De los madroños en Cabo de Gata

Cabo de Gata es sin duda un espacio singular y su flora, indudablemente, lo erige en privilegiado. Con más de 1000 taxones en su inventario, cuando se trata de resaltar esta excepcionalidad se enfatiza en sus elementos endémicos como el Dragoncillo del Cabo, la Aulaga morisca o el Gordolobo del Cabo que incrementan notablemente su valor botánico.

Pero su inventario florístico se completa con flora de amplia distribución y con abundante presencia en el Parque y puntualmente con algunas plantas con presencia testimonial en el Cabo que nos recuerdan la posibilidad de que tiempo atrás el paisaje vegetal difiriera del que ahora conocemos. Sobreviven estos relictos refugiados en zonas con microambientes favorables, buscando la humedad que propicia una exposición norteña, unas paredes altas, una zona de abundantes nieblas… hablamos de encinas, de ruscos, de brezos, de polipodios o de madroños.

Foto: Madroño © JBA

 

Allá por 1805, el botánico español Simón de Rojas y Clemente visitó Cabo de Gata inmerso en la redacción de la obra Viaje a Andalucía. Historia Natural del Reino de Granada (1804-1809). Entre los apuntes recogidos durante la exploración de este espacio dejó anotado: “Madroño hay bastante en la boca de Albelda y muy raro en otros puntos de la sierra…”

El nombre común de madroño (Arbutus unedo) no se emplea para ninguna otra planta y son arbolillos inconfundibles: sus grandes hojas verde oscuras algo lignificadas con el borde aserrado, su corteza rojiza, sus flores en forma de orza y sus frutos rojos esféricos y carnosos no dan pie a la confusión. Crecen en bosques y matorrales esclerófilos y marcescentes en suelos desarrollados y preferentemente silíceos o descarbonatados, ocasionalmente en terrenos rocosos. Se distribuye por todo el Mediterráneo, en la zona atlántica meridional y en la Macaronesia, pero hacia el sudeste peninsular se hacen más escasos, siendo poco habituales en la provincia de Almería, donde salpicados en distintas sierras, han quedado relegados a repisas y grietas en las que hunden sus raíces.

Desde aquellas notas de Simón de Rojas, nada se había vuelto a saber sobre la presencia de madroños en Cabo de Gata. En 1996, Francisco Ortiz Ibáñez, naturalista apasionado y conocedor del territorio, localizó un ejemplar que constituye hasta la fecha el único ejemplar conocido. ¿Qué fue de aquellos abundantes madroños, se carbonearon, fueron muriendo poco a poco al tornarse más duras las condiciones ambientales…?, hoy en día no lo sabemos. La búsqueda de más ejemplares no ha dado fruto, incluso en el marco de intensas campañas de censo y seguimiento abordadas desde El Albardinal para otras especies prospectando amplias zonas propicias para su presencia.

Foto: Madroño © JBA

 

El nombre común de madroño (Arbutus unedo) no se emplea para ninguna otra planta y son arbolillos inconfundibles: sus grandes hojas verde oscuras algo lignificadas con el borde aserrado, su corteza rojiza, sus flores en forma de orza y sus frutos rojos esféricos y carnosos no dan pie a la confusión. Crecen en bosques y matorrales esclerófilos y marcescentes en suelos desarrollados y preferentemente silíceos o descarbonatados, ocasionalmente en terrenos rocosos. Se distribuye por todo el Mediterráneo, en la zona atlántica meridional y en la Macaronesia, pero hacia el sudeste peninsular se hacen más escasos, siendo poco habituales en la provincia de Almería, donde salpicados en distintas sierras, han quedado relegados a repisas y grietas en las que hunden sus raíces.
Desde aquellas notas de Simón de Rojas, nada se había vuelto a saber sobre la presencia de madroños en Cabo de Gata. En 1996, Francisco Ortiz Ibáñez, naturalista apasionado y conocedor del territorio, localizó un ejemplar que constituye hasta la fecha el único ejemplar conocido. ¿Qué fue de aquellos abundantes madroños, se carbonearon, fueron muriendo poco a poco al tornarse más duras las condiciones ambientales…?, hoy en día no lo sabemos. La búsqueda de más ejemplares no ha dado fruto, incluso en el marco de intensas campañas de censo y seguimiento abordadas desde El Albardinal para otras especies prospectando amplias zonas propicias para su presencia.

Mientras se continúa con la búsqueda esperanzada se ha comenzado la ilusionante tarea de obtener nuevas plantas a partir de este único ejemplar que después de los 27 años transcurridos desde su localización aun se muestra vigoroso. La propagación es un proceso largo; la maduración de sus frutos es lenta llegando a coincidir los frutos del año anterior con las nuevas flores. A pesar de que nuestro madroño muestra una intensa floración e inicialmente buena fructificación son pocos los frutos que culminan la maduración y por tanto escasas las semillas disponibles. Estas semillas, gracias al tesón mostrado por Francisco Ortiz, se han germinado y cultivado con éxito y ya son varios los arbolillos que crecen descendientes del último madroño de Cabo de Gata. Dos de ellos, donados en 2023 al Jardín Botánico El Albardinal, muestran ya este año su nuevos brotes.

Es solo el principio, si se quiere seguir enriqueciendo con esta especie el inventario florístico del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, será necesario seguir trabajando, restituir los nuevos ejemplares al medio natural y aunar esfuerzos para conseguirlo y conservarlos.

Jardín Botánico El Albardinal
Consejería de Sostenibilidad, Medio Ambiente y Economía Azul

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