Pese a esta actitud del
No, su obra supone una apuesta constante por la
comunicación entre el yo y el otro, dialéctica
expresa en el diálogo poemático.
Cuando el tono del poema se torna intimista sólo
queda la sombra del otro batida por el viento,
reflejada acaso por el mar. Paisajes sentimentales
construidos desde la distancia irónica
de la madurez y la reflexión cuidada y
exquisita. Como señaló Juan Carlos
Rodríguez, una auténtica metafísica
del cuerpo.
Cuatro poemas inéditos,
inspirados en este rincón mediterráneo,
nos permitirán descubrir la estrecha relación
literaria entre la poesía y nuestro entorno.
La transfiguración, «Tengo un tacto
de arena doliéndome en los dedos»,
la confidencia, «Búscame en la arena»
(del poema Si me buscas), la identificación
amorosa «en la arena también están
mis labios» (de Sólo conozco tu nombre)
configuran una realidad triangular que escapa
a la intención de la poeta, pero que unifica
la serie de poemas. Nos referimos a la comunión
estrecha entre un Yo y un Tú éste
último, cuerpo ausente, en la distancia;
anhelado, pero indigente y frágil en la
memoria- y una naturaleza reconocible por sus
nombres esenciales: barco, velas, horizonte, redes,
viento, montañas. (ejemplos de Tu silencio).
[Mientras escribíamos
estas líneas nos sorprende gratamente la
edición de una «plaquette»,
formada por dos series de poemas, en la colección
Vitolas del Anaïs (Granada, nš 7, octubre,
2004) con el título Tu silencio. Una muestra
más de su minoritaria difusión y
prodigalidad].
Lo novedoso de estos poemas,
que aquí publicamos, debemos buscarlo en
la gozosa insinuación erótica que,
de manera casual, parecen suscitar algunos versos,
escritos como al descuido: «La noche se
desviste allá en el horizonte», «El
rumor de las olas me estrecha suavemente»,
«Tus caricias me llegan abrasadas del viento»,
que iluminan el poema con un gozo y placer inusitados.
El sentimiento (ternura, caricias, abrazos), la
nostalgia («Y no están tus palabras»)
y el paisaje compartido y amado, compañero
confidente, se torna mundo evocado, sin la presencia
del amado, cuyas señales (mar, barco, velas,
horizonte) sólo tienen sentido por esa
triple conjunción amorosa. Si falta el
uno, queda el otro como señal visible,
materia amorosa vivida. La realidad del Parque
queda teñida por un humus de vacío
y frío, una sentimentalidad rota, alimentada
por la pasión y el deseo del encuentro
cierto en este paraje concreto: «Si me buscas...Pregunta
en el puerto....en aquellas olas... muy cerca
del cabo...»
La estrecha relación
entre el paisaje esencial y el yo poético
(«Mi destino se agolpa en esta playa,/ como
la luna llena») forma parte de una intimidad
sin palabras. La ausencia física del otro
y su presencia real en las cosas sólo puede
sentirse desde el silencio. Un homenaje al silencio
supone un triple homenaje al amor, al recuerdo
y a la inteligencia. Cuando el hombre calla, habla
la naturaleza. Gracias Teresa.
Miguel Galindo
Tengo un tacto de arena
doliéndome en los dedos.
Tus palabras se acercan y no me abrazan nunca,
como la luna llena, me hieren despiadadas.
El rumor de las olas me estrecha suavemente.
Tengo un tacto de arena doliéndome en la
boca.
Tus caricias me llegan abrasadas del viento,
se mezclan con la noche que me mira de frente,
como la luna llena, me azotan la esperanza.
Tengo un tacto de arena doliéndome en las
piernas,
tu deseo.
Mi corazón se agolpa en esta playa.
La noche se desviste allá en el horizonte.
Mi destino se agolpa en esta playa,
como la luna llena.
TU SILENCIO
Las brumas del otoño
me enredan en sus hojas
y no está tu mirada
que me descubre el mar,
ni tu silencio como un barco
desplegando sus velas
allá en el horizonte.
Y no están tus palabras
acercándome redes,
ni tu silencio como el viento
alcanzando montañas,
silbando mis anhelos.
Pero tus manos hiriendo mi cintura
serán como una playa descubierta en la
tarde,
y tu silencio estallará
arrastrando en la espuma delfines y corales.
III
Si me buscas
hazlo entre la gente que mira en silencio
como cae la tarde.
Pregunta en el puerto
dónde está mi nombre,
dónde mi destino.
Búscame en la arena,
en aquellas peñas,
en aquellas olas que trae el horizonte,
muy cerca del cabo,
cerca de tus redes.
y IV
Sólo conozco tu
nombre
y el sonido remoto sereno de tu voz.
Sé que a veces te bebes
la distancia en un vaso
y no le pones hielo,
que te gusta encontrarla
desnuda junto a ti
en las manos extrañas
de todas las mujeres
a las que no amarás.
A veces con las olas casi rozas mi cuerpo
y no me reconoces.
Ignoras que en la arena también están
mis labios
que a la tarde en mi boca
me vas poniendo peces
como pones deseo.
Teresa Gómez
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