El exceso de ruidos en las fiestas populares
Cada verano proliferan las llamadas fiestas populares, un fin de semana y algún día más en cada pueblo, con el pretexto del Santo patrón o patrona, o sin él, para divertir a tope a la gente y con la noble intención de propiciar ingresos a una serie de trabajadores del mundo del ocio. Sonidos metálicos de altavoces estridentes, verbena o canciones del verano hasta más allá del amanecer, ruidos excesivos que cuentan con una licencia administrativa expedida por los ayuntamientos, vulnerando a veces sus propias ordenanzas en materia de ruidos y horarios, por aquello de que una vez al año no hace daño o ese comodín de es que estamos en fiestas. Como si para que te zarandeen esos artefactos fuese necesario, o más divertido, que te estalle el tímpano, o los golpes de los cochecicos de choque fueran más sabrosos cuando, además de destrozarte los riñones te revientan el nervio auditivo con la música y los cláxones perforen el octavo par craneal. O el cubata, o las grasas trans de hamburguesas, kebabs y otras delicias fueran menos perjudiciales si el cerebro se embota de decibelios. El usuario de estas maravillas disfruta de ellas hasta que le estalla la cabeza o la alcoholemia lo tambalea, pero los ciudadanos que tienen la desgracia de tener las fiestas cerca de sus domicilios tienen que “disfrutarlas” todas las horas de todas las noches tórridas de un verano sofocante, intentar dormir con las ventanas cerradas y sintiendo la vibración de paredes y muebles durante el tiempo que dure la programada diversión de los demás, exponiéndose a sufrir todos los males que según la Organización Mundial de la Salud (OMS) produce el exceso de ruido en el organismo humano (Véase El Eco del Parque 07, primavera 2017: https://cabodegata.net/eseco007u.html).
Los valores límite de emisión e inmisión de ruido se recogen en una ley estatal de aplicación básica, en normas autonómicas y, sobre todo, en las ordenanzas municipales. En el interior de los domicilios no se pueden superar los 30 decibelios durante la noche o los 40 por el día. En el exterior, el margen se encuentra entre los 55 y 60 decibelios durante el día y entre 45 y 50 por la noche. Los ayuntamientos pueden rebajar estos topes y seguir así la recomendación de la OMS para que las ciudades y pueblos españoles reduzcan estos límites en 10 decibelios.
Foto: En Rodalquilar © PGC
Con el aumento de la concienciación social sobre los efectos adversos en la salud de los sonidos molestos, muchas reclamaciones llegan a los tribunales y las demandas solicitando amparo ante una agresión acústica han llevado a muchos ayuntamientos a pagar indemnizaciones a los vecinos afectados. El Tribunal Supremo asegura en una sentencia sobre los ruidos en un vecindario que “son una fuente permanente de perturbación de la calidad de vida, suponiendo un importante peligro para el libre desarrollo de la personalidad” y hay suficiente jurisprudencia para afirmar que la contaminación acústica puede vulnerar derechos constitucionales como la inviolabilidad del domicilio y la intimidad personal, también puede transgredir el derecho fundamental a la salud y a la integridad física mediante la persistencia de niveles sonoros que generen grave riesgo para la salud de las personas y el hecho de que las fiestas se ubiquen cerca de algunas viviendas puede vulnerar el derecho fundamental a la igualdad, como tratamiento igualitario de todos los ciudadanos a disfrutar de su descanso.
No se trata de suprimir las fiestas populares. Las tradiciones de nuestras ciudades y pueblos deben mantenerse, pero es necesario corregir lo que, en exceso, agrede a la salud de sus ciudadanos. La solución consiste en que los ayuntamientos planifiquen sus festejos tradicionales atendiendo a las necesidades de salud y bienestar de los vecinos afectados por el ruido, se trata de esforzarse en encontrar el equilibrio entre diversión, tradición, descanso y salud. Y es bien fácil: suprimir los ruidos innecesarios, reducir decibelios en los que son imprescindibles y acortar horarios.
Sirvan estas líneas de petición a los ayuntamientos que gestionan nuestro Parque para que planifiquen sus festejos tradicionales atendiendo a las necesidades de salud y bienestar de los vecinos afectados por el ruido antes de que los ciudadanos acudan a los tribunales y sea el juez quien obligue a ello. Sirvan también de sugerencia a las asociaciones vecinales para que incluyan este asunto en su listado de reivindicaciones por el bien de unas localidades que se publicitan como tranquilas.
Asociación Amigos del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar