Receta

En esta época tan convulsa que estamos viviendo, donde nada es lo que parece, las personas creemos que, cuando algo sale bien, ha sido a causa de nosotros, y cuando sale mal, es culpa de los demás o de la mala suerte. ¿No sería mejor hacernos responsables de todo lo que nos concierne? Y claro, en cuanto a la salud, que es lo más cercano que tenemos a nosotros mismos, deberíamos ser nuestros propios líderes. Y también líderes a la hora de hacer la compra para nuestra alimentación que tan importante es para nuestra salud. Pero ¿cómo podemos ser líderes de forma efectiva y adecuada sin tanta manipulación? Pues informándonos profundamente y desde varias fuentes para sacar nuestras propias conclusiones, que serán nuestras, para bien o para mal, pero seremos soberanos de nosotros mismos. Y vamos a por la receta…

Ahora estamos ya en plena primavera y con ella nos llega la Semana Santa, que antes simbolizaba una cosa y ahora para la mayoría sólo simboliza vacaciones. Hay cosas que, cuando te vas haciendo mayor, se echa en falta, sobre todo la diferenciación de lo extraordinario y lo banal. Para ilustrar lo extraordinario, en Semana Santa se hacía y aún se sigue elaborando una repostería especial, generalmente frita, aunque ahora lo dulce está en lo cotidiano, pero antes era extraordinario, por lo que contribuía a una expectación y alegría y a una alimentación sana. Os dejo una receta de mi entrañable amiga Ángeles Alcaraz, pozo de sabiduría gastronómica tanto en el hacer como en el extenso recetario que almacena e irriga desde su memoria y ¿quién no recuerda el añorado chiringuito del Playazo que durante tantos años ella y su familia regentaran?

Foto: Paisaje de primavera cerca de Las Presillas © MA

PREPARACIÓN
1. Se fríe el aceite y se enfría.
2. Se baten los huevos con el azúcar, añadimos la leche, el aceite, el gasificante, la ralladura del limón, seguimos batiendo y añadimos un poco de harina y la levadura, batimos y seguir incorporando harina poco a poco, seguimos batiendo y acabamos metiendo las manos bien limpias y desinfectadas para mover y mezclar los ingredientes. Añadimos harina hasta que la masa tenga la consistencia maleable pero no dura.
Podemos probar, si untamos nuestras manos con un poco de aceite, a hacer una tortita y hacemos un agujero en medio, si no se deshace pues ya está.
3. Ponemos abundante aceite de girasol en una sartén honda y vamos haciendo roscos y friéndolos a fuego medio para que no se nos arrebaten por fuera y por dentro queden crudos. Los sacamos sobre papel de cocina para absorber el resto de aceite. Los pasamos por azúcar.
¡Gracias y a disfrutarlos!

Maite Linares
Hotel Los Patios
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