El Walili y el chabolismo en Níjar

El pasado 30 de enero, asistimos al desmantelamiento por la fuerza del asentamiento chabolista más conocido y visible del término municipal de Níjar, El Walili, también denominado como el asentamiento del Cortijo de Los Nietos. Volvía a ponerse en la palestra y a difundirse en medios de comunicación nacionales la dura realidad del chabolismo y la infravivienda en estos lares, unos hechos que a estas alturas resultan innegables y dolorosamente ligados a nuestro municipio. Nadie desea ver cómo el chabolismo crece en su tierra y por tanto es un deber estudiar este fenómeno y trabajar por su erradicación a través del análisis de sus causas y de la aportación de soluciones a medio plazo.

Pero vayamos primero al estudio de la realidad, una realidad que existiendo hace más de 30 años; en un principio fue tapada y escondida, considerando que hablar de ello suponía hacer campaña contra nuestro principal y próspero sector agrícola. Autoridades y florecientes empresas agrícolas negaban por activa y por pasiva la existencia de estas situaciones de vergüenza. No fue hasta 2015, cuando algunas autoridades empujamos para que se realizase la primera radiografía seria de lo que estaba ocurriendo, porque no se puede actuar contra lo que no se mide y conoce. El resultado fue el informe de Servicios Sociales, que reveló que más de 3000 personas migrantes, un 10% del censo del municipio, ocupaban más de 80 asentamientos chabolistas en torno a antiguos cortijos y zonas aisladas; una decena de ellos superaban ampliamente las 100 personas, entre ellos El Walili, Don Domingo, cerca de Atochares; el entorno de Barranquete o La Paula, este último situado en la ribera de la rambla Artal y compartido con el municipio de Almería, cuyas autoridades locales tampoco han levantado un dedo jamás para resolver esta situación y ponerla en su agenda.

Foto: Después de un incendio en el Walili en 2021 © PGC/h4>

Vayamos a las causas y estas son, en primer lugar, que nos encontramos en una de las rutas de paso de migración más importantes de África a Europa. Una Europa cuyo modelo de migración es un absoluto fracaso, modelo que se conoce por los miles de muertos ahogados en el Mediterráneo y por gastar ingentes cantidades de dinero en blindar fronteras, y muy poco en poner orden, en disponer canales para la migración regular y en hacer cumplir los derechos humanos en territorios frontera como el nuestro. En segundo lugar, está la facilidad con la que las personas indocumentadas encuentran en múltiples sitios aislados y repartidos por el municipio dónde ocupar su primer techo para guarecerse, en compañía de algún primo, vecino o conocido de su pueblo de origen. En tercer lugar, está la posibilidad de que ese migrante indocumentado pueda echar alguna peonada, por ocasional que sea, en el boyante mundo del invernadero almeriense. ¿Por qué si no iban a establecerse aquí los migrantes que buscan su sueño dorado en el norte de Europa? ¿Acaso es Níjar el destino de sus sueños? Obviamente no, en su mayoría lo consideran una etapa en su viaje a sitios como Bruselas o Berlín, donde terminarán ocupando, ya legalmente, los puestos que los europeos dejamos de emplear en la hostelería, servicios, logística etc.

Es decir, claro que el mundo de la agricultura intensiva no es el único responsable de esta realidad, pero sí que es un hecho innegable y una ecuación exacta que cuantas más hectáreas se roturan más mano de obra migrante se necesita y se asienta en el territorio; ante la falta de vivienda o alojamiento temporal en el municipio, más migrantes terminan engrosando y acostumbrándose a vivir entre plásticos y en condiciones infrahumanas. Pero entonces, ¿qué podemos hacer

Foto: Después de un incendio en el Walili en 2021 © PGC

El problema es tan grave y complejo que no tiene una solución única y fácil, sin embargo podemos apuntar algunas que son imprescindibles:

– La primera es la concienciación del problema entre la propia población y sociedad civil nijareña. Entender que el fenómeno necesita ser erradicado desde el punto de vista de los derechos humanos, que nadie merece vivir en esas condiciones, y que para ello se necesitan más recursos y menos xenofobia. El intento fallido del Walili apunta a un desalojo sin solución para la mayoría de sus moradores y, lo que es peor, apenas una cincuentena de los aproximadamente 300 moradores aceptaron el realojo temporal de las autoridades locales, y las mínimas ayudas en alimentación entregadas a estos migrantes han sido duramente criticadas por una parte de la población, que ha hecho del odio y la xenofobia su forma de encarar el problema e incluso de retratarse en el voto electoral. Sin políticos valientes contra estas posiciones, la solución está lejos.

– La segunda es hacer partícipe a las instituciones y a los sectores productivos que se lucran en medio de esta situación, no solo al Ayuntamiento, también a las autoridades europeas donde estas personas acabarán trabajando ya de manera legal, quienes deben aportar los recursos para cambiar esta realidad, junto con autoridades locales y empresarios agrícolas.

– En tercer lugar, usar esos recursos para la acogida de los migrantes, para alojamientos temporales y también para la necesaria promoción de vivienda asequible en el municipio. Quien trabaja debe poder optar a un alojamiento digno. Para acabar con los asentamientos debe tejerse una red junto con expertos y técnicos del tercer sector con un trabajo previo de conocimiento del problema, caso a caso, asentamiento a asentamiento, reforzada con la necesaria oferta habitacional. Esto debe concretarse en la apuesta por el desarrollo de un Plan Municipal de Vivienda, a nadie debe escapársele que, si toda la población que vive hoy en chabolas tuviera posibilidad de alquilar una vivienda, sencillamente no habría sitio para unos cuantos miles de ellos.

¿Qué nos aporta El Walili? Lo ocurrido en El Walili, vendido como una victoria de la convivencia por la alcaldía del municipio en un alarde de hipocresía mayúsculo, para quitar de la vista el problema en un sitio estratégico, no puede ser en ningún caso el modelo a seguir. Realojar a 50 personas de 300, vulnerando los derechos más básicos de los que están en esta situación de debilidad, personas que han perdido ese techo de plástico para tener que montarlo unos cuantos cientos de metros más lejos, pero que lógicamente tienen que seguir yendo a trabajar a los invernaderos de la zona y malvivir en alguna nueva chabola más escondida, no puede ser nunca una “ruta de la convivencia” sino un abuso de quien lo considera una “ruta electoral” para intentar ganarse un punto en estas fechas, entre quienes por intereses comerciales o por su deriva xenófoba apuestan por la eliminación sencilla del problema sin mayor alternativa. La fuerza bruta nunca acabará con este problema, hay que seguir llamando a toda la sociedad civil nijareña y al resto de autoridades autonómicas, estatales y europeas a plantear un programa de realojo a gran escala con los recursos necesarios, lo contrario es seguir ocultando y permitiendo que, en pleno siglo XXI, trabajadores migrantes en Europa sigan soportando una extrema exclusión en condiciones infrahumanas, algo que lamentablemente, al tirar las chabolas del Walili sin una alternativa seria, no se está resolviendo.

Alexis Pineda
Exteniente de alcalde del Ayuntamiento de Níjar

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