Cartas y opiniones
Esta revista pretende ser un medio de expresión abierto y plural, por lo que la Asociación y la redacción no se identifican necesariamente con las opiniones de las cartas y/o colaboraciones esporádicas que se publican en estas páginas.
Ruido nocturno y Síndrome de Coyoping
Hay un tipo de acoso del que casi nadie habla, incluso muchos de quienes lo padecen no son conscientes de ello, quienes lo provocan, menos, y las autoridades que dicen preocuparse de otros acosos, como el bullying o el mobbing, sobre éste pasan de puntillas. Se trata de estar sometidos, o acosados, por el ruido procedente del ocio nocturno, llamado por algunos Coyoping, por el dios maya de los ruidos atronadores, Coyapa.
La exposición prolongada a niveles de ruido nocturno ocasiona una alteración durante los periodos en que el organismo necesita un descanso bio-psíquico reparador, impidiendo mantener la adaptación de los ritmos circadianos periódicos sueño-vigilia. Las consecuencias son, según la Organización Mundial de la Salud, aumento del estrés, intranquilidad, ansiedad, depresión, irritabilidad, inquietud, dolores de cabeza, hipertensión, trastornos digestivos y enfermedades cardiovasculares, afectación del sistema inmunitario, pérdida de audición, tinnitus o acúfenos. Es, además, un atropello a la libertad de cada persona de elegir qué escuchar y qué no escuchar.
Foto: Ambiente nocturno en Las Negras © JMJ
Foto: Ambiente nocturno en Las Negras © JMJ
Los culpables son, lógicamente, los causantes de los ruidos innecesarios que creen que se divierten más cuanto más ruido hacen sin pensar en que su diversión sirve para generar insomnio y múltiples patologías físicas y mentales, aunque, curiosamente, en otros ámbitos de la vida, algunos de ellos se muestran como defensores de muchos otros derechos.
También están, lógicamente, quienes tienen intereses económicos cuya avaricia les impide ver el perjuicio que su actividad ocasiona a la mayoría de los ciudadanos y al entorno en que están ubicados. Y los servidores públicos que tienen las competencias en esta materia, los Ayuntamientos y Comunidades Autónomas, ordenanzas en la materia y horarios de cierre, control de niveles de ruidos y que, en la mayoría de los casos, aunque existan normas miran para otro lado en aras de un supuesto desarrollo, entonando el “gastad, gastad, malditos”.
Nuestro Parque no es ajeno a este problema, afortunadamente hasta ahora solo en algunos pocos lugares y periodos del año, pero con el riesgo de extenderse y generalizarse. De la misma forma que no se considera tolerable el maltrato animal, o contaminar con sustancias tóxicas el medio ambiente, no deberíamos ser autores, cómplices o espectadores de los efectos perniciosos del ruidoso negocio nocturno para la salud humana.
Esperemos que este verano las flamantes autoridades municipales tomen nota de que otro ocio es posible y otro turismo también y obren en consecuencia.
Juan Manuel Jerez