inició la fortificación de la plaza con el emplazamiento en roca excavada de la batería de costa de Punta de la Mona a 2 kilómetros de Almería (carretera a Málaga) con tres piezas de artillería reutilizadas de la marina: una Vickers de 120 mm y otras dos anticuadas de 101,6 mm, protegidas por una antiaérea de 76,2 mm. Se estrenó disparando sin éxito por insuficiente alcance contra la escuadra alemana, formada por el acorazado Admiral Scheer y cuatro torpederos, que bombardearon Almería el 31 de mayo de 1937, causando unos 31 muertos, como represalia por el ataque días antes de Tupolevs SB-2 al acorazado Deutschland en Ibiza, al “confundirlo” con el Canarias, falleciendo 24 marinos alemanes.
Fue inaplazable así el emplazamiento por la Comandancia Militar Exenta de Almería bajo dirección del teniente coronel de Ingenieros, Tenllado Gallego, de una potente batería de costa con dos secciones: una en posición defensiva en Punta de la Testa (junto a la carretera al faro de Cabo de Gata) compuesta de dos piezas de artillería Vickers de 15,24 cm, situadas a unos 250 metros una de la otra, modelo 1923, que hacían fuego cruzado con otra batería de costa gemela, emplazada en Roquetas de Mar, dotada también con dos Vickers idénticas, situadas entre sí a 40 metros y a 300 metros de la costa. Se presupuestaron en mayo del 37, en 134.500 pesetas. Cada sección alcanzaba 21 km y disparaban proyectiles de 45,36 kg, con una cadencia de 4 disparos/minuto, de modo que todo barco que entraba en la bahía podía ya ser hundido por alguno de los cuatro cañones. Estas cuatro Vickers procedían de Cartagena, (instaladas según el Plan de Defensa de las Bases Navales, Primo de Rivera, 1926) al desartillarse una pieza de cada batería de El Jorel (batería C2), La Parajola (C3), Aguilones (C7) y La Chapa ( C8).
Foto: Batería de costa en Punta de La Testa © Carlos Horacio Valera
Foto: Batería de costa en Punta de La Testa © Carlos Horacio Valera
La sección de la batería de costa de Roquetas se emplazó en la loma del camino de las Capitanas, después Cortijo de Los Cañones (hoy calle Corbeta) y a 50 metros disponía de una galería subterránea para repuesto de municiones y pólvora que también se utilizaba en ataques como abrigo contra aeronaves, hoy colmatada de escombros y maleza. Los cañones antiaéreos que las cubrían estaban manejados por marinos que sirvieron en el acorazado Jaime I y las baterías de costa por soldados de artillería del ejército popular republicano. En Punta Sabinar y Testa había proyectores y fonolocalizadores.
Para subir al emplazamiento de la meseta de Aguadulce (a 9 km lineales de las Vickers de Roquetas) en 70 días se abrió una pista desde el cementerio, hoy conocida como “Cuesta de los Presos”, pues según Martín del Rey en “Ofrendas del cautiverio. Crónicas de Almería Roja” fueron presos italianos del Corpo di Truppe Volontarie y desafectos a la República, provenientes de la cárcel de Venta de Araoz y recluídos en la incautada finca de Cinta Radigales en Aguadulce (madre de Máximo Cuervo), los que, en trabajos forzados dirigidos por el capitán de Ingenieros Enciso Amat, ensancharon a 3 metros la vereda original de acceso (hoy Camino de las Antenas) y subían 2 km para construir lo que aún es visitable: un barracón que servía de dormitorio y cocina para oficiales y tropa, un puesto de mando y observación, con visera protectora y ventanal, con gran campo visual de las baterías de tierra de Las Hortichuelas, el mar y el aeródromo de Roquetas. Y al borde del acantilado un pozo con el telémetro estereoscópico de las dos Vickers de Roquetas y local anexo de planos, enlazados telefónicamente.
A la vista del artículo de Gil Albarracín en El Eco del Parque (2017), acompañando al Coronel Gómez Vizcaíno, pudimos comprobar in situ que estas cuatro piezas, en Roquetas y Testa, disponían de elementos comunes: alojamiento para los sirvientes o zona de vida; posición defensiva y puesto de observación y tiro; asentamientos o pozos a barbetas de pieza: de forma circular, en hormigón, con mínimo parapeto y anclaje para que la pieza pudiera rotar; un puesto de mando para instalar un telémetro estereoscópico de cálculo de tiro; cercano depósito de munición, repuestos y cargas de proyección, movidos por raíles y vagonetas, excavados, para mantener la temperatura, con chimenea de ventilación. Y edificaciones de vida y servicio para alojamiento del personal, almacén de grasas, repuestos, oficina y central telefónica.
Foto: Batería de costa en Punta de La Testa © Carlos Horacio Valera
Mientras que en Roquetas fueron demolidos dos bunkers situados junto al puerto y faro, en la sección de la batería de costa de Punta de la Testa aún se conserva un nido de ametralladoras hormigonado que protegía la batería, situada más arriba, de desembarcos en la Cala del Corralete, conservándose restos de otro bunker que protegía el embarcadero salinero. Dos cañones antiaéreos Vickers de 76 mm, dos ametralladoras antiaéreas de 47 mm y una de 7,7 mm protegían la sección de Roquetas, provenientes al parecer del Jaime I. En la cumbre de Punta de la Testa se encontraban las ametralladoras antiaéreas de 20 mm (alcance 3 kilómetros) en la explanación donde asentaban sus trípodes, que quedó tras demoler la atalaya de 10 metros de altura y 8 metros de diámetro en la base inferior y 5,60 metros en la superior, para que no sirviera de referencia en el tiro enemigo. Aún se conserva el aljibe datable en el XVIII para la aguada y el refugio de los artilleros sin cubierta de uralita.
Y más abajo, en la ladera de la Testa, es visitable el puesto de mando del capitán donde estuvo el telémetro y cuarto de planos, a unos 400 metros de los pozos de las dos Vickers, mimetizado en un pequeño alto junto a una curva de la carretera que conduce al faro del Arrecife de Las Sirenas, con una aspillera de fusil que la divisaba. El acceso se ha perdido por falta de uso y acción de pluviales y sus arrastres. La edificación de vida de la Testa, de 20 x 8 metros, cercana a los pozos, se encuentra inacabada, sin cubierta y ventanas de perfil de aspillera.
Operativas a finales de1937 y disuasorias, Almería ya no sufrió ningún ataque por mar el resto de la guerra, y tan solo dispararía sin más consecuencias unas salvas contra los cañoneros Canalejas y Cánovas del Castillo. En 1940, personal de la 29ª Batería de Campaña custodió los cierres y al perder utilidad fueron enviadas las cuatro piezas a una nueva batería fortificada en Punta Candor (Rota) en previsión de un desembarco de los aliados desde África que nunca ocurrió.
Ginés Valera Escobar
Miembro del Instituto de Estudios Almerienses