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La liebre es ese animal emparentado
con el conejo, algo más esbelto y sobre todo
más rápido, que, con algunas variaciones
de tamaño y pelaje, podemos encontrar en los
campos de casi todo el mundo; ese animal que es señuelo
de galgos numerados en los canódromos o protagonista
en las páginas de libros de fábulas, compitiendo
desigualmente con la tortuga y perdiendo la carrera
por confiada. En nuestra zona, la liebre que vemos correr
por el Parque y adelantar sin problemas a la tortuga
mora, es la llamada liebre mediterránea o del
cabo (Lepus capensis), bastante más pequeña
que su hermana europea (de 1,5 a 2,5 kilos y de 50 a
60 cm. de largo), con las orejas algo más cortas
y con un pelaje pardo amarillento, con los flancos rojizos.
Largas orejas, ojos grandes,
olfato finísimo y largas y potentes patas, hacen
que veamos a la liebre como un animal de huida, pero
cuando ve peligro, su primera medida es agazaparse en
alguna depresión, con las orejas plegadas, para
pasar desapercibida. Mientras come, durante el crepúsculo,
se mueve muy lentamente y cerca del suelo. Las liebres
son animales solitarios y sedentarios. Sólo durante
la época de celo se las puede ver en parejas
o pequeños grupos. La liebre busca terrenos llanos
y abiertos, sembrados de cereales y monte bajo. Auque
puede vivir en la media y alta montaña, haciendo
de la velocidad y el mimetismo sus más efectivas
defensas.
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Foto:
Liebre mediterránea o del cabo, © Juan
Pablo Glez. de la Vega |
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Los depredadores naturales
de la liebre en nuestro Parque son el zorro, los
grandes reptiles y las aves rapaces de mayor tamaño,
pero debido a la gran velocidad de la liebre,
no es fácil cazar a un ejemplar adulto,
sus depredadores apresan más bien a los
individuos enfermos o jóvenes e inexpertos.
Aunque su implacable depredador es el hombre,
con su coche o su escopeta, contra los que no
sirve de mucho la velocidad. Si nadie acaba con
su vida, una liebre puede durar de siete a nueve
años.
La liebre hembra tiene
dos o tres partos al año, con un periodo
de gestación de unos 43 días. La
primera camada suele ser de uno a dos lebratos,
y las siguientes de dos a cinco. Los lebratos
no nacen en madriguera, sino en una paridera en
superficie, y son muy precoces, poco después
de nacer ya pueden ver y correr, que es lo suyo.
Su pelaje les protege del frío, pero son
muy sensibles a la humedad. Las liebres se reúnen
en primavera en lugares determinados y los machos
persiguen a las hembras. Durante la cópula,
el fogoso macho «apaliza» literalmente
a la hembra. Las liebres se alimentan de gramíneas
salvajes, brotes de cereales, hierbas, cortezas
de árboles, e incluso carroña y
sus propios excrementos de los que reciclan vitaminas
y nutrientes.
En fin, todos hemos visto
correr por el campo a esta maravilla de la aerodinámica
que, cuando ve un galgo, echa las orejas hacia
atrás, pone en tensión sus musculosas
patas traseras y sale literalmente disparada.
Y podéis estar seguros de que no se va
a confiar, como en la fábula de la tortuga,
porque en el mundo de las liebres, un exceso de
confianza acabaría irremediablemente con
su vida.
Mariano Torrero
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