Conservación de la naturaleza entre incertidumbres y certezas

El caso del Parque Eólico Marino Mar de Ágata.

Vivimos en un mundo globalizado en el que lo que ocurra en un extremo del mismo puede afectar a las gentes que viven a miles de kilómetros de distancia. Hay numerosos ejemplos actuales: la quiebra de Lehman Brothers y la crisis financiera global de 2008, la crisis de las cadenas de suministro, la guerra de Ucrania… La incertidumbre resultante nos afecta en múltiples ámbitos: económico, social e incluso anímico. En consecuencia, muchas de nuestras decisiones se ven afectadas por este contexto y en las mismas suelen primar razones económicas que “aseguren” nuestro presente y futuro. O, dicho de otro modo, se ponen en segundo término otros aspectos que parecen menos importantes. Y entre los más comunes, dentro de este segundo grupo, están las consideraciones ambientales. Es importante producir, cueste lo que cueste, aunque se menoscaben otros recursos que, a priori, parecen menos trascendentales.

Las políticas de protección de la naturaleza están en retirada. Quizás no en el papel, pero sí de facto. Sin ser experto en el tema, puedo aceptar sin mayor problema que tenemos un amplio cuerpo de leyes que protegen a la naturaleza, a los recursos naturales (aunque seguro que se puede mejorar). Pero sabemos que muchas de esas leyes no se cumplen por diversos motivos: desde una incapacidad de la Administración de hacer cumplir la normativa, a las presiones e influencias de poderosos grupos de interés. Para ser justos, creo que es necesario señalar igualmente nuestra actitud personal. Nuestra conciencia ambiental también está en retirada. Si se argumenta que tal proyecto ofrece unos puestos de trabajo, es fácil olvidarse de su impacto ambiental. Este olvido, que puede ser comprensible en cierta medida, no considera que la naturaleza pasará factura. Puede que tarde, pero llegará. Mejor dicho, ya está llegando. A las periódicas crisis económicas se van imponiendo de forma cada vez más evidente las crisis ecológicas y sus terribles consecuencias (https://elpais.com/sociedad/2019/03/12/actualidad/1552409167_549272.html).

Y en este marco general debemos situar los numerosos proyectos de energía “verde” que se multiplican en nuestro país, inmerso en una transición energética desenfrenada. Los objetivos son loables: reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, aumentar progresivamente la generación de energía eléctrica con fuentes renovables, mejorar la eficiencia energética…

Pero la ejecución de estos planes es muy discutible y Almería es un buen ejemplo. En nuestra provincia se han presentado docenas de proyectos de plantas fotovoltaicas que ofrecen puestos de trabajo, energía limpia y muchas otras bondades, pero que ocultan los indudables aspectos negativos asociados (impacto paisajístico, erosión, pérdida de biodiversidad, despoblación en medios rurales…). Y un proyecto estrella, la planta eólica marina Mar de Ágata: 20 aerogeneradores con una altura máxima de 260 m y ocupando unos 70 km2 frente a la costa sur de Carboneras y próxima al Parque Natural Marítimo-Terrestre Cabo de Gata-Níjar. Esta joya de la corona de la naturaleza almeriense es una zona sensible de hábitats marinos, área de paso de aves migratorias y de cetáceos, de caladeros y es un paisaje singular en nuestro país. Por todo ello, despierta preocupación el impacto que dicha planta eólica tendrá sobre los valores por los que se declaró este Parque Natural.

Foto: © Erik_Lyngsoe – pixabay.com

Si el lector visita la página web de este proyecto, parece que no se le puede poner pega alguna. Con mucho color azul (no olvidemos que este color induce tranquilidad, confianza y seguridad), se nos explican todas las bondades del proyecto. En sus páginas se pueden leer impresiones favorables y apoyos de sindicatos, del mundo empresarial… Pero ¿qué dicen los científicos? Dado que es indiscutible que la ciencia tiene un papel fundamental en la sociedad actual y que es garante de su futuro, deberíamos escuchar sus conclusiones. Y los científicos están preocupados por este tipo de plantas. El Proyecto PHAROS4MPAS (https://pharos4mpas.interreg-med.eu/), financiado con fondos europeos y desarrollado para el golfo de León, establece recomendaciones respecto a instalaciones eólicas próximas a áreas marinas protegidas que no encuentran eco en el proyecto Mar de Ágata. Las empresas promotoras de la planta Mar de Ágata (BlueFloat Energy y Sener) también promueven un proyecto hermano, Parc Tramuntana, en el golfo de Rosas (Gerona). Científicos expertos en el tema han concluido que (https://doi.org/10.1016/j.scitotenv.2022.153803):

• Los parques eólicos marinos (PEM) suponen graves riesgos medioambientales para el Mar Mediterráneo.
• Los modelos de PEM no pueden importarse simplemente de los mares del norte de Europa a otros mares.
• Los PEM deben excluirse de las zonas de alta biodiversidad o de gran valor paisajístico.
• El desarrollo de los PEM debe prohibirse en las áreas marinas protegidas o en sus proximidades.
• La pérdida de biodiversidad y el cambio climático están interconectados y deben abordarse simultáneamente.

Cuando uno escribe textos como éste necesariamente ha de señalar que no está en contra de las energías renovables, pero sí de su implantación no planificada. Pongamos unos ejemplos para dejarlo claro. En la web del proyecto Mar de Ágata se pueden leer argumentos como: “Generará más del 28 % del consumo eléctrico actual de la provincia de Almería”. Pero, claro, no nos dicen otras cosas, como que cada proyecto de renovables se presenta por iniciativas privadas independientes unas de otras, sin que exista una planificación previa que cuantifique las necesidades y establezca la distribución espacial de los diferentes tipos de instalaciones de producción de energías renovables. Buena prueba de ello es que en el golfo de Rosas se ha presentado por parte de otra empresa otro proyecto de parque eólico marino. O la ya mencionada cantidad de proyectos de plantas fotovoltaicas que se van acumulando en el Campo de Tabernas o en otras zonas de la geografía almeriense (https://www.eldiario.es/andalucia/la-cuadratura-del-circulo/paisaje-unico-vias-extincion_132_7803380.html). Cada empresa hace sus planes sin contar con las demás, no hay planificación previa y, consecuentemente, todos nos haremos cargo de los perjuicios de unas acciones descoordinadas.

Por supuesto, la Administración tiene mucho que decir en esto. Y se le debe exigir que haga su trabajo con rigor y guiada por el mejor conocimiento científico disponible. En este sentido el lector se preguntará si no existen mecanismos para evitar esa aglomeración de proyectos en una zona. Efectivamente, los estudios de impacto ambiental han de presentar un análisis de los efectos sinérgicos del proyecto propuesto con otros vecinos, pero, créanme, en los más de 40 estudios que he revisado, no he encontrado un solo análisis de efectos sinérgicos que merezca la pena. O sea, que no podemos descartar que Mar de Ágata sea el primero de una serie de proyectos en nuestra costa. Se ha abierto la caja de Pandora y al calor de la especulación no es de extrañar un futuro plagado de proyectos (https://www.publico.es/economia/hincha-burbuja-renovables-tercios-potencia-proyectada-no-red.html).

Pero no debemos olvidar nuestro compromiso individual. Y temo que, como señala la Teoría de la Difusión de Responsabilidad (según la cual cuantos más testigos haya de una situación de emergencia menos probabilidades hay de que ayuden porque las personas sienten que se diluye la responsabilidad entre todos), esta amenaza que a todos nos afecta nos está paralizando. También tengo muy presente lo poco que puede importar a muchas personas las ballenas, las aves, la biodiversidad… si se les pone en la balanza frente a los beneficios de los empleos, el desarrollo… Sin embargo, creo que cada vez queda más claro que nos importen o no las ballenas, las plantas, los “bichos”, nuestro futuro (inmediato) y nuestra salud están ligadas a los organismos con los que convivimos. Usando como modelo el famoso poema de Niemöller (“Cuando los nazis vinieron a buscar a…” https://es.wikipedia.org/wiki/Primero_vinieron%E2%80%A6) me atrevo a dibujar un paralelismo ecológico:

Cuando se diezmó al águila, guardé silencio porque yo no soy una de ellas.
Cuando desapareció el bosque no protesté porque yo no vivo en el bosque.
Cuando contaminaron los mares, no pronuncié palabra porque vivo tierra adentro.
Cuando finalmente me afectó a mí, ya era demasiado tarde.

Es hora de analizar con cuidado esos peajes ambientales que se nos presentan como ineludibles (pero que no siempre lo son) y de defender nuestro ambiente, nuestra casa. Porque ante las incertidumbres actuales, tenemos la certeza científica de que, sin un hogar limpio y saludable, nuestro presente y futuro no se pintan de color azul.

Francisco Valera
Estación Experimental de Zonas Áridas (EEZA-CSIC)

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